Reseñábamos, hace aproximadamente un mes y medio, un buen ensayo cuya brevedad sólo servía para hacerlo dos veces bueno y para dejarnos con la miel en los labios, pidiendo más y más. La obra, escrita con sencillez, una sólida documentación y exquisito gusto, cercana y seria, nos ofrecía un vistazo rápido de la historia de los homosexuales masculinos en España durante el pasado siglo XX. Nada menos. El peso que la Literatura y los escritores tienen en la primera parte y el interesante análisis de la realidad social del franquismo tomaban especial relieve en este libro que además viene precedido por un sabroso prólogo de Álvaro Pombo. Entre las páginas nos surgían dudas, preguntas, deseos de conocer más sobre esta apasionante y real historia de un colectivo minoritario pero muy nutrido y bastante castigado a lo largo de los años, así como algunas motivaciones y pensamientos de su autor… por todo lo que nos dirigimos a un joven y entusiasta Albert Ferrarons:
Ellibrepensador: Albert, no voy a preguntarte las razones del libro porque creo que están muy bien explicadas por Álvaro Pombo y por ti mismo pero te preguntaré por qué crees que es preciso justificar la existencia de este ensayo:
Albert Ferrarons: Hasta ahora, en España, hay pocos trabajos sobre la historia de la homosexualidad. Mi trabajo se plantea como una lectura de introducción a la historia contemporánea de la homosexualidad en España, una especie de manual con todo lo que se ha investigado y escrito hasta el momento. He intentado sintetizar todo lo que sabemos y narrarlo de forma amena y rigurosa. A partir de aquí, se pueden iniciar futuras investigaciones acerca de muchos aspectos y momentos de nuestra historia más reciente.
El: El primer tercio del libro se desarrolla en gran parte sobre escritores homosexuales, sus vidas y sus obras, entre otros motivos por la ausencia de otro tipo de documentaciones. ¿Qué te sugirió esta circunstancia? ¿Cómo viviste adentrarte en sus escritos y en lo que se ha dicho de ellos?
AF: Debido a las circunstancias del momento, muchos de ellos (Hoyos y Vinent, Retana, Benavente, D’Halmar) escribían entre líneas, de forma sutil y usando lenguaje en clave del ambiente en el que se movían, a veces auténticos círculos homosexuales o donde la homosexualidad era vivida con bastante naturalidad. En algunos casos, ensalzaban la belleza masculina en sus poemas y novelas, sin narrar explícitas relaciones homosexuales en ellas, pero expresando un tipo de sensibilidad y deseo homosexual más que evidente. En algunos casos, la calidad literaria es cuestionable (aunque son unos testimonios muy valiosos para el historiador, ya que hay pocas fuentes de las primeras décadas del siglo XX), pero en otros el aspecto homosexual ha supuesto que autores y obras cayeran en el olvido con más facilidad, ya que durante mucho tiempo la crítica ha estado impregnada de la misma homofobia que la sociedad. Por ejemplo, a menudo olvidamos que Jacinto Benavente recibió el premio Nobel.
El: La llamada “Literatura Gay” ha sido muy denostada por la crítica. Hasta el punto de que, cuando es buena Literatura –según la opinión de los críticos-, pierde el adjetivo Gay aunque la obra trate de homosexuales y esté escrita por homosexuales. ¿Cuáles son tus consideraciones al respecto?
AF: Creo que, cuando hablamos de Literatura Gay, hablamos de aquellas obras que desarrollan una temática homosexual, independientemente de si el autor es homosexual o no. Hay autores homosexuales que jamás han escrito sobre temas gay y autores no homosexuales que han escrito sobre temas homosexuales: los primeros no son Literatura Gay y los segundos sí. Es cierto que, normalmente, una obra no se limita sólo a su aspecto homosexual, puesto que puede tratar varios aspectos más allá de la homosexualidad e incluirse en una sensibilidad, forma y estilo determinados que quizás la separan de otras obras de temática gay, pero tampoco hay que negarla, debemos sacarnos los prejuicios hacia la etiqueta gay como algo minoritario o peyorativo. Además, se pueden trazar unas líneas de continuidad y cierta tradición en la Literatura Gay, aunque sea bastante incipiente debido a la censura y silencio del pasado reciente.
El: Antes de terminar con esta parte, ¿alguna debilidad personal por alguno de los autores que mencionas?
AF: Recuerdo hace unos años, cuando trabajaba en una librería, que un día llegó una edición preciosa de La realidad y el deseo, de Cernuda, que me atrapó al instante y se ha convertido en un libro de cabecera para mí. Poco después, descubrí a Gil de Biedma, que es un personaje cautivador cuya obra tiene momentos de una lucidez implacable. Hace poco, conocí a alguien que tenía una edición antigua de Historia del arte frívolo, de Álvaro Retana, un libro muy difícil de encontrar. Me pareció increíble que en pleno franquismo se hubiera publicado un libro tan irónico y tan gay. ¡Qué pluma! No deja títere con cabeza.
El: Y después la Guerra Civil y la noche oscura de la posguerra… ¿Algo que te haya sorprendido especialmente?
AF: Naturalmente, al principio, las historias de represión y violencia hacia cualquier expresión de la homosexualidad impactan mucho. Pero, al ir profundizando en el estudio, lo que más me sorprendió fueron las estrategias de supervivencia de los propios homosexuales ante un entorno tan hostil: las restricciones agudizaban el ingenio para conseguir relacionarse con otros iguales, para salir del enclaustramiento al que el franquismo les había condenado. Siempre, obviamente, de forma clandestina. En Barcelona, por ejemplo, había muchísimos sitios de ligue; en la Rambla se reunían círculos de amigos gays para pasar la tarde; el mundo del espectáculo y de la noche tenía una cuota de homosexuales impensable en otros ámbitos… Muchos homosexuales de cierta edad añoran esa época, en parte porque es su etapa de juventud, pero también por lo excitante que puede resultar la clandestinidad. Todos eran conscientes del peligro, pero muchos no claudicaban y se buscaban la vida, experiencia que podía resultar muy estimulante.
El: La situación de algunos homosexuales durante aquellos cuarenta años fue especialmente grave, dramática. Sin embargo, la prisión parece haber sido una solución afortunadamente minoritaria y más como ajuste de cuentas que como forma de represión real… ¿O fue más común de lo que me ha parecido leyendo tu obra?
AF: Los casos de encarcelamiento fueron pocos comparado con el grueso de la sociedad y de la población gay. Se tienen pocos datos aún (un tema a investigar), pero se calcula que, con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS, 1970), se encarceló a unos 1.000 homosexuales entre 1970 y 1979. Llegaron a ser un 7% de la población reclusa total. Afortunadamente, algunos de los reclusos, como Antoni Ruiz, nos han transmitido su experiencia y hemos podido saber lo que sucedía en esas prisiones y cómo funcionaba el sistema, que era totalmente arbitrario y clasista en su estrategia de represión. Hace poco, algunos de ellos han sido indemnizados como expresos sociales del franquismo. Sin embargo, la opción mayoritaria de la población gay durante el franquismo fue el exilio interior, es decir, el silencio, la auto represión, los matrimonios como tapadera.
El: En cualquier caso la que sí era apabullante era la represión de la sociedad. Lo que en los últimos años se ha venido llamando las sociedades enfermas, incapaces de convivir con homosexuales o aceptar la homosexualidad como una característica más del ser humano sin connotaciones negativas. ¿Por qué se ha visto durante tanto tiempo al homosexual como un enfermo o como un peligroso social? ¿Qué ha habido además de una visión religiosa tras la “criminalización” del colectivo?
AF: Está claro que el componente católico de la sociedad hispánica ha sido decisivo en la conformación de una sociedad homófoba, pero no se puede atribuir todo a la religión, ya que sociedades que no son de tradición católica también son homófobas. Supongo que es como intentar explicar la marginación de las mujeres a lo largo de la historia. ¿Por qué sociedades tan lejanas en el tiempo o en el espacio tienen tantos puntos en común en cuanto al machismo y a la homofobia? Lo que sí está claro es que, cuando nació la homosexualidad moderna (cuando apareció el término “homosexual” a finales del XIX), se creó como un estigma desde el punto de vista legal y médico, además del moral y religioso. El homosexual era un criminal, un enfermo y un depravado moral. Librarse de esas tres etiquetas aún es una tarea pendiente, ya que siguen presentes en muchas mentalidades de las sociedades occidentales.
El: Para terminar, al fondo del túnel, la luz: la transición: Una Barcelona que tomó la delantera pero que ha caído en el olvido, devorada por la fama arrolladora de “La Movida” madrileña; y después eso, el relevo de Madrid.
AF: Barcelona tenía una tradición de lucha política (ligada al nacionalismo) mayor que Madrid, en la que, al ser el centro del aparato político franquista, el poder central estaba presente de una forma más apabullante. Por eso fue en Barcelona donde nació el activismo gay español en los setenta, que mucho después se centralizó en Madrid con la FELGTB, aunque las dos capitales, y otras ciudades en España, lo mantienen muy vivo. A la vez, ambas ciudades también vivieron un periodo de liberación a través de la cultura, la noche, la fiesta, la música, el arte. Primero en Barcelona, luego en Madrid. Los poderes municipales madrileños han sabido apropiarse, para bien y para mal, de esa etapa de efervescencia, la famosa “movida” madrileña. En Barcelona, a pesar de algunos casos recientes (la exposición Rambleros o la dedicada al pintor Ocaña que se han hecho este año), toda esa “movida” cayó en el olvido.
El: En mi opinión al colectivo le queda seguir luchando para que se reconozca su propia diversidad, para que se admitan socialmente sus derechos (y no sólo legalmente) y para autoaceptarse finalmente sin pintorescos gritos innecesarios, con paciencia y con fuerza. ¿Qué les falta por hacer a los homosexuales en España desde tu punto de vista?
AF: Está claro que la tarea pendiente es la más difícil y la más lenta de conseguir: el cambio social y de mentalidad de la población hacia la homosexualidad, la eliminación definitiva de la homofobia. Yo tiendo a ser bastante optimista después de los avances de los últimos años, creo que vamos en buen camino, pero no soy ingenuo: no es lo mismo ser gay en Chueca que en un entorno rural o en un suburbio de una gran capital, igual que no es lo mismo ser gay para un español que para un inmigrante (sobretodo dependiendo de qué cultura y religión procedan). El cambio legal no ha implicado automáticamente el cambio social, en eso estamos. Personalmente, creo que todas las estrategias hacia esa dirección son positivas, aunque es cierto que al colectivo gay es al primero al que le cuesta a veces aceptar su diversidad. Y no sería lógico que estemos reclamando tolerancia hacia la diversidad sexual y luego no aceptemos la propia diversidad de la población gay: tan válido es el homosexual que quiere vivir su vida con su pareja, casarse y tener hijos (que algunos critican por asimilarse a un modelo heterosexual), como el que quiere subirse a una carroza medio desnudo y con una boa de plumas y cantar Gloria Gaynor a los cuatro vientos. Como el que quiere hacer las dos cosas.