Incluida en la programación de la Feria de la Cerámica CERCO 2011, se ha presentado la figura del Victor Mira ceramista, dando una nueva prueba de su genialidad, que se desbocaba, desmedida, por su aliento. El Legado Victor Mira de la Galería Zaragoza Gráfica, nos trae los trabajos en barro realizados por el artista en el taller de la ceramista Mercedes Sebastián Nicolau en plena huerta valenciana y los realizados en el European Ceramic Work Center de Holanda, sito en S´hertogenbosch.
Una parte de la colección se expone en la Sala Luzán de la Fundación C.A.I. La otra en el Legado
V.M. en las instalaciones de la Galería Zaragoza Gráfica.
En su extraviada búsqueda de la paz de su espíritu, Mira nos dice:
Quise irme lejos, como Rimbaud quise irme lejos y busqué Etiopías por todas partes, tierras vírgenes donde mis pies se hundiesen para sentir el latido de la tierra. Busqué y busqué, a veces tranquilo, a veces desesperado, y en los inviernos de la Alemania congelada supe hurgar desenterrar la eterna Tahití que yace oculta y palpitante bajo el moderno brillo. Me agaché a besar la nieve, puse mis labios de español ardiente y desacostrumbrado sobre el blanco suelo y me pareció que besaba el blanco matador de telas vírgenes»
Victor Mira
Munich 1989
Al trabajar con la cerámica me sentí siempre en una verdadera comunicación con la naturaleza, sin verme a mí mismo en ningún momento como «artista», es decir, como algo diferente de aquello que contemplaba o creaba.
Dos años después, en S’Hertogenbosch, mi idea fue empezar desde el principio, o sea, trabajar desde el recuerdo de las primeras cosas que había hecho a partir del material materno. Porque el barro estaba para mí en relación estrecha con la madre, con lo femenino. Comprendí que el barro era la casa receptora, el vientre materno, el lugar milagroso de donde surge la vida.
Lo primero que hice con el barro fue lo que también debió hacer el hombre primitivo, es decir, recrear el vientre materno mediante la realización de vasijas, en un viaje al interior de la madre tierra. Alejándome de toda fantasía, me arrodillé para estar cerca de la tierra y hundir mis manos en ella, que siempre me había alimentado. Hundí las manos en el barro y recuperé, de pronto, la visión olvidada del rostro materno primitivo. Esa había sido la primera experiencia de todo ser humano. En la embriaguez del reencuentro olvidé el tiempo pasado, largo y tenebroso, y hasta hice, lo confieso, algunas vasijas en pasatiempos infantiles de ensuciarse los dedos obsesivamente.
Luego, con el barro, con esa tierra que posee una energía indiferenciada que todo lo impregna, di forma a una vasija capaz de convertir la energía en estado bruto en energía espiritualizada, una plataforma de transformación y de retorno a la tierra a través de la puerta del orgasmo.
En el barro así transfigurado en verbo, en luz, en semen coagulado, la energía comenzaba a separarse de la escoria, de la verdad incontestable.
Como antihéroe, el artista -compañero de todos los hombres y su doble- representa una metáfora modélica. Una metáfora, pero también un idilio con lo eterno, es decir, con esta tierra tan repleta de bienes de las cenizas.
Victor Mira.
Publicado en Keramik Magazin 1998
Este resumen de la entrevista muestra al artista con el fervor por el barro latiendo en sus sienes una vez descubierto su cordón umbilical que lo une al embrión de la vida.
Yo siempre he dicho, como Ana Maria Canales en su libro sobre Mira, que es mi pintor favorito. Ahora tengo que decir que también es mi ceramista favorito, con perdón de Cornaille y de Fernando Malo.
Las dos exposiciones no se deben perder. Mira siempre sobrecoge.