Muchos coinciden en situar el origen del pensamiento conservador occidental en el escritor y político Edmund Burke y, concretamente, en su obra Reflexiones sobre la revolución en Francia. Burke, es un hombre en algunos aspectos liberal y partidario, en un tema enormemente debatido en su época, de la independencia americana. No es, ni siquiera en el contexto de su tiempo, un intransigente o un extremista y su pensamiento se distingue, por ejemplo, del pensamiento reaccionario de un Joseph de Maistre. Burke, como tantos contemporáneos suyos, se siente profundamente conmovido por la revolución francesa de 1789. Su obra -y buena parte de su actividad pública- va en el sentido de evitar que ese modelo se “exporte” a Gran Bretaña. Pero, por debajo de su consideración política o histórica del fenómeno de la revolución, hay una cuestión previa de carácter gnoseológico. El argumento burkeano, con raíces en el empirismo de Hume aunque en el inglés toma una dimensión más política, está expuesto pródigamente a lo largo de la obra, puede resumirse en no muchas palabras. Intentar exportar una formula política de un país a otro (el fin de la Monarquía, la destrucción de un status secular) supone que hay, en el ámbito político formulas cuya aplicación es benéfica en todos los casos. El pensador ingles, como decían los escolásticos, niega la mayor: no hay sistemas generales, abstractos que puedan aplicarse en cualquier momento y lugar. “No puedo alzarme y alabar o censurar algo que se relaciona con las acciones humanas y las preocupaciones humanas, mirando el objeto a simple vista, despojado de toda referencia, aislado en toda la desnudez y soledad propias de las abstracciones metafísicas”1. Los sistemas políticos no valen en si mismos, sino que se aplican dependiendo de las circunstancias: “Son las circunstancias las que en realidad dan a cada principio político su color distintivo y su efecto particular. Las circunstancias son las que hacen que un sistema civil y político sea beneficioso o pernicioso para la humanidad”2. Esos principios abstractos, racionales acaso puedan servir para la ciencia, pero no en el terreno social. La realidad social tiene unas características especiales que requieren una racionalización especial. Se hace necesaria una razón social (una “razón histórica”, como postula Ortega). Y es que la realidad social (idea que más adelante desarrollarás las corrientes filosóficas historicistas pero a la que Burke se adelanta con enorme olfato intelectual) tiene un carácter fundamentalmente histórico. Lo que es la sociedad y sus valores son fruto de una interrelación entre sus miembros y de la relación con los antepasados que, de forma latente, siguen presentes y actuantes. Por eso es tan importante la idea de tradición en el pensamiento conservador. En una cadena lógica, el pragmatismo realista lleva al historicismo y éste conduce al tradicionalismo.
Esta idea deja una larga estela en el pensamiento conservador de todos los países occidentales y seguir su rastro sería labor interminable. Sirva un ejemplo. Uno de los más agudos conservadores españoles, Aleix Vidal-Quadras, habla de “racionalismo constructivista” propio de la izquierda, “que tiende a los diseños ideales sin atender demasiado a las duras verdades que imperan en el mundo”3. Vidal-Quadras se refiere en este artículo al grave problema de la inmigración y al peligro de resolverlo con intenciones seráficas e ingenuas; sin embargo, el concepto aparece en otros lugares de sus escritos. La izquierda -enuncia el político catalán- construye una realidad a su medida; parte de sus esquemas previos, no de la realidad mismas. De esa realidad donde las circunstancias -recordemos a Burke- lo son todo.
Así, desde esta línea argumental, se puede llegar al extremo de afirmar, como hace Russel Kirk, en su clásico La mentalidad conservadora4, al conservadurismo como la única ideología posible en una modernidad que supera los viejos esquematismos de las ideologías clásicas. En efecto, la mayoría de las ideologías proceden de una reducción, de una esquematización de los fenómenos humanos a simples “construcciones” ideológicas de tipo abstracto. Frente a este factor común que une a socialistas, comunistas, nacionalistas, el conservadurismo se manifiesta como una especie de “negación” de la ideología y, por lo mismo, como una alternativa actual a todo el mundo ideológico antiguo.
1 Uso la edición de Alianza Editorial, Madrid, 2003, prólogo, traducción y notas de Carlos Mellizo, p. 33.
2 Reflexiones, pp. 33-34.
3 “Izquierda y realidad”, artículo publicado en el diario La Razón, 15 de mayo de 2002.
4 Ciudadela de libros, Madrid, 1970.