Los doctos tienen estudiado que nuestro sistema económico sufre periodos de crecimiento y de recesión de forma cíclica; es decir, que se van alternando períodos de vacas gordas y de vacas flacas. Si esto es así de sencillo y tiene carácter automático, bastaría con esperan que trancurra un plazo de tiempo razonable, y el crecimiento llegaría de nuevo, como la fruta madura cae por su propio peso. Demasiado sencillo para ser cierto; y, además, incoherente con los presupuestos mismos del capitalismo liberal que rechaza el «historicismo», que establece fuerzas y causas que determinan la historia.
Popper teorizó contra el historicismo (marxista, pero con lejanas raíces en Platón). Pero ya Tocqueville, al que reconozco mi escritor político predilecto, escribió en sus «Recuerdos de la revolución de 1848»: «Detesto estos sistemas absolutos, que hacen depender todos los acontecimientos de la historia de grandes causas primeras (…) que eliminan a los hombres de la historia del género humano. Los encuentro estrechos en su pretendida grandeza y falsos bajo su apariencia de verdad matemática». Todo esquematismo histórico resulta sospechoso porque la historia la hacen millones de individuos, impulsados por la indeterminada fuerza de la libertad, que crean un entramado de relaciones de complejidad inabarcable.
Vuelvo a la crisis. Á‰sta no repite el modelo de otras anteriores de forma automática. Es más, pienso que cada crisis es única y responde a coyunturas históricas irrepetibles. Esta crisis, más que dejar al descubierto una falla del sistema, se plantea la viabilidad -sobre todo desde el punto de vista de la energía- del sistema mismo. ¿Es posible prolongar indefinidademnte el crecimiento que es necesario para la creación de riqueza y hay energía para mantener todo este tinglado? Otra cuestión, antes desconocida, en crisis anteriores es la influencia de los grandes movimientos migratorios y los conflictos económicos y culturales que plantean. La crisis, pues, tiene un aspecto que toca los fundamentos del sistema. Energía, identidad cultural, viabilidad del modelo… son fibras de alta sensibilidad. No son goteras en el tejado, sino griestas en los cimientos. Realidades contundentes que, a la postre, hacen esta crisis sea distinta. Como todas.