«¿Son tus alas las que tiemblan o es mi corazón? Será porque acaba de pasar la muerte en busca de no se sabe quién. ¡Ah, pues la encerraremos tras una de esas verjas, en uno de esos callejones sin salida, con las inmundicias! Hay en Siena verjas de ésas que nadie abre jamás porque ya no sirven para nada».
Página 8.
«Le compró a un chamarilero amigo suyo la Jerusalén liberada y el Orlando furioso: diez volúmenes en ese papel que parece de trapo y con una pequeña ilustración en cada capítulo. Cuando llega la hora del descanso, coge de la espuerta que había dejado sobre la rama de algún árbol un volumen y se lo lee a los otros».
Página 24.
«Casi siempre las maneras de hablar de los que constituyen una familia adquieren una armonía que los une, parecen hechos de la misma materia, como las cuentas de un rosario. Los nombres que se transmiten de abuelos a nietos completan esa fisonomía».
Página 31.
«Alguna mañana, o más bien algún día, he entrado en la basílica de San Francisco, en Siena. Los colores de las vidrieras estaban lívidos, como trozos de hielo, con los santos y las santas ateridos, dentro y fuera».
Página 43.
«Poned un plato grande de cerezas sobre mi alma. Y no las dejéis madurar demasiado porque los gorriones las picotean todas».
Página 88.
«Y toda la belleza de la noche querría entrar detrás de mí y empuja la puerta cuando entro, tanto que me cuesta trabajo cerrarla».
Página 96.
Uno de las cosas que puede elogiarse de Ediciones Barataria es su compromiso con la Literatura italiana de, al menos, los últimos dos siglos. Historia de la columna infame, Habitaciones separadas (del tristemente fallecido Pier Vittorio Tondelli, de quien nos encantaría leer más en español), Casos de amor (recientemente reseñada también en este diario…). Siguiendo esta encomiable labor han publicado también Bestias, un libro interesantísimo por su originalidad tanto en las formas como en los contenidos y en la sensibilidad del personaje protagonista (en caso de que pueda hablarse de tal).
No estamos ante una novela, o desde luego no desde el punto de vista de narración de hechos con planteamiento, nudo y desenlace; más bien parecería que estamos ante una colección de cuentos (nanocuentos en algunos casos, aunque el concepto no tuviera la vigencia que hoy, o incluso no se hubiera acuñado todavía) o de pensamientos de un personaje peculiar por sus agitadas y profundas emociones. Son pensamientos que revelan la influencia del paisaje (urbano o rural) en quien nos habla, aunque parece más que hablase en voz alta, como consigo mismo. La ciudad, sus calles, sus alrededores, sus iglesias… constituyen una parte importante de esas reflexiones; pero no en sí mismas, sino en su relación con el personaje: la fotografía que se nos hace de la ciudad es una fotografía emocional, e incompleta, sincera, totalmente subjetiva. Aunque, ¿a quién le interesa la objetividad cuando se habla de Literatura?
Es especial y muy ejemplarizante en este sentido uno de estos cuentos sin nombre (sólo llevan un número por orden cronológico, que es el único orden que puede encontrarse probablemente en la obra), es aquel en el que se nos habla de las calles d de la urbe, como unas salen al encuentro de otras, bajan, suben y se escapan, como si tuvieran voluntad propia. Tiene rasgos, la descripción, que me suenan al posterior realismo mágico sudamericano.
En cuanto al título, parece proceder de la presencia de un animal en todas y cada una de las entradas de este peculiar “diario”. Unas veces su presencia parece simbólica, otras quizá forzada, y casual en otras más, aunque difícilmente lo sería. La impresión que queda tras la lectura del libro es que hay predominancia de pájaros e insectos (algo muy kafkiano, por otra parte). Los pájaros y sus alas tienen una importancia que parece mandar un mensaje de escapismo, de deseo de huir, de volar lejos de la vida y la ciudad que rodea y constriñe al protagonista, que le rompe el espíritu tantas veces y le lleva a las lágrimas o a su deseo.
Su relación con los demás seres humanos es también muy singular, y viene marcada por estados de humor que no parecen explicados, o no de forma lógica.
La sensación final es la de una libreta de apuntes, de estados de ánimo, de descripciones muy líricas, tremendamente poéticas a veces… de una fotografía parcial, subjetiva, y a pinceladas de la vida y el mundo que rodea al protagonista, con una técnica que en Literatura vendría a mezclar lo que en la pintura fueron el impresionismo (por sus pequeñas manchas parciales); el simbolismo (por la presencia repetitiva de los animales, utilizados quizá como tótem); y el surrealismo (por la profunda subjetividad y el peso de la extrasensible personalidad del personaje).
Una obra breve, intensa, singular y llena de poesía que plantea muchas preguntas sobre la condición humana y sus relaciones con el mundo y con su propio interior.