Yo: Llevo unos días leyendo lo que escribes.
Superyo: ¿Y qué te parece? ¿Te gusta?
Yo: No sé, la verdad es que no dices nada interesante. Utilizas la retórica bien, como siempre, pero en el fondo no aportas ningún dato nuevo.
Superyo: No sé a qué te refieres. La retórica es un dato en sí mismo, aporta belleza literaria.
Yo: Calificar esos articulillos que escribes como de literatura es un tanto presuntuoso, ¿no crees?
Superyo: Según se mire.
Yo: Es más, ¿qué te hace pensar que tienes algo que decir? ¿Qué te hace pensar que a la gente le interesa lo que escribes?
Superyo: No escribo para la gente.
Yo: ¿Para quién escribes entonces?
Superyo: Para mí mismo.
Yo: Venga, cuéntame otra milonga.
Superyo: No, no, en serio, escribo para mi propia satisfacción, para mi propia necesidad.
Yo: ¿Es ahora cuando me hablas del prefacio de Capote en ‘Música para camaleones’?
Superyo: Iba a hacerlo, pero si te pones así me lo callo.
Yo: ¿Quieres saber lo que yo pienso?
Superyo: En realidad, no, pero sé que me lo vas a decir de todas formas, así que adelante.
Yo: Creo que escribes para sentirte importante, para creerte algo más que el resto de la gente, para salir de la mediocridad en la que vive la sociedad actual.
Superyo: ¿Es mala la mediocridad?
Yo: Sin duda.
Superyo: No estoy de acuerdo. La mediocridad es una virtud, despreciada y repudiada, pero una virtud al fin y al cabo.
Yo: Explícate
Superyo: La mediocridad es la cualidad de no destacar, de formar parte de un colectivo y no destacar en él. Es decir, la cualidad de saber adaptarse a ese colectivo. Y el ser humano, en definitiva, es un ser social, por lo que su último objetivo debería de ser adaptarse al colectivo del que forma parte, sin destacar. Por eso la mediocridad es una virtud.
Yo: Entonces, tú eres un mediocre.
Superyo: No, yo no he dicho éso. A mí me gustaría llegar a ser un mediocre alguna vez, ese es mi sueño, tender a la mediocridad. De momento, me conformo con ser ajeno a la sociedad, con no encajar como me gustaría, por no comprenderla como debería, por no compartir sus ideales. Me encantaría llegar a ser un mediocre, formando un uno con la sociedad. La sociedad y yo, yo y la sociedad.
Yo: Tú me estás hablando de la mediocridad en el ámbito de la sociedad, pero, ¿qué me dices de la mediocridad en las artes, y en este caso concreto, en la literatura?
Superyo: La mediocridad en las artes no es más que un fracaso en la creación. Digamos que en las artes la mediocridad no es una virtud, sino una falta.
Yo: ¿Y tú caes en esa falta?
Superyo: Constantemente. Para que me entiendas, en la sociedad me gustaría llegar a ser mediocre, pero no lo logro, mientras que en la literatura que huyo de la mediocridad, estoy instalado en ella por los tiempos de los tiempos.
Yo: Interesante.
Superyo: Y el problema es que demasiados escritores mediocres hacen por destacar en la sociedad, equivocándose, porque lo que deberían de hacer es destacar en su literatura y ser mediocres en la sociedad.