Alto, flaco, rubio y ojos claros; auto importado, y sobre su muñeca izquierda un dorado “Rolex” que luce despreocupado.
Su profesión: modelo.
Asiduo parroquiano de las noches porteñas e infaltable concurrente de las veraniegas playas de moda. Su ingenua mirada refleja en espejo la precariedad de su lenguaje; fiel retrato de su impronta negación al compromiso; también por su convicción narcisista y apolítico.
Tolera el poder que representa el dinero; aborrece sin piedad a los que sufren la escasez del mismo.
Así es Damián: el tipo ideal para nuestras señoritas de clase media.
“Fachero”, carilindo destacado en cuanta propaganda gráfica y televisiva aparece.
Se destaca por las intrascendentales anécdotas como componente de nuestra vernácula farándula.
Desde un famoso Hotel, por supuesto y como no podía ser de otro modo, cobró por participar en un desfile a “beneficio” de un hospital para niños/as de escasos recursos.
“No me importa la historia ni el futuro: hay que vivir el hoy…”, se le escucha decir desprejuiciado ante la aceptación absorta y complaciente de sus familiares y amigos/as, que ven en él, al referente actualizado de Isidoro Cañones.
Prototipo en quien la “gente media” proyecta su fantasía; su consciencia encarnada…visión del éxito social.
¡Qué daría por ser como él!, suspiran silenciosamente sus perdidosos/as admiradores/as. Algunos/as, intentan infructuosamente en imitarlo; otros/as, trasladan a sus hijos/as en forma de deseos, sus infortunios.
En el periódico aparecen dos anuncios. Se destaca en la misma página, el llamado al casting para un programa de televisión de intensa audiencia; frente aquél e imperceptible, emerge la invitación a inscribirse a carrera de grado…
¿Cuál será la opción de nuestra medianía, ante estas dos opciones? No lo dude, el cinismo es parte de ella, y no titubeará en la posibilidad de “salvarse”.
“Quiero que mi hijo/a triunfe”, se le oyó decir a una desesperada madre, frente al set de TV.
¿Á‰xito o fama?, pareciera ser la pregunta: La respuesta no admite dicotomía: cualquiera de las dos, o ambas a la vez.
Catorce, Trece, Doce…sigue la cuenta regresiva de las edades requeridas para estas nuevas profesiones como: “futuros modelos”.
– ¡”Son demasiados jóvenes para esta labor”!- se horroriza la clase media.
– “Deberían terminar sus estudios”.- se sorprenden, otras/os.
– “Bueno, después de todo prefiero que estén en una pasarela, que de cajeros…”.- se justifican.
Alguien interrumpe en destello, “¿y el futuro de ellos?”…- “Hay que pensar en el hoy; ¿qué sé yo que pasará mañana?”, le increpan al unísono.
Damián sigue haciendo escuela. ¡No te mueras nunca!, gritan histéricas/os desde las profundidades de sus sub-conscientes.
La estrella de Damián ilumina los exitosos pasos…de la mediocridad.
Sobre la frustración de otros/as, se agazapa sigilosamente…la violencia.