Amanecer es inmiscuirse en el azul vital de la vida. Renacer de entre los poros nauseabundos del hastío y engendrar olores de ascensión constante. Unificar la nieve de nuestro paisaje dolorido en una soberana perla capaz de ti. Un susurro de tu libertad profunda. Un cotidiano y sencillo esfuerzo en agradecimiento por tu mirada. La faz inocente. La misericordia propia de Tagore. Un latido silencioso que acorrala al corazón. La gota de agua de la planta de loto. Una cancioncita de Dylan 60. La seda transparente que envuelve tu ánimo. El hueco perfecto. El trino dilatado que nace en la profundidad de tu propio ser. La inalterable roca sobresaliente. Un trazo de Dalí. Una imagen adornada de suave lana blanca. El aura vibrante. El irisado reflejo estrellado en la quietud de una hoja de árbol. El ponto inmaculado del color de la plata. El murmullo de la predestinación de un poeta. La loción rosa acordonada en la cara oculta de la luna. El éxtasis bíblico. La adivinación precoz cultivada en los cielos por manos de ángeles. Una emoción grabada a fuego en la mitad de la frente. La dÁ¤na desparramada sobre la Tierra. Una fuga heroica. El recuerdo de MontsÁ¨gur. Algo denso. La ola designada a lamer tu cuerpo por el infinito. El síntoma de tu presencia… Un brindis de la Naturaleza.
(Foto: Heber. Wikipedia. Amanecer desde el mirador del Garbí, en Valencia (España)