Sería injusto tratar de realizar una crítica global de «Los ojos de Julia» porque en ella el director, Guillem Morales, saldría muy mal parado a pesar de su incuestionable talento visual. Por ello te voy a diseccionar la película en dos apartados, esenciales ambos, y tan distantes en esta cinta: el guión y la realización.
El guión de «Los ojos de Julia» es, simplemente, lamentable. Se trata de un mero ejercicio pseudointelectual de un par de aficionados al cine de Hitchcock que utilizan todos los recursos que aprendieron del maestro para estropearlos en frases inconexas, en personajes planos y estereotipados, y en una trama construida a saltos, sin unidad narrativa.
La realización, por el contrario, es atrayente e imaginativa. Ya en su primera película, «El habitante incierto», Guillem Morales nos mostró su gran talento visual con rescoldos bien prendidos del surrealismo catalán y apuestas cinematográficas de gran valentía y honestidad con el espectador.
En «Los ojos de Julia» Morales retoma todo lo que apuntó en su anterior cinta y lo mejora, con escenas que cautivan al espectador y le dejan sentado en su butaca sin capacidad de reacción. El juego de luces es fabuloso, Áscar Faura, el Director de Fotografía, recrea la luz y la oscuridad, del personaje y de la escena, o viceversa, y nos los transmite con claridad meridiana, para, en conjunción con Morales, lograr algo tan simple, pero tan complicado, como narrar con imágenes.
Chirrían algo los actores que parecen no estar bien dirigidos y no creerse demasiado las frases de su personaje. Belén Rueda ofrece la misma intensidad de siempre, aunque no hace su mejor papel.
El metraje se hace largo por la fatuidad del guión, y la reflexión filosófica final roza el ridículo para acabar de estropear una propuesta visual de altura, una propuesta que nos pone en alerta hasta la próxima película de Morales, en la que, por su bien, debería dejar el guión a un verdadero profesional.
En definitiva, una película interesante, que se deja ver, pero que se queda a medio camino por culpa de un guión demasiado mediocre.
Publicado en el blog de Letras (tu revista literaria)