Las musas ya no vienen, ¿dónde se fueron las musas? Se irían con otro, ¿con quién? Malditas vendidas, prefirieron otras manos más talentosas a las mías de orfebre artesanal, allá ellas, ellas se lo pierden, aunque yo las sigo echando de menos, aquí las sigo echando de menos, maldiciendo mi suerte por no tenerlas, maldiciendo a las musas por haberse ido.
Porque un escritor sin musa es como un cocinero sin ingredientes, mucha voluntad pero pocos resultados, nada, ‘ná de ná’, la pantalla en blanco, que ya no folio, es como una pesadilla que zozobra en los sueños más sadomasoquistas de los escritores de postín, o de los escritores que no escriben.
O mejor, escritores que no publican, hoy raros los casos, porque Internet ha globalizado la escritura, ha vulgarizado la literatura, cualquiera puede escribir en la red, hasta yo mismo, basta con un poco de voluntad y algo de tiempo libre, ¿el talento? Ya no hace falta el talento para poder escribir, basta con que uno crea que lo tiene.
Ya vendrán otros y te abrirán los ojos, pero ¿qué sabrán ellos?, pobres ignorantes protectores de los poderes fácticos, un escritor que se precie no les hará caso, un escritor que se crea escritor se creerá por encima de ellos, aunque no lo esté, ¿qué importa?
Mientras tanto las letras van formando palabras, las palabras frases y las frases párrafos, negro sobre blanco, a veces con sentido, a veces sin él, pero siempre desde el alma porque no hay otro tipo de escritura.