Bocanadas de océanos de fuego son las calles, hermano.
Estancias esplendidas donde refugiarse de lo que llaman tiempo,
yo tormento.
Inhalas, el ritmo inacabado, convexo. Suspiras.
La naturaleza en su máxima plenitud.
En ocasiones crees comprobar la llamada del fugaz hijo de ti mismo, el desamparo
en la mañana del mañana.
Donde decidirás ser otro.
Pero subyugado a los placeres fugaces, hermanos del espíritu errante que baja por la calle del anochecer, permaneces en el laberinto.
Exhalas
Y contemplas la claridad que se esconde tras la ventana,
insólita percepción.
Lo sabes. Hijo de ti mismo eres ahora. De nadie más.
Tu mano es el timón de tu destino
y tu desatino.
Inhalas.
La sensación se extiende por todos los capilares mientras el aroma del café en la mañana,
la cual, otros llaman noche, suspende todos tus planes.
Comprendes que no se puede conocer, nunca,
sino intuir.
Y que el sentido exacto del amor
lo genera el velo de tu mirada.
Exhalas
En la calle todo es canto desesperado,
ganas de vivir.
Conglomerdados de casas en los suburbios de la ciudad
para ocultar el miedo que tenemos a nosotros mismos.
Lágrimas recorren tu tráquea.
Hace tiempo que decidiste gritar,
y salir de tu guarida, desnudo,
con palabras húmedas
para bocas secas.
Inhalas
La musa de la melancolía te visita, hermano
ya sabes que debes recibirla como se merece.
En caso contrario buscará el sustento en brazos
de un desamparado.
Una vez que esté contigo, y las partículas que forman al hermano vil
se hayan unido a la improvisada reunión,
deberás comprender, al instante,
el cruel y eterno significado
de la desesperación
Es importante que comprendas esto, hermano.
Exhalas.
En el bulevar los chiquillos juegan.
Son las obras de arte del día a día,
la perfección donde reflejarse.
Imprescindibles.
Á‰chales un vistazo, con calma.
Analiza lo que perdiste al encontrar,
porque será el reflejo de tu mañana.