Varias organizaciones de la sociedad civil han lanzado campañas para ayudar a las personas más necesitadas en España. En años anteriores, muchas iniciativas se dirigían a las poblaciones de otros países, pero el empobrecimiento de la sociedad española por la crisis y por la respuesta política acerca las necesidades aquí, a la vuelta de la esquina. Miles de voluntarios de Cruz Roja Española distribuyen las donaciones del Banco de Alimentos, que recibe toneladas de comida en buen estado pero desechada por las excesivas normas de caducidad de restaurantes, hoteles y supermercados.
Circula por Internet una iniciativa que anima a muchas personas a comprar un kilo de harina, de lentejas, de arroz, de garbanzos, de alubias o frijoles, de pasta, de azúcar, de patatas y un litro de aceite de girasol. Luego lo llevan a un comedor social o a instituciones de confianza en distintos puntos de la ciudad que reparten estos alimentos. Cáritas lo hace desde parroquias que distribuyen las donaciones entre familias necesitadas. Este año han aumentado también las donaciones de ropa y de juguetes en buen estado: nada de calcetines con agujeros o un solo zapato, muñecos sin cabeza o cochecitos sin ruedas, aunque algunos digan que es “mejor que no tener nada”. Algunos padres sensibilizan a sus hijos para seleccionar los juguetes que van a regalar cada año.
Hay quienes desconfían de la eficacia de estas iniciativas, a las que consideran una simple limosna. No se puede dar en caridad lo que se debe en justicia. Pero sólo existe antagonismo entre ambas virtudes cuando la caridad o la compasión sirven de parche y perpetúan las causas de las injusticias. Muchas personas contribuyen a que los más necesitados puedan atender a sus necesidades básicas mientras se manifiestan para denunciar deficiencias del Estado y las medidas para salir de la crisis. Las calles y las redes sociales sirven para crear conciencia y proponer alternativas para una auténtica transformación social.
La compasión y otras actitudes solidarias forman parte de la reparación de injusticias cuando se transforman en compromiso. La abolición de la esclavitud, el fin de la segregación racial y la respuesta a muchas atrocidades han nacido de personas que hicieron propio el dolor ajeno. Después, la compasión puede transformarse en compromiso.
Estas campañas sí resuelven las necesidades del día a día para mucha gente mientras se denuncian las medidas políticas y económicas. En España, cada vez más familias de clase media acuden a comedores sociales y sucumben a lo que se conoce como pobreza vergonzante. No está peleado con la justicia contribuir a que estas familias tengan cubiertas sus necesidades básicas para que puedan dedicar tiempo y energía a buscar trabajo y a impedir el desahucio por deudas hipotecarias abusivas.
Muchas organizaciones de experiencia contrastada en el ámbito social trabajan con voluntarios sociales que asumen su compromiso con la justicia, conscientes de que su contribución va más allá de la limosna. Informan a los voluntarios sobre los objetivos que buscan en el ámbito de la justicia social. Para formar parte de las organizaciones, los voluntarios se forman en actitudes y aptitudes para realizar mejor su trabajo y saber manejarse en distintos entornos de exclusión social. No sólo importa lo que hacen, sino también cómo lo hacen porque no es lo mismo hacer voluntariado en la calle, con personas sin hogar, que en las cárceles, en los hospitales con enfermos que no reciben visitas, en la casa de ancianos que se encuentran solos, o con niños inmigrantes.
Los voluntarios aportan también de forma económica con el fin de sostener la estructura que garantiza la formación, ofrecida por profesionales que trabajan en estas organizaciones, los materiales, el trabajo con los medios de comunicación y la coordinación del trabajo.
Además de dar de comer, de ofrecer techo y atender necesidades básicas, organizaciones como Cáritasy Cruz Roja han contribuido al diagnóstico de pobreza y exclusión social desde las que se construyen nuevas respuestas ciudadanas. El desprestigio de las instituciones políticas y la política en sí no impide que las personas se organicen y aporten propuestas a favor de la justicia social, aunque no dejen de exigir responsabilidad a sus representantes.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)