Cultura

Entre polvo y asfalto. Carlos del Valle-Inclán. Biblioteca CYH Narrativa. 2008.

 

            Entre polvo y asfalto. Carlos del Valle-Inclán. Biblioteca CYH Narrativa. 2008.

 

            Hay en nuestro panorama literario jóvenes autores que tienen cosas que decir y formas de decirlo que siguen aportando, que siguen constituyendo una buena cantera que promete un futuro de buenos libros para nuestras bibliotecas.

            En 2008 Carlos del Valle-Iclán conseguía quedar finalista del Premio de Novela “Ángel Miguel Pozanco” con su obra Entre polvo y asfalto. Esas dos palabras parecen indicar la contraposición pueblo/ciudad o lugar pequeño, entendido como cárcel donde se concentran odios, envidias, rencores y lugar grande, con expectativas, abierto, libre y soñado, pero imposible por circunstancias que son llamadas destinos. Este polvo se mete dentro de los personajes, los impide respirar, pensar libremente, actuar sin condicionamientos. Un secreto de lugar endogámico es el centro sobre el que gira toda la obra que consigue muy bien transmitir la asfixia, la angostura de un lugar tan opresivo como irrespirable, aun cuando llueve a cántaros y el aire no se lleva las iras, sino que las revitaliza: “Y mientras, el barro de los charcos se secaba y se iba convirtiendo en polvo. Un polvo que entraba en tus pulmones y no te dejaba respirar”; “Recuerdo cómo se oían los llantos de la criatura, unos llantos que parecían ser por su madre ya muerta en aquella cama antes de haberla traído al mundo”; “Supongo que ni siquiera pensaba. Sólo sentía. Sentía todos aquellos años entre el polvo y el asfalto de este maldito lugar, de su hedor a cerrado, a podrido, a un lugar sin salida en el que te ves atrapado, en el que me vi atrapado en una silla cansada, sin esperanza, mirando a un portal de madera herida. Encerrado sabiendo que iba a quedarme encerrado”. Un trío de voces masculinas (Mario, Francisco, Luis) nos cuentan la misma historia hasta que toma esa forma esférica del narrador que todo lo ve, en este caso porque tiene seis ojos que miran con diferentes ángulos. Todos atrapados por el mismo secreto, por los mismos pecados, aunque no sean ellos quienes los hayan cometido, como si, por tratarse de un lugar pequeño (se menciona la ciudad, continuamente, como algo ajeno a la vida del lugar), se transmitieran las faltas de unos a otros y el castigo cayese sobre todos, de generación en generación. Como una maldición bíblica Entre polvo y asfalto.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.