Por los senderos y caminos de los campos y montes, explorando rincones inéditos a nuestros ojos, ansiando encontrar una nueva historia, buscando llegar a algún lugar o simplemente dejándonos guiar por nuestros sentidos.
¿Por qué a Goethe le cautivó? Porque el aire es más puro, más limpio, porque hay silencio que solamente es turbado por los propios sonidos de la naturaleza: el cantar de los pájaros, algún animalillo que pasa entre los arbustos o el roce del viento contra los árboles. Es realmente placentero escucharlo.
Junto a la ciudad de Ilmenau, en el estado de Turingia (Alemania), se encuentra la montaña de Kickelhahn, de 861 metros de altitud. Allí caminamos hasta la cima, donde lo primero que visualizamos es la Torre de Kickelhahn, de 1852, a la que accedemos de manera libre y gratuita. Y desde ahí oteamos unas hermosas vistas: a un lado Ilmenau, y al otro, los espacios naturales del Bosque de Turingia.
También en la cima, siguiendo uno de los senderos, llegamos a la cabaña de Goethe. Escritor y pensador alemán, hombre polifacético, personaje célebre donde los haya, impulsor del Romanticismo y creador de Fausto. Allí pasó varias temporadas. Tristemente la cabaña sufrió un incendio en 1870, aunque fue reconstruida cuatro años después. Sus puertas abiertas nos dan paso al lugar donde el 6 de septiembre de 1780 Goethe dejaría plasmados en la pared estos versos:
Sobre todas las cimas
Hay paz;
En ninguna colina
Oirás
Apenas una brisa.
Se acalla el piar en el bosque.
Aguarda, la noche
Te acecha también.
Actualmente, podemos encontrarlos traducidos, dentro de la misma, a dieciséis idiomas. La versión al castellano se encuentra firmada por Rosa Sala. Junto a ellos, nombres y fechas. Los viajeros han dejado también sus huellas y han mirado por las mismas ventanas por donde una vez miró él. Y después, salimos de la cabaña y seguimos descubriendo los pequeños rincones que en esta montaña nos aguardan, reposamos en la hierba, respiramos y por unos segundos nos paramos en medio de la maleza y cerramos los ojos.