En los últimos años, el espacio dedicado a las columnas eróticas en las revistas y periódicos se ha multiplicado enormemente. Pocos son los medios de comunicación que, hoy en día, no hablan directa o indirectamente de asuntos relacionados con la sexualidad y la intimidad. La libre expresión, los valores democráticos y una cultura más desinhibida han permitido este avance notable en la comunicación y, sin embargo, quedan algunas preguntas sobre los motivos de ese progreso. El escritor y periodista español David Barba pone en tela de juicio este avance natural y ve en su fondo un mensaje de miedo o la imposición de la ideología de la clase dominante: el dinero. En un acto celebrado en la Casa América, varios periodistas han analizado las bases de la relación entre erotismo y periodismo.
El erotismo como expresión natural
Antes de colaborar en diversas columnas eróticas, Gabriela Wiener se dedicaba a un periodismo esencialmente cultural. La exploración en el concepto de la sexualidad, sus expresiones más extravagantes y sus tabúes la llevaron a publicar un primer libro que, más adelante, propició su entrada en el periodismo erótico. De ahí surgió un interés natural a través del cual fue experimentando e investigando prácticas sexuales insólitas, fetiches y otros conceptos ideológicos. Según ella, la escritura sirve para despojarse y romper con los tópicos. Sus artículos tomaron una consonante divulgativa e informativa. No obstante, ella insiste en que no es una terapeuta sexual. “A raíz de mi libro y mis artículos, empecé a recibir mensajes de personas sexualmente tristes que necesitaban hablar con personas como yo, con desparpajo y desinhibidas”.
A raíz de su actividad periodística en España, Gabriela Wiener sufrió una frustrante y cruel incomprensión en su país de origen (Perú). Por sus comentarios atrevidos, su soltura y su condición de mujer, fue el foco de agravios y calumnias. Evidentemente, las reticencias y barreras al periodismo erótico siguen siendo las cuestiones morales y la intolerancia. Escribir de sexo no es nada fácil. Esta idea la comparte también el escritor y periodista Juan Abreu que, por muy aceptada que esté la idea de libre expresión, se ha pronunciado sobre la presión del entorno y de los editores. “Cuando escribes de sexo, tienes a mucha gente que mira por encima del hombro. Es difícil ser libre, casi imposible. Todo está muy controlado y, claro, todo esto condiciona el ejercicio de la escritura”.
El erotismo como oferta comercial
El recorrido de la periodista Margarita Posadas es totalmente distinto. Ella editaba artículos diversos en una revista colombiana y, debido a una ausencia de la responsable de la sección, redactó unos artículos especialmente eróticos que tuvieron un éxito taquillero innegable. “Mi columna de sexo fue por casualidad porque no me considero una persona a quien le gusta especialmente experimentar”. Para protegerse del entorno y de las reacciones más incomprensivas, adoptó un seudónimo ahora conocido en el ámbito periodístico colombiano, Conchita, y, de un momento a otro, se puso en la piel de ese personaje ficticio que a veces la frustraba. “Conchita is dead”, explica ella para quitarse el peso de un personaje al que ya no tiene que someterse. Ahora, escribe abiertamente con su nombre y ha publicado varias novelas.
La distinción que hace la autora bogotana entre periodismo erótico y literatura es interesante. Ella escribe su columna esencialmente para el público masculino, siguiendo unos pasos predeterminados y unos objetivos muy claros. Abiertamente, se centra en lo que gusta a los hombres en el sexo y se ciñe a los intereses editoriales. No obstante, en su literatura, Margarita se muestra mucho más libre y habla de sexo desde un punto de vista femenino y natural. Ahí es cuando habla de la sexualidad con una estética real y unos criterios que nacen de su persona. “Me gusta el tabú del sexo”, expresa la periodista para destacar que el interés reside en las diferencias, en los silencios y en las fantasías que muy a menudo son difíciles de contar. El sexo en sí toma vida y valor al atreverse a hablar de él y de lo que esconde.