«La violencia en los medios escolares es un problema mundial. Afecta tanto al Norte como al Sur. Es un fenómeno esencialmente masculino, que culmina a cierta edad —16 años en algunos países, 13 años en otros—. En cuanto a sus causas, los investigadores están al menos seguros de una cosa: no hay un factor único, sino modelos complejos ligados, por ejemplo, a la situación familiar, a las condiciones socioeconómicas y al estilo pedagógico de los establecimientos. Pero la investigación sólo indica las tendencias. No construye ningún determinismo».
«Por lo general, un varón; desertor escolar o gustoso de irse de pinta; desaplicado, mal estudiante; que no le gusta la escuela ni se adapta a ella; contacto negativo con la policía; carente de atención adecuada de su familia; víctima de maltrato, o negligencia, o brutalidad en la familia; proveniente de ambientes social y económicamente desventajados; malos ejemplos en sus vidas, muy callejeros; antisociales, agresivos y hostiles»: Á‰ric Debarbieux, director del Observatorio Europeo de la Violencia Escolar
Cuando vio que se unos alumnos estaban dándose patadas, que con la punta del pie se buscaban la cara, que habia maestros con los brazos cruzados y una estúpida sonrisa, alineados a la idea que a él se le propuso por consejo, ‘deja que se maten’, Aguirre sintió mucho coraje e hizo alarde de la fama que aún tiene.
Grillero, uno que se cree lidercillo de causas perdidas, que no sigue las normas que le pide el sistema.
Gustavo se enteró que Aguirre corrió hacia la trifulca. Jaló del copete, con brusquedad, al que más se pretendía lastimado, llorón de mierda, y lo hizo para que no pegara a la víctima verdadera. La había tronado a patadas, mas fue el agresor más quejica quien describió extramente punitiva la mano de Aguirre y sus dedos grandes que le formaron unos moretones en el bicep y provocó que le doliera la cabeza. Lo jaloneó del pelo para que se pusiera en pie y cesara de dar trompadas. «Hey, me lastima, tícher», le dijo. Ahora se jactaría de delicado el hipócrita.
Al dizque grillero, el profesor Aguirre, ni la dirección administrativa del plantel ni el profesorado anglosajón le perdonan que cuando mete grilla / divisionismo, como se comenta, es para defender al estudiantado y no los beneficios y tranquilidades del maestro. Grillero porque alega que, «hablándose en verdad sobre crimenes violentos cometidos por adolescentes, ‘the white boys’ son los campeones».
Se informa bien. Lee mucha pedagogía social. La juventud caucásica, ciudad por ciudad, no las minorías, es la comete el 70% de los delitos violentos. Los afroamericanos y latinos son pleiteros menores, granujas y pilletes, pero van las cárceles mayoritariamente ‘for petty ass drug cases’; aunque el consumo de drogas ilícitas entre la juventud blanca es mayor, el 60%. Le pegan duro al crack y la heroina. Son ‘meth heads’. «Son muchachos más enfermos, más llenos de odio».
Y le dicen grillero porque el comentario les parece racista. Mas, con acusarlo de serlo, no lo amedrentan. Al contrario, Aguirre se crece. Y lo hace cuando ocurren incidentes de violencia en el campus de la Santa Ana HS, como éste.
Un white boy, con ojos azules, estilo de peinado Thomas Hawk y coleta de torero, con mixturas ancestrológicas calculadas (50% irlandesa, 25% francesa y 25% latina) lleva tal jactancia familiar a la escuela y vapuleó a un mara salvadoreño, «feo y flaco como la chingada»… Se supone que con el apellido y ancestro que tiene (es un McGivney) represente Unidad y Caridad, que sea émulo de aquellos Caballeros de Colón que, en 1882, se reunían en Connecticut con miembros de la Legislatura para crear, como corporación legal, esa orden: The Knights of Columbus…
«Hey, me lastima, tícher, porque soy blanco y no a fucking indio prieto». Grillero porque, alegada y falsamente, le quita la vanidad al que es blanco y siendo ‘a Latin white and Catholic’, se complace en llamar indio, pata rajada, al que tiene piel oscura… y el McGivney de Santa Ana HS tiene los mismos instintos legalísticos y retórica justificatoria que el jesuísta Michael J. McGivney, pionero irlandés, tenía para hacer defensa de patriotismo, que nada tenía de unitario, fraterno y caritativo, al plazo de 1882 años después de la Era Cristiana. El alumno era como un miembro del Ku Klux Klan infiltrado en la escuela, sólo que hijo de una familia que, en la vida social de la ciudad, presume su filiación a la Orden de los Caballeros de Colón, de la que una remota parentela irlandesa los vincula, herederos director del Tatara Abuelo Michael, creador de un Sacerdocio.
Pues, al grillero le vino un regaño de los McGivney porque hay evidentes moretones en el brazo del chico. «¿Sacar la cara por tí, Aguirre, si desobedeces la norma de que al estudiante no se le lastima? ¡Te echaste en las manos de la desobediencia! ¡Aténte a las consecuencias!», le dijo la directora de la preparatoria cuando la queja subió a los niveles más altos de la Administración. «Yo no voy a dejar que, ante mis ojos y si puedo evitarlos, dos alumnos se maten, o se peguen de esa manera. Sería una cobardía».
Tratan de que Aguirre comprenda que es más lo que hay en su contra para desmerecer sus alegatos. Lo acusan de racista. Que no sigue el estilo pedagógico del establecimiento. «Porque precisamente el estilo pedagógico y la conducta administrativa del Establecimiento es lo que está mal», explica Aguirre y cuanto alega cae en oídos sordos, porque, «hemos forjado este preparatoria, por mimetismo, en el eco de lo que desea una minoría. Esa minoría que no, como en el Denver de 1864, festeja como su gran victoria asaltar una villa de la Tribu Chayenne, reducirla a escombros y cadáveres, porque hay un enemigo que no es blanco… aquellos indigenas hostiles que, en Deerfield Massachusetts, hiceron una masacre con los blancos… ¿Cuál es el modelo? Ojo por ojo, diente por diente. Nunca hemos querido incluir, abrazar institucionalmente al oprimido, al despojado… Lo que hacemos en la Adminitración de este plantel, es como lo que hizo la Suprema Corte
federal en 1700 al decir que los indios, las etnias de piel oscura, no tienen de derecho al voto ni voz, ni espacio porque, o no han nacido en los EE.UU., ni se han naturalizado… son ilegales, como ese mara, inmigrante indocumentado, bajo los puños y patadas de McGivney, ‘the Bully’, hijo de los pioneros locales de los Caballeros de Colón… pues, si yo doy una voz al Mara bajo los golpes, y le quito de encima al irlandés abusador, no lo hago por racismo, sino para salvar la idea de la misión de la Orden de los Caballeros de Colón que, originalmente, fue Unidad y Caridad… ¿pero dónde quedó la Caridad?»
Desde que lo conoce, Gustavo ha visto a Aguirre como un héroe fachoso que desafía las fuerzas culturales y físicas de un Destino Manifiesto que se impone, desde esta posmodernidad educativa. No hay caridad porque, en estos modelos de complejas interrelaciones que es la escuela, no hay la intención de comprender la situación familiar, o las condiciones socioeconómicas, del estudiantado. En la cafetería, como en las juntas con administradores, se habla sobre estrategias para hacer más cómoda, desahogada y lucrativa, la profesión del maestro, cómo llevárselas en paz en el terreno sincal-patronal… ¿Cuándo sobre métodos docentes y currículos, sin que lo esencial sea, ‘impartirlo todo en el menos tiempo’ para que el puntaje de las evaluaciones que demanda el gobierno federal, o el estatal, revele que ‘estamos haciendo el trabajo’? Ni aún Aguirre, profesor de español, lo hace. Le gusta más la politiquería confrontativa.
«Es un atzlanista», dicen quienes lo conocen a mediaas. Otros lo espían, lo han visto con su debilidad por las morritas adolescente que él, so pretexto de orientarlas como futuras lideresas en el sentimiento doctrinario de MeCHA (Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán), las chulea. Les acaricia el pelo.
«Aguirre, cuídate de conducta inapropiada con esas MeChudas», Gustavo una vez se atrevió a comentarle. Lo vio semi-encerrado con una de ellas, una linda tentación para un maestro.
«¿Qué viste? ¿Qué me quieres decir?»
Se enojó. Cuando el maestro, dio por respuesta justificativa y racionalizadora, es un caucásico, blanco de ojos azules, jovencito y soltero, nadie le pide cuentas de si chulea a las alumnas y liga con ellas. Puede hacerlas su novia y casarse. En el maestro hispánico, mexicano o de cualquier otra cultura étnica, se presupone un perverso sexual.
«No me vengas con mierda, Gustavo».
Lo buscó, así como se había interesado antes, en tratar cierto asunto, porque lo pensaba un lider honesto y confiable y es otro que navega en calenturas, con banderas de vínculos distritales con gente que oye y puede hacer algo. Esta reacción de Aguirre lo hizo sentir solo.
Entonces, lo escuchó hablar. Echar sus pestes contra Franklin Pierce, aquel presidente que aprobó la Compra de territorios («Gadsden Purchase») en 1854; que se apropió de partes de Arizona y New Mexico, quitándoselo a los mexicanos y forzándolos a la guerra en 1846. «Yo les educo sobre la Ley de Kansas-Nebraska y lo que gente como Fierce patrocinara para que el electorado en territorios robados sean los que decidan si se permitirá la esclavitud de inmigrantes asiáicos o latinos… Tú me viste con una morrita, ¿eh? explicando el Destino Manifiesto como expansión territorial, esa fiebre de tierra y despojo que, a partir de 1854, con él, con Pierce, nos tiene a todos en manos del Despojador».
«Mas, esa niña cubana, ¿qué tiene que ver con Pierce?»
«En las reuniones de MeCHA, discutimos cómo fracasó la propuesta a España de la Compra que hizo Pierce… estas ideas son para el mujerío de Santa Ana HS, sin ecepción, hombres o varones, por igual… no sólo para chicanos y aztlanistas… pero, ¿qué me quieres decir? ¿Que las cubanitas, por conservadorismo familiar y pro-gabachismo, nos ponen el dedo. ¿Que son las orejas de la Administración?»
«Digo que yo, siendo tú, me preocuparía de que no te ocurra lo que le pasó al profesor Salgado, el mañosito, al que ahora lo tienen callado y en remojo, desde que la esposa vino a la escuela, le hizo un escándalo, lo desenmascaró. Lo halló en la pifia… Los dirigentes, como tú, mueren por la bragueta; por ella es que caen y pierden la credibilidad moral ante quienes desearían el valor de su ejemplo… yo entiendo, simpatizo, con lo que te preocupa, Aguirre. Te apoyo frente al problema que has tenido con los maleantes de los Caballeros de Colón que han venido a pedir tu cabeza, pero…»
«No seas tú quien me ponga el dedo», reaccionó Aguirre.
«No. Nunca. Sólo te digo que te cuides porque esta escuela es como una de aquellas otras durante tiempos eleccionarios de Abraham Lincoln, antes y después de la guerra civil… Cajas de resonancia de racistas y supremacistas… Pierce está encarnado como el Manipulador de este escenario y será hoy, como fue ayer, el crítico más armargo y mordaz contra Lincoln. Todo su discurso de menosprecio es demagógico, desinformador, ruido… ¿Quieres ser como Lincoln?… ¿Dártelas de héroe? Es válido, adelante, yo entiendo… Mas, bueno, perdona que utilice la tónica de tus discursos… aquí. Entre modernos esclavos, etnias indocumentadas, la guerra cultural de hoy, está quien no quiere el fin de la opresión. ‘The butchery of white men’… y, cuando viene esa vanguardia de la reacción, no dicen: ‘Vamos a arrancarle la cabeza a Lincoln’. No lo avisan. Conspiran en secreto y asesinan. Como a Lincoln. Asesinan hasta con cuchillo de palo y besos de
Judas. Yo no quiero que ruede tu cabeza, Aguirre. Eres una de las pocas voces; pero se necesita algo más que acariciar las entrepiernas de las morritas».
«No me estoy culiando a nadie».
Lamentablemente, Aguirre fue mal-evaluado. Le arrancaron la cabeza y lo echaron del plantel.
«¡No, por grillero no fue lo echaron, Gustavo!», le dijo una secretaria administrativa con mucho conocimiento de lo que se dice a puertas cerradas. «Por manos largos, por lujurioso! y por eso mismo, si no se cuida, Salgado, lo van a echar también».
Frag. de novela «Gustavo el maestro»