El aislamiento voluntario ha sido tratado en muchas novelas con mayor o menor acierto. Desde luego que no es un tema fácil porque está inmerso en la amplitud metafísica del ser, es decir, en el interior de las personas. Y no es poca cosa, debido a la complejidad de nuestra especie. En Pan, de Knut Hamsum, el aislamiento voluntario del protagonista, el teniente Glahn, ha sido abordado de forma magistral. Para ser una novela de a penas ciento sesentaiuna páginas realmente atrapa al lector porque nos cuenta una historia que podría ser real por su verosimilitud; por su cercanía a lo factible o posible. En una novela, cuando la frontera entre la ficción y la realidad se vuelve imperceptible es que estamos ante una gran obra literaria. Y esto ocurre en Pan.
La primera parte transcurre en los hermosos parajes del norte de Noruega, en un verano que se va degradando hasta convertirse en invierno. Simultáneamente, la vida del teniente Glahn también se va degradando a medida de que su condición de ermitaño se ve alterada por la presencia de una serie de personajes. Si bien en su aislamiento voluntario él busca la soledad y la tranquilidad, vivir de la caza y pesca y disfrutar de la belleza de Nordland, tarde o temprano ocurrirá sobre todo algo que afectará completamente sus planes: la aparición de Edvarda, una musa singular que despierta en él una retahíla de contradicciones y de situaciones extremas.
En las ciudades es más probable, lógicamente, que ocurran cosas, pero trasladarse al mundo rural, a fusionarse con la naturaleza, también conlleva una sucesión de hechos de otras magnitudes. Siempre ocurrirá algo aunque el esfuerzo por evitarlo sea perecedero e inútil; aunque el aislamiento voluntario trate de evitarlo a toda costa. En este caso, Edvarda, una joven y perturbadora mujer, cambia el tiempo, modifica el espacio y transforma la velocidad de los hechos. En aquel Edén, Edvarda es Eva y el teniente Glahn, Adán. Sin embargo, su paraíso empieza a mutar y se hace insostenible la permanencia del teniente en aquellas tierras. Tendrá él que hacer sacrificios y sacrificar algo querido; sacrificar un sentimiento para ganar otro. O para perderlo, según se mire. Esopo, su perro fiel, será la ofrenda que Glahn ofrecerá a un dios desconocido: el destino. Hay actitudes que están latentes en el ser humano y sólo hace falta que alguien los motive para que ser testigos de sucesos extraordinarios y disparatados. Todo eso ocurre en esta breve pero fascinante novela de Hamsum, porque no se trata sólo de una historia de amor como muchas otras, sino que la riqueza del carácter de cada uno de los personajes hace de esta historia una unidad compuesta por matices psicológicos y de aventuras.
El aislamiento voluntario puede darse en distintos escenarios y, como ocurre en Pan, la segunda parte, y final, tiene lugar en la jungla de la India. El destino vuelve a ser una pesada carga sobre los hombros de Glahn. Por un lado, su aislamiento no sólo es físico sino también espiritual o emocional. Á‰l, aunque fue un excéntrico sabía bien qué era lo que quería. Y es en estos paisajes tórridos donde otra vez la presencia de una mujer va a ser determinante en la vida del teniente. El destino, aquel dios desconocido al que trata de evitar, irá a por él y lo sabe. Glahn, fiel a sus principios se dejará llevar por los mandatos de su destino. Demuestra de aquella manera una firmeza inquebrantable en sus convicciones, equivocadas o no. Nuestro héroe será siempre él mismo, con sus errores y aciertos. La sombra de Edvarda le perseguirá hasta el fin. Como dije anteriormente, sólo basta que el destino se confabule contra alguien para que desencadene una serie de hechos que cambiarán el rumbo de todo. Edvarda era esa motivación que cambió la vida del teniente Glahn. Ningún aislamiento voluntario podrá evitar el contacto con las emociones. Es por eso que Glahn cruzó del continente europeo al asiático y no pudo purificarse nuevamente.