Es una mañana calurosa del mes de junio de 2012. La sede del Parlamento Andaluz, en Sevilla, acoge a José Chamizo, Defensor del Pueblo de Andalucía que se dirige a sus señorías con estas palabras: “La gente está muy cabreada con ustedes, no sé si lo saben, está muy enfadada porque los ven todo el día en la peleíta; la gente está hasta el gorro de todos ustedes… por favor, por favor, un ejercicio de buena voluntad y un ejercicio de avanzar por resolver los problemas que tiene el personal”. Malestar, caras largas, incomodidad, alguna que otra sorpresa, ceños fruncidos, pero, sobre todo, cabreo generalizado. Se escucha de fondo el afilar de navajas, porque es sabido que los políticos ni olvidan ni perdonan.
Poco han tardado PP, PSOE e IU en negociar, en pactar, por unanimidad, el relevo del cura Chamizo que, hace unas semanas, ha sido destituido de su cargo. El pacto contra Chamizo es el paradigma de la capacidad que tienen los grandes partidos (PP y PSOE) para perpetuarse en el poder. Han tardado en llegar a este acuerdo el mismo tiempo que tardaron sus señorías andaluzas, también por unanimidad, en convenir (con la que está cayendo) la elevación de las dietas por alojamiento y manutención del presidente de la Cámara y de los portavoces adjuntos de los partidos. Y es que cuando se trata del puchero de uno, siempre existirá voluntad política.
A nivel nacional, sin embargo, no ha sido posible el pacto hasta hoy. Parece que PSOE y PP no encontraban motivos suficientes como para sentarse a negociar. Claro que se trataba de los problemas de otros: el paro con una cifra de 6,2 millones y una tasa desempleo del 26,80% (el desempleo juvenil en el 57,22%), la deuda pública cercana al billón de euros (casi el 90% de nuestro PIB), el rescate de la banca (esa misma que ha saqueado a miles de ignorantes pensionistas con sus preferentes), el trauma social de los desahucios o el galopante deterioro de las instituciones (incluida la Casa Real). Todo ello les parecía insuficiente a los mandamases del bipartidismo. Nada por lo que pactar.
Pero ahora sí, ahora parece ser que PP y PSOE están dispuestos a alcanzar acuerdos, a hacerse la foto frotándose el lomo. Curioso que es precisamente ahora cuando el CIS no hace más que lanzar señales de aviso de la irrefrenable caída en su intención de voto, y del desapego que la ciudadanía siente por los dos grandes partidos. Ahora, y no antes, es el momento de llegar a acuerdos. Claro que lo que ahora se ventila no es el destino de España, sino precisamente el de su manduca. Y, ya se sabe, que con lo de la pitanza no se juega.