Dedicado a la policía: (extraído de meneame.net)
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Yo no sé vosotros, meneantes, pero como ciudadano, eventualmente, me fijo en las personas que trabajan para los cuerpos de seguridad del Estado (Policía Local, Guardia Civil, Policía Nacional).
Veo muchos chicos y chicas, hombres y mujeres que son competentes; personas que, por la razón «x» que sea, buscan, además de una forma decente de ganarse la vida, una forma de contribuir con la Sociedad en general. A veces tenemos ocasión de ver cómo grupos especializados de policía desarticulan redes de prostitución ilegal, tráfico de drogas; a veces vemos al poli de barrio perseguir hasta la extenuación a un cabroncete que le ha robado el bolso a una señora; aveces vemos policías que se involucran a fondo en asuntos de maltrato, peleas callejeras; vemos algunos agentes que mantienen el tipo en una manifestación intentando contener a una masa que tiene razón, y ellos lo saben, pero ahí aguantan, los más honrados, intentando mantener la calma y ser diplomáticos; y un larguísimo etcétera que seguro que no sólo yo percibo.
Como dije, en resumen, señoras y señores que se ganan la vida honradamente haciendo un bien a la Sociedad, conscientes de la enorme responsabilidad de su cargo, y conscientes de que, aun en posesión de un determinado poder, tratan con seres humanos de carne y hueso como ellos.
Luego, señores, tenemos a los (perdón por la expresión) putos pringaos.A los pajeros, humillados en la escuela, ineptos comemierdas que sólo ven en hacerse policía una salida laboral, un puesto fijo en el que puedan lucir uniforme y placa; subnormales tatuados y con el pelo engominado que conducen su coche de policía con el cigarro asomado porla ventana, los típicos que les quitan cuatro porros a un grupo de niñatos para fumárselos ellos; muchachotes acomplejados y acojonados, sedientos por soltar la porra, incapaces de discernir sus problemas personales de un oficio que de ello precisamente requiere; aquéllos que creen que tener autoridad significa poder humillar a otra persona, esos»polis» que ven en su traje la armadura del Cid Campeador. Esos policías, en definitiva, que manchan la imagen de todos aquellos que hacen su trabajo con dos cojones.
Pues a ese poli de mierda, con perdón, a ese meatintas que se piensa que la placa le da derecho a ser más persona que cualquier otro; a ése que no sabe que la ley es algo que se aplica, no su propia personificación; a ése, lo que hay que hacer es impedirle que alcance ni de lejos a soñar con llegar a ser un policía de los decentes. O, qué pasa, ¿que las plazas las regalan? ¿tanto enchufe hay en este país?¿qué mierda de psicotécnicos les proponen los «expertos»? ¿cuánta preparación «artificial» dan las academias privadas para preparar a un inepto a pasar una prueba y, una vez pasada, seguir siendo un inepto, todo con el fin de hacer ellas mismas dinero? ¿qué hay de las evaluaciones psicológicas periódicas, como a pilotos o controladores?
Yo, como ciudadano, quiero policías de los de verdad. De los que creen en la Ley y en la Justicia, y sobre todo, en las personas. Y si no queda otra que soltar la porra: pues oiga, que la suelte. Pero esa manera de ensañarse con las personas, cruelmente, haciendo gala de un total abuso de autoridad, injustificado e injusto, es peor que un cáncer.
¡Bah!