Voces incómodas. ¿También la suya?
Es noticia que en Rusia se mata impunemente a los homosexuales por decir la verdad sobre sí mismos; es noticia que alrededor de setecientas personas entre periodistas y defensores de la Tierra y los derechos humanos han perdido la vida en algunos países de América Latina por poner al descubierto la verdad y chocar contra los clanes de la mentira y el expolio.
Es noticia igualmente el terremoto diplomático que un espía arrepentido ha provocado por poner al descubierto que estamos siendo tele escuchados por el “Gran Hermano” del Poder mundial. El espía arrepentido no es un terrorista, no es un mal patriota como dicen sus antiguos jefes (¿y qué tontería es esa del patriotismo?) sino una persona que ha elegido decir la verdad de acuerdo con su conciencia. ¿Qué teme este engendro orwelliano del Sistema que no deja de observarnos inquieto a través del ojo de sus cerraduras electrónicas como una portera entrometida y miedosa? ¿O es que la verdad es subversiva por su propia naturaleza y resulta ser prioridad descubrirla en lo recóndito de nuestras mentes?
¿Qué mueve a los poderes mundiales a espiarnos a gran escala y esconderse ante la verdad? ¿Será que han globalizado la mentira para vivir de sus rentas? ¿Estamos, pues, en manos de mentirosos compulsivos? Muchas preguntas podemos hacernos con todo derecho, pues no creo que nosotros, los ciudadanos, hayamos dado permiso a esas gentes para saber qué decimos por teléfono o qué cosas íntimas guardamos en nuestro computador. Se excusan en el terrorismo. Qué oportunamente les sirve a sus propósitos. Universalizar la amenaza terrorista es la coartada perfecta para restringir o quitar derechos y libertades, espiar a quien les parezca o quitar de en medio a quien les obstaculice sus planes o los cuente en los foros, como antes sucedió con las famosas filtraciones del soldado recientemente condenado s muchos años de cárcel por poner negro sobre blanco lo que se cuece en las cocinas del Gran Hermano.
Con tenacidad ejemplar a pesar de todo y a pesar de tanta represión, se levantan una y otra vez las voces de personas de mente libre, profetas, herejes, algún escritor, algún artista, disidentes de la oficialidad política, dirigentes populares, movimientos alternativos, plataformas sociales y otros altavoces de los valores que dignifican a los seres humanos y le pueden ayudar a superarse como personas hasta ser capaces de crear una nueva sociedad.
Como es natural, el Gran Hermano perdería su ojo en esa nueva sociedad, y por ello quienes la promueven son espiados y acusados invariablemente por Iglesias o gobiernos de pertenecer a sectas, de ser falsos populistas, de extremistas y de terroristas o afines. No es que Iglesias, gobiernos y sus amas de llaves en todas partes crean que lo son: estos organismos parasitarios tienen sobrada información de su “ojo” y de sus anticuerpos de seguridad para saber la verdad, pero su objetivo es justamente el contrario: convertirla en sospechosa y presentarla como peligrosa para poderla eliminar del mapa. Entonces ponen en marcha todos sus órganos- judiciales incluidos- para criminalizar todo lo que les recuerde a la verdad que nace de las conciencias libres que tanto temen.
Se puede comprender que los gobiernos y las Iglesias de todos los tiempos, pero en especial en estos que vivimos, se vean amenazados por la contestación creciente en las sociedades, pues estas se rebelan cada vez más contra el deterioro general de las condiciones de vida y el aumento de la pobreza y la desigualdad entre ricos en las cumbres y pobres en los suburbios. Y la nueva inquisición no es ya únicamente religiosa, sino ideológica- el pensamiento único sustituye al dogma católico- y política. En este último caso, el pensamiento dominante -el neoliberal- es precisamente la ausencia de pensamiento político. En su lugar los falsos parlamentos democráticos esgrimen una sola ideología: la de los usureros. Ellos son ahora el poder real, y su ideología es la de todo usurero: el beneficio a costa del sacrificio de todos los súbditos/creyentes. Su objetivo final es despojar a todos de todo cuanto sea posible, incluida su libertad y capacidad de pensar autónoma, para avanzar hacia su neo- esclavismo sustentado como siempre en la religión como opio del pueblo, ya que el consumismo, que la acompaño con ventaja un tiempo en ese menester, parece haber tocado techo debido a esta crisis planificada.
En estas circunstancias, si los disidentes son políticos, tienen voz y se organizan en defensa de los derechos humanos, de los derechos de la ciudadanía o los derechos de los animales a la vida y a un trato digno, y se les oye demasiado, se les intenta anular empezando por colocarles el rótulo de “anti-sistemas” o “sectarios”. Lo son, desde luego, para ellos, que intentan perpetuar este su sistema corrupto y sin futuro, pero no lo son para un distinto sistema de convivencia que suponga la regeneración de la vida económica, política, social y espiritual del Planeta, que es justo lo que hoy necesitamos con urgencia. Contra esta idea se levanta con furia la inquisición política y la clerical.
La inquisición clerical tiene sus propios esbirros – los llamados “encargados de sectas”- especializados en buscar disidentes religiosos y calificarlos de pertenecer a sectas peligrosas, señalándolos ante el poder civil como sospechosos. El poder civil recoge encantado la denuncia, les investiga y a la menor ocasión les lleva ante el juez, acusados de pertenecer a las sectas que se le indican por el clero. Entre tanto, los poderosos medios de desinformación de las Iglesias – tanto como los de los otros ricos- arremeten a diario contra los defensores de la verdad intentando desacreditarlos ante el resto de los ciudadanos. A diario , periodistas y tertulianos que viven del pesebre del Sistema en su vertiente política o religiosa arremeten contra los que llaman despectivamente “antisistema”; a diario estamos viendo con qué unanimidad descalifican por igual a los anticapitalistas que a los que manifiestan en público su rechazo a los dogmas y enseñanzas del clero. Denunciar que las Iglesias atan y engañan con supersticiones, idolatría y falsas doctrinas; denunciar que el clero hipócrita atonta a las masas y desvía sus inclinaciones de espiritualidad hacia la vía muerta de la religión en iglesias de piedra; denunciar que el capitalismo les explota, les humilla, les despide impunemente o les rebaja los salarios, todo eso parece un gran pecado que exige penitencia.
La verdad, pues, es un asunto bien serio, y por ello no nos extraña que el Gran Hermano se asome sin descanso por el ojo de su cerradura electrónica y los encargados de sectas velen celosamente para que ninguna oveja se salga del redil sin ser condenada, pues tanto clero como poder político, en fin, se oponen a la libertad de conciencia y a la democracia real mientras la que padecemos es ficticia: de risa y llanto.
Y si no se mata directamente al mensajero, se le intenta demonizar y aislar así del conjunto social; y si eso no se consigue a pesar de todo, siempre están los recursos de siempre que el Sistema aplica de la misma manera vistiendo su traje democracia o su traje de dictadura: represión, represión, represión. La imaginación nunca fue su fuerte.