Aunque parece que todo en los escaparates y anaqueles de las librerías son novelas, cuanto más “históricas”, antirreligiosas y pobladas de seres fantásticos mejor, la realidad es que se escribe mucho, más que nunca y en todos los géneros posibles, incluso en algunos complicados de clasificar. Eduardo Berti ha preparado una cuidada edición de cuentos breves (micro-relatos) desde la tradición griega hasta los comienzos del siglo XX, escritos en lengua no castellana que ha sido publicada recientemente. Eduardo Berti, editor, traductor, premiado autor de cuentos él mismo, y de novelas, conoce bien el mundo literario de los relatos hiperbreves, la microficción, conocida en el mundo anglosajón como “microfiction”, “sudden fiction” o “fash fiction”. Ha publicado artículos previos sobre el tema y se mueve como pez en el agua entre autores y cuentos en los que puede profundizar hasta simas extrañas dada la extensión que por sí tienen las obras.
EL LIBREPENSADOR: ¿Por qué el cuento? ¿No es más rentable publicar novela? EDUARDO BERTI: El cuento es un género que me apasiona y, aparte de esto, resulta ideal para una antología. No hablemos ya de los cuentos ultrabreves, ya que permiten abrir un arco amplio y diverso. En cuanto a la la rentabilidad, habría que hacerle esta pregunta a mi editor, Juan Casamayor, y a su editorial Páginas de Espuma, que se ha especializado en el cuento, a pesar de lo recomendaría la ortodoxia, y no le ha ido para nada mal. Claro que, en general, venden más las novelas que los cuentos; pero yo mismo me he llevado sorpresas con mis libros: mi volumen de cuentos “La vida imposible” vendió en la Argentina tanto o más que alguna de mis novelas. EL: Lo primero que me ha llamado la atención de tu selección es la escasez de plumas femeninas. ¿Es el cuento hasta el siglo XX un reducto de hombres? EB: Las mujeres hacen irrupción en el cuento antes del siglo XX. Si uno ve el subgénero de los “cuentos de fantasmas”, por ejemplo, advertirá que muchísimas mujeres inglesas del siglo XIX (de la era victoriana) descollaron en ese terreno, algunas hoy olvidadas como Louisa Baldwin (una tía de Kipling). Ahora bien, yo no encontré muchas escritoras de cuentos hiperbreves, que es algo más puntual. Para colmo, por razones de espacio dejé afuera un texto muy breve de Jane Austen (una autora que me interesa mucho), sobre todo porque se trataba de un cuentito de aprendizaje, casi una broma familiar. Pero, en fin, si uno analiza el microrrelato en castellano verá que no hay muchas mujeres entre los pioneros de la forma. En España hay que esperar, acaso, hasta Ana María Matute. En Argentina están los casos algo aislados de Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik o Sara Gallardo, hasta llegar a la actualidad donde, en cambio, quizás las dos personas (sin distinción de sexo) que estén haciendo la mejor microficción argentina sean Ana María Shua y Luisa Valenzuela. EL: Si no me equivoco son ciento ochenta y cuatro cuentos, desde Esopo a Kafka, como señala el título, excluyendo textos escritos en castellano y mayormente el siglo pasado. ¿Por qué estas acotaciones? EB: La exclusion de textos en lengua castellana se explica en el prólogo, y es que, personalmente, pienso que en los últimos tiempos abundaron excelentes antologías del cuento hiperbreve moderno y/o contemporáneo en lengua castellana, pero poco y nada de lo restante. En cuanto a la otra acotación (los textos llegan hasta los albores del siglo XX), hay un motivo que no voy negar: que estos cuentos son de dominio público (no hay que gestionar los derechos, las autorizaciones, etc) y eso simplificaba y volvía factible la concreción del libro. No obstante, esta no es la única razón, ni mucho menos la central. La razón principal es que esta antología pretende mostrar los “ancestros internacionales” de la microficción, y Kafka es un límite claro, ya que a partir de sus textos hiperbreves la llamada micronarrativa empieza a tomar cuerpo de forma mucho más consciente. Con Juan Casamayor hemos hablado de hacer, en el futuro, un volumen 2, de Kafka a hoy… Veremos si nos atrevemos. EL: ¿Qué criterios has seguido para seleccionar los textos? EB: En primer lugar, he elegido cuentos que no tienen más de 300 o a lo sumo 350 palabras (me he traicionado a mí mismo, lo sé, en unos pocos casos… no pude evitarlo). En segundo lugar, he tratado de que la selección sea de lo más variada: en épocas, en estilos, en nacionalidades, como también en las diferentes formas de abordar el difícil arte de la hiperbrevedad narrativa. Hay fábulas, hay textos próximos a la anécdota, al chiste o al aforismo, hay diálogos, hay “casos extraños” (la llamada paradoxografía) que bordean lo fantástico, hay viñetas más bien líricas, hay historias que provienen de los cuadernos de apuntes de ciertos escritores, etcetera. EL: En la introducción de la obra hablas de ciertas clasificaciones literarias (prosas poéticas, poesía en prosa…) ¿Qué utilidad tienen estas clasificaciones? ¿Tienen alguna relevancia para el lector? EB: Para el lector masivo todas estas cosas son irrelevantes. Y me animo a decir que para la literatura de estos últimos tiempos, también. ¿Cómo definir ciertos libros de Sebald, de Echenoz, de Pierre Michon o incluso de Vila-Matas? ¿Novelas? ¿Relatos? En la introducción he mencionado algunos intentos de marcar rígidas fronteras entre poesía y narrativa o entre cuento y viñeta, por ejemplo, para poner más énfasis en la interesante incertidumbre que suelen provocar muchos microrrelatos, que son tan arduos de encasillar en estos mismos sistemas. EL: ¿Cuál ha sido el cuento que más te ha dolido dejar fuera? EB: Me hubiese gustado incluir más cuentos de ciertos autores, no lo niego. Pero preferí la variedad, porque quiero creer que si un lector curioso encuentra interesantes los cuentos que escogí (por dar unos ejemplos) de Leone Battista Alberti, de Pu Song Ling, de Claudio Eliano o del “Filogelos” (los chistes antiguos de los griegos), siempre podrá investigar por su cuenta. Eso deseo, al menos. Que esta antología sirva, asimismo, como plataforma de lanzamiento hacia otros libros. EL: Según una frase conocida de Cortázar el cuento se gana por K.O. y la novela por puntos. ¿Estás de acuerdo, matizarías o no compartes la afirmación en absoluto? EB: Estoy de acuerdo a grandes rasgos, sí. Máxime en el microcuento, donde hay un solo round, por no decir medio round, para noquear. Pero tampoco olvidemos que en el cuento tradicional existe otra tradición menos “Mano de Piedra Durán”… Pienso en el “cuento-escena”, que no apunta tanto a un “golpe final”: la tradición post-chejoviana de Katherine Mansfield o del Joyce de “Dublineses”, por citar dos casos. De las hermosas definiciones de Cortázar comparando cuento y novela, siempre he preferido, en realidad, aquella que dice que el cuento es una esfera y la novela un árbol que se ramifica. EL: Una pregunta muy personal ¿Qué cuento de Eduardo Berti nos recomiendas para empezar el 2009? EB: Hay un cuento de mi primer libro (“Los pájaros”) que quiero mucho porque acaso fue el primer texto que, hace unos 20 años, no quise tirar a la basura en cuanto lo terminé (lo quise botar un par de días después, en todo caso…). Se llama “Esquirlas de Atamisky”. |