Los lectores más habituales de mis artículos y reseñas conocen bien la tendencia que tengo a escribir de libros añosos o peculiares, o de sacar a la palestra autores raros; incluso de escribir acerca de títulos releídos, o de aquellos que destilan en mi cabeza buenos recuerdos de lectura. Si se adicionan alguna de estas características, mejor que mejor.
Todos hemos leído alguna vez a ciertos autores que, por publicar con penuria o por desaparecer del panorama editorial en determinado momento, quedan desubicados en nuestros archivos mentales. Desaparecen de pronto y ya está, nos vemos obligados a recluirlos de repente en un halo de olvido indeseado. A mi me sucede algo así con Eiroa y sus novelas.
Ramón Eiroa, quien fuera finalista del prestigioso premio Eugenio Nadal allá por el lejano año de 1980 con su novela Notas para la aclaración de un suicidio, regresó a la palestra literaria dos años después con una novela que lleva por título Musgo verde oscuro.
He intentado seguir el rastro de este singular autor gallego sin conseguirlo a satisfacción, pues hay que reconocer que no abundan las noticias acerca de su obra o su peripecia vital.
El autor, nacido en Camariñas (La Coruña), de tardía vocación en lo literario, consiguió hacerse con varios galardones, entre ellos el premio Ciudad Real de novela (1976), conquistado con Pozo Levante. Por cierto que la primera edición de esta obra apareció en los anaqueles de las librerías en diciembre de ese mismo año respaldada por El Reino del Corazón de Jesús, en la colección Síntesis.
Edival Ediciones fue la encargada de publicarle, a fines de 1978, Cuando llores por mí, Julia. Luego le tocó el turno a Notas para la aclaración de un suicidio, publicada por Destino en marzo de 1981. Orbis preparó una segunda edición de esta novela en 1985.
Consecuencia de su relación precedente con Ediciones Destino, en abril de 1982 sale al mercado Musgo verde oscuro, integrada igualmente en la prestigiada Colección Áncora y Delfín.
Con este libro, Eiroa pretendía abrirse paso en el intrincado planeta de la narrativa contemporánea. Y es de ley reconocer que parecía saber cómo hacerlo.
Portada de la novela
Su novela, una mezcla de fantasía y sencillez, se traduce en avalancha de palabras llanas, en vorágine de momentos encadenados con regularidad y, en definitiva, en continuas rupturas con ese clasicismo que mide y ordena cada expresión, cada signo de puntuación, cada frase. Aquí, desde luego, no se da precisamente ninguna ordenación regulada y clasicista, sino que a veces el lector incluso echa un poco en falta la línea recta del relato tradicional. Todo parece sacrificarse en aras de la naturalidad, de la oportuna expresión, de la fluidez y de la historia misma que se narra.
Leyendo esta novela, uno puede sacar la conclusión de que importa más lo que se cuenta que la forma de relatarlo. Y es que las maneras, los estilos -y en este caso el del autor que nos ocupa- no tienen por qué sujetarse a los incómodos grilletes de los patrones al uso. Nunca está de más el hallazgo de nuevos cauces y modos de contar una historia. El intento, al margen de alguna que otra posible sutileza que no hace al caso, creo que merece la pena. Desde luego, otra cosa bien distinta es dar en el clavo y conseguir en redondo el resultado apetecido.
Eiroa nos ofrece, con Musgo verde oscuro, una novela de ambiente gallego cuya acción se centra, fundamentalmente, en torno al devenir curioso de los Serantes, una familia que, de la nada, consigue el respeto y la sumisión de toda la comarca en dos o tres generaciones.
La trama se alimenta con generosidad del inconfundible paisaje gallego, así como de costumbres y tradiciones ancestrales, de filtros amorosos, de meigas buenas y de un cierto erotismo subyacente que arropa y entona, de manera oportuna, el contenido prioritario de la historia. Una historia que, a pesar de lo precipitado del desenlace, acaba dejando un sabor de boca digno y aceptable.
Á‰ste que les habla conoce la edición, en diciembre de 1987, de Los cenicientos, obra publicada en primera instancia por Ediciones Mensajero. Antes de dos meses, este título se reimprime en Desclée. Y es en este punto donde un servidor le pierde la pista a Ramón Eiroa, escritor en el que originalidad y desarreglo se dan la mano en dosis parecidas.
Si de algo valiera el consejo de este modesto comentarista, les diría que procurasen localizar Musgo verde oscuro en la biblioteca. Vale la pena adentrarse en sus páginas y sentir el vértigo suave de una pluma heterodoxa y al tiempo razonable, pálida y a la vez interesante.
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