En su Tesoro de la Lengua Castellana y Española, Sebastián de Covarrubias afirma que “[Poner los cuernos] tomó ocasión de lo que se cuenta de Mercurio (Dios del comercio y los ladrones), que en figura de cabrón tuvo ayuntamiento con Penélope, mujer de Ulises; del cual nació el dios Pan (caracterizado por la lujuria) con cuernos”. Otra versión mitológica relaciona el origen con el hecho de que la esposa del rey Minos, Pasifae, tuviera relaciones sexuales con el Toro de Creta, y engendrara el Minotauro. Esto habría dado origen a que la señal de los cuernos quedara como símbolo de traición matrimonial.
En la edad media cuando un noble honraba una casa ejerciendo el derecho de ‘pernada’ esta casa se adornaba con la cornamenta de un ciervo. Esto se consideraba un gran honor, que al marido le habían puesto los cuernos en el tejado. El derecho de pernada durante la Edad Media, consistía que el señor feudal entre muchos privilegios sobre los siervos, como el impuesto o tributo, también se le debía la virginidad de las mujeres en la noche de boda, es decir que una mujer antes de casarse tenia antes que estar con el aristócrata feudal, poco antes del matrimonio. El procedimiento era que el señor feudal llegaba tiempo antes de la boda, entraba en una casa y se colocaba en la puerta unos cuernos de carnero que simbolizaban la autoridad que este tenia para proceder a dicho acto, disfrutaba del coito con ella, después de lo cual luego podían casarse. Por ese motivo cuando una mujer esta con otro se dice que le pusieron los cuernos.
En la antigÁ¼edad en los países nórdicos (también en otras culturas antiguas como los jeques y sultanes de Arabia), los jerarcas o gobernadores de las comarcas, por su condición aristócrata, podían seleccionar a elegir a las mujeres con las que deseaban intimar a tener sexo, y cuando esto ocurría, la puerta de la casa donde se encontraba el gobernador con la mujer elegida, era adornada con los cuernos del alce, en signo de su presencia. Si la mujer estaba casada, el marido mostraba felizmente orgulloso a sus vecinos el adorno de la cornamenta, como señal de que el jerarca o gobernador estaba allí en su casa. De esta costumbre salió la famosa frase: «Te pusieron los cuernos» o «Eres un cornudo», en referencia a esta costumbre antigua.
Según dicen los diccionarios, «cornudo” es todo hombre cuya mujer es infiel». Poner los cuernos deriva del viejo símbolo del buey, ese viejo animal castrado, que se somete paciente al trabajo que le impone su amo. El símbolo del buey, sometido y castrado por el amo. De ahí, que se refiere que los maridos o esposas infieles, le pongan los cuernos a su pareja. Esta expresión empezó a usarse en la península Ibérica hace cuatro siglos, pero pronto se extendió al resto de Occidente. Los cuernos ridiculizan al marido que no tiene fortuna, poder de mando o potencia sexual para mantener la fidelidad de su esposa. A esto se suma que los adornos ridículos en la cabeza sirven a menudo como castigo, por ejemplo, las orejas de burro en las antiguas escuelas.
El término «cornudo» se asimila al de «cabrón». Una de la acepciones del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) que tiene relativa a «cabrón» es: «Dicese del macho que su hembra se acueste o practique el sexo con otro». En la antigua Grecia, la mujer adúltera le decía al marido en broma «qué cuernos tienes», refiriéndose a la virilidad de los toros de lidia, siendo consciente de que se acostaba con otro hombre. El marido cornudo, quedaba complacido y halagado. Muchas veces se hace referencia a los cuernos del buey, que es el toro castrado, impotente y sin fuerzas. En la jerga taurina, el torero engaña al toro, generalmente en forma reiterada. Tauromaquia: arte de torear o lidiar toros. También: «poner los cuernos en capa del torero». Torear: Lidiar toros, entretener con engaños; hacer burla o molestar a uno; provocar o hostigar.
En una situación de causa y efecto, de consecuencia o reciprocidad, si tu pareja es infiel, como consecuencia pagas de igual forma, con honrosas excepciones según la escala de valores; en el caso de las mujeres se genera posterior a la infidelidad de su pareja, en el caso de los varones como un trofeo o deseo sexual. La persona que es infiel a su pareja en la mayoría de casos sucede por que una de las dos persona no esta satisfecho con su pareja, sintiendo la necesidad de acudir a quien si pueda satisfacerle; también muchas personas son infieles por instintos primitivos o promiscuidad, pues le gusta tener más de una pareja, aunque ame a su pareja formal.
Los cuernos son símbolo de infidelidad en cualquier relación de pareja o matrimonio; poner los cuernos significa‘ser infiel al marido o a la mujer’. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) será: ‘infidelidad matrimonial; en este diccionario también hay vestigios de que ‘la ofensa es mayor si la sufre el varón, limitando la definición de ‘cornudo’ al marido cuya mujer le ha faltado a la fidelidad conyugal, conservando el sentido recogido en el Diccionario de Autoridades de 1729: “Cornudo: Metaphoricamente se le da este nombre al marido a quien su mujer ofende, bien que lo ignore, o lo consienta (Lat. Churruca).” En este mismo Diccionario encontramos encornudar o cuernar: ‘consentir el marido que su mujer sea mala, y le ponga los cuernos, a voz publica y jocosa’.
Entre los Vikingos cuando se iban de expediciones y volvían a sus casas después de mucho tiempo, si encontraban unos cuernos colgados en la puerta de su casa, era por que había otro hombre con su mujer. En las aldeas Vikingas cuando llegaba el jerarca o noble vikingo de visita en las aldeas, tenía el derecho de intimar a la mujer que quisiera de los aldeanos, tanto mujeres solteras o casadas, cuando se les antojaba solazarse con alguna de las mujeres de sus vasallos. Cuando elegía la que quería, se dejaba el casco en la puerta de la casa de la elegida, para que todos supieran que ya estaba ‘ocupado’, que no molestaran, al objeto que padres, maridos o hermanos no entraran en la casa si volvían de trabajar de las tierras. Poner el casco (cornamenta) vikingo en casa de la mujer de otros vikingo se le llamaba ‘poner los cuernos’, por la cornamenta que tenía el casco. Así se anuncia que la mujer estaba con otro hombre.
Cuando un hombre se marchaba a la guerra o navegar, transcurriendo una serie de años, la mujer de éste se aburría, necesitando sexo, o la necesidad de tener a otro hombre, que la mantuviera y la defendiera, lo que hacía que ésta se buscara otro hombre, como señal de «ocupado», así las mujeres colocaban en los pórticos de las puertas el casco del nuevo hombre, para que en el caso de que el marido anterior volviera de la guerra, que viera el casco, sabiendo que su esposa estaba con otro hombre. De ahí también viene la expresión «poner los cuernos». Cuando regresaban a su aldea, la gente de su tribu les hacían fiestas para recibirlos, en estos festejos, los hombres de la tribu que se habían quedado y habiendo disfrutado de las mujeres temporalmente, sabían cuales eran los maridos engañados, como broma era la costumbre que les pusieran a los que ahora serían «cornudos», una especie de casco con dos cuernos, que eran la gran mayoría de los tripulantes. El engaño en ese tiempo no era mal visto como ahora, siendo habitual también la poligamia o la poliandria como costumbre tribal. Igualmente casi siempre los Vikingos volvían a sus pueblos con mujeres que habían capturado en sus viajes, que las convertían en nuevas esposas.
Durante la Edad Media, se ofendía el honor de un hombre casado arrojando huesos o cuernos en la puerta de su casa, para pregonar que en ella había entrado el pecado. Por esta razón, casi todos los Fueros de las ciudades medievales castigaban esta acción: “Todo aquel que cuernos o huesos echare sobre casa ajena, o ante las puertas los pusiere, peche cinco maravedis” (Fuero de Ášbeda, 1251) – [La misma disposición se encuentra en los Fueros de Zorita de los Canes, de Plasencia, de Béjar, de Teruel, etc.].
En la Edad Media se castigaba el adulterio de la esposa adúltera, con azotes a la mujer en la plaza pública, siendo marcada con hierro hervido entre los pechos de la mujer una letra A (estigma de Adultera), con el escarnio público, obligándola a la víctima semidesnuda con el cabello cortado al ras a desfilar por las calles de la villa, montada en una mula o burro. También existió una tradición en donde junto con castigar a la mujer se castigaba al hombre consentidor e ignorante que debía pasear por la plaza con unos cuernos portando sobre sus hombros a la cornamenta de un ciervo de las que pendían unas campanillas. De ahí viene los cuernos, para el que lo realiza o padece se supone que resulta vergonzoso. Así los maridos de esposas disolutas, cuando ellos consentían a las infidelidades de su cónyuge, se les condenaba a salir a pasear por las calles, llevando sobre su frente un par de cuernos o una corona de los mismos, mientras la esposa infiel se le azotaba en las espaldas con una ristra. La pena se imponía porque era un atentado contra la familia tradicional, base de la sociedad cristiana del medioevo, además que al ponerle ‘cornudo’ se le asemejaba al buey, un toro de faena, castrado e impotente.
El término poner los cuernos viene también de las luchas que realizan los bóvidos en la época de celo. En este caso, los dos ciervos, cabras, toros, etc. luchan denodadamente dándose golpes con sus cuernos para atraer y conseguir el mayor número de hembras, aunque también mientras los dos machos dominantes están en plena lucha, los mas jóvenes o débiles aprovechan su despiste y fragor en la batalla para montar a las hembras. Esta relacionado con la costumbre de castrar a los toros para engordarlos y matarlos para comer su carne o para dedicarlos a duras faenas del campo. Este animal al ser castrado, pierde todo interés por el sexo opuesto (la vaca), además de volverse manso y pasa a llamarse buey. En los corrales de cría y engorda de reses se pueden tener cientos de bueyes, pero unos cuantos toros y además separados. Cuando llega el momento en que las novillas (vacas jóvenes) requieren de aparearse con un toro para poder dar leche y para criar, entonces se trae al toro, el cual se monta sobre una o varias vacas aún delante de los bueyes, los cuales solo se agachan.
Es pues que el termino «buey» se aplica a los maridos que tienen mujeres a quien otro u otros hombres las montan, cuando ellos ni se enteran (el marido suele ser el último en enterarse). Como insulto se aplican el término «buey», una manera de decirle «cornudo», o «te ponen los cuernos» o que su mujer lo hace «buey». Esto a degenerado, ahora también entre las mujeres, que dicen a su marido que le pone los cuernos, para que se oiga mas agresivo que decirle que le es infiel.
El buey puede asemejarse al eunuco castrado de los palacetes del Imperio Romano, que eran esclavos que custodiaban a los harem de concubinas de los emperadores y nobles patricios. En el feudalismo, los señores feudales, eran dueños de haciendas, personas y vidas, no permitían cazar en sus territorios, los siervos no tenían más propiedad que la esposa. Entonces el noble y el siervo hacían un pacto: el siervo consentía que su mujer se acostase con el señor feudal, y a cambio se le permitía cazar en las tierras del noble. El resultado es que el noble quedaba satisfecho, el siervo podía lucir en su casa la cabeza de un venado disecado, que podía lucir orgulloso gracias a su mujer que era la artífice de este hecho carnal. Luego con el devenir del tiempo la expresión se vulgarizó hasta el punto de que se llamó «cornudo” a todo aquel o aquella que sufría una infidelidad, aunque la esencia de los «cuernos» era el consentimiento, en que se aceptaba, a cambio de un favor.
«Poner los cuernos» es una expresión que se da cuando la pareja en efecto y de hecho sostiene relaciones sexuales con otra pareja, generando un concepto de infidelidad. La infidelidad como tal abarca la falta de confianza, sinceridad y lealtad que una persona posee en otra de buena fe. Se puede ser infiel tanto de hecho como de pensamiento, pero la mayoría de las veces conlleva a ejecutar una acción de infidelidad contra la pareja. En la actualidad las personas no son sinceras en las relaciones de pareja, tanto hombres como mujeres, teniendo sexo con quien les parezca, pues se vive por el placer, el goce máximo o el bienestar propio, relativo a una cultura hedonista e individualista, así los sentimientos se frustran, aunque muchas personas aprenden a no mezclarlos en su vida sexual.
En el Diccionario de la Real Academia de Lengua Española (DRAE), el término alude a: «aquel que consiente el adulterio de su mujer»; se agrega un nuevo matiz: “que es dentro del matrimonio”. La expresión original alude a una cultura machista en la que la esposa era propiedad del marido, donde éste «mercadeaba» con ella. El llamado «derecho de pernada» (prima noctem) en su origen no fue como imposición nobiliaria, sino un pacto entre siervos con el noble – al que se le atribuían atributos divinos – conferido por las iglesias clericales, como en toda aristocracia y teocracia – para poder obtener mejores cosechas. Surge entre los visigodos y nórdicos, como una cultura cristiano – pagana, pero que llega aún hasta nuestros días. Al noble se le presumía «honor», pues no mercadeaba con su esposa, teniendo «limpieza de sangre» (“sangre azul”), sus hijos eran «legítimos»- a excepción de los bastardos (ilegítimos), de los que no quería saber nada – y un plebeyo, sólo le quedaba la «honra», que era la presunción que él no entregaba a su esposa para obtener favor alguno.
Como ejemplo de honra, orgullo u hombría, conocemos a William Wallace, el guerrero escocés que lucho contra el domino ingles, popularizado en la película de cine ‘Corazón Valiente’, donde aparece iniciando una rebelión por la libertad escocesa, iniciada originalmente cuando se niega al ‘prima noctem’, siendo asesinada su amada por el señor feudal. Así les dice: «Todos los hombres mueren, pero no todos los hombres viven realmente. Lucha, y puede que mueras. Huye y vivirás, un tiempo al menos. Y cuando estés en vuestro lecho de muerte dentro de muchos años, ¿no cambiaréis todos los días desde aquí hasta entonces por una oportunidad, sólo una oportunidad, de volver aquí y decir a nuestros enemigos: pueden quitarnos la vida, pero jamás nos quitarán la Libertad». [William Wallace; patriota – mártir escocés ejecutado por Inglaterra en 1314].
En la cultura americana producida del colonialismo europeo ibérico en América, surge una forma de feudalismo que establecía al colono como señor de haciendas y vidas en vasallaje de indios, negros esclavos o trabajadores mestizos y criollos. La población indígena fue en gran medida exterminada o avasallada. Así los colonos en América conquistaron reinos indígenas, mataron a hombres o hacían concubinas a sus mujeres, traficaban esclavos negros desde el África, a los cuales tenia el mismo destino, hombres y mujeres negros serían esclavos en América.
El termino mexicano de Chingada se considera malsonante como mujer prostituta o promiscua, así como ‘chingar’ se refiere a ser sometida o dominada por el acto sexual. El termino Chingada fue dado por los indígenas náhuatl a la Malinche (Doña Marina), una princesa indígena de la tribu tabasco que fue entregada como esclava concubina al conquistador español Hernán Cortez – con quien tuvo un hijo – que además sirvió a los españoles como espía para la conquista y derrota del Imperio Azteca en la llamada ‘Noche Triste’ de la caída de Tenochtitlan (México), donde ocurrió una gran matanza de habitantes, siendo el emperador azteca, Moctezuma, hecho prisionero, atado a un árbol, quemado los pies y asesinado [Bernal Díaz del Castillo, “Historia Verdadera de la conquista de Nueva España”].
Así en las culturas indígenas, afro-americanas o criollas de América, sujetadas históricamente al vasallaje en estas tierras, muchas mujeres terminaron sometidas al deseo del señor, virrey o hacendado colono de la península, siendo estigmatizada como ‘chingada’. En la colonización, el indio y negro, no podían mirar al blanco al rostro, pues eran azotados en la plaza pública; en ocasiones las mujeres eran violadas delante del marido y de los hijos. Lo cual genero muchas rebeliones contra peninsulares y clero, tal como Simón Bolívar al declararles la guerra a muerte, posterior a la campaña admirable. Estar ‘cabreado’, era termino de una furia rebelde por emanciparse del yugo opresor; ser cabrón confería una fuerza salvaje dispuesto a acabar contra quienes se interpusiesen en el camino de ser libre. De allí que en América también la palabra ‘cabrón’ esta relacionado a una persona sin ningún temor ni escrúpulos algunos, que no le importa nada con nadie y que esta dispuesto a todo para obtener sus objetivos.
Karl Marx en «la Sagrada Familia» explica a la relación de propiedad de la esposa con respecto al marido en la antigÁ¼edad. Sigmund Freud hace referencia a la relación «totem y tabú», donde el macho primordial (macho alfha), era el único que tenía acceso a las hembras; además en su otra obra titulada «El tabú de la virginidad», alude a culturas atrasadas donde es tabú tradicional que una mujer debe ser virgen antes al matrimonio. En el ‘Diccionario Infernal’ de Jacques Albin Simon Collin de Plancy, encontramos una explicación desde el punto de vista cristiano: “Preciso es que el adulterio sea un muy grave pecado para que la mujer que se halle en este caso haga llevar a su marido las armas de los demonios. Poner los cuernos viene de nuestra madre Eva, la cual habiendo obtenido de Satanás, el par de cuernos que llevaba en la cabeza, los regaló a su marido.”
Los cuernos, como símbolo fálico, pueden representan virilidad, poder político e incluso sabiduría. También están prestigiados, por su belleza o supuesta potencia sexual, entre algunos animales que los poseen (ciervos, venados, toros). Pero los símbolos aplicados a quien no le corresponde – de forma afectiva o sexual – lo ridiculizan por carecer de lo originalmente simbolizado. Así los bóvidos son animales que llevan cuernos o elevaciones por encima de su cabeza, como aquellos que se emparejan al libre celo de la naturaleza primitiva. La realidad es que las mujeres y los hombres suelen ser de naturaleza promiscuos por instinto sexual, aunque la cultura de la sociedad civilizada ha obligado en la tradición de la monogamia. En época prehistórica era costumbre tribal tanto la poliandria como la poligamia. De allí que la mujer puede ser como meretriz cortesana de los señores, dando favores sexuales a los hombres que tengan mayor poder o fortuna.
«Quien tiene mal de culpa, quien peca por la paga, o quien que paga por pecar, si juntos van diablo, carne y mundo» [Sor Juana Inés de la Cruz]. «El fin esencial de la mujer es servir de complemento al hombre, así la vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera disimular, no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse» [Pilar Primo de Rivera]. «La mujer perdona las infidelidades, pero no las olvida; y el hombre olvida las infidelidades, pero no las perdona» [Severino Catalina]. “Quien este libre de pecado que lance la primera piedra” [Jesús de Nazareth, al detener la lapidación de Maria Magdalena].