Hubo otoños mas desojadamente amarillos que este, y tuve inviernos de mas calor, pero a verdades las veredas del corazón siempre lucen mejor al sol, que no tuve días mas dulces que aquellos en que te extrañé cuando aún ni me pensabas, cuando descubrí que una boca podía morir de desamor y en un pensamiento con tus ojos renacer, que aunque lejos y distraído siempre te supe mío, claro y sencillo, como la humedad, como la paz, como los pájaros.
La dulzura tiene sus audaces consecuencias, y no encuentra ninguna mejor suplencia que crecer y ser amor, pero amor en balanza, en contrapuestos y necesarios, con callejones y contramanos. El amor como es debido, es partido y siempre es uno, como las raíces y las cortezas, como sostener un racimo de vid en los dedos. Huele a la fruta fresca del verano y al aire crocante de las almendras tostadas, y aún así siempre lleva su amargo disparate de un gris cítrico y desconectado, para volver a desear azúcar serena en las tardes.
Y entre que rugen los meses en los motores de los autos, sólo, nació un comunio en medio del aire apretado en un abrazo, y como borbotón se triplico tu corazón en mi pecho y te dejé guardar los sueños en mi vientre, y ahora entre tanto vos y tanto yo somos nosotros, y ahora soy mas yo que nunca, y aún así nunca, nadie fue tan tuya.
Después como arena correrán más lunas y como agua llegaran más soles para posarse en tus ojos, y nosotros siempre estaremos viendo brillar tu mirada y te seguiré amando y me fundiré en tu deseo, como los ríos con las piedras y las rosas mosquetas enredadas.