Sentado en un banco observo cómo pasa la gente, algunos se miran ente ellos, otros caminan ensimismados en sus pensamientos. Me fijo principalmente en las parejas que van cogidas de la mano, la mayoría no habla, simplemente camina. Aparentan estar unidos. En algunos casos puede que sea cierto, pero en otros, cada uno tiene una vida personal muy diferente a la que muestran a su pareja. Se comportan de una manera muy diferente en la soledad, principalmente por el miedo que tienen, precisamente a esa soledad. Tener alguien al lado, cada noche, implica una seguridad sentimental. Me pregunto cuántas de esas personas realmente disfrutan del mayor tiempo que pasan en compañía de su pareja.
Al principio de cada relación, normalmente, se suele disfrutar mucho en compañía de la persona a la que estás conociendo y a la que, obviamente, te sientes atraído por numerosas razones. Admites a la otra persona tal y como es, ya que todavía no se ha generado ese ridículo sentimiento de posesión. Pero pronto, siempre hablando de la mayoría de los casos que he observado, cada miembro de la pareja se da cuenta de las diferencias respectivas entre ambos. Diferencias, que lógicamente siempre van a estar ahí debido a la genuinidad de cada uno de nosotros.
Por otra parte, todos tenemos un ideal mental de lo que es nuestra pareja perfecta e intentamos buscar el individuo que más se asemeje a ese ideal para compartir nuestra vida. El problema surge cuando, después de un cierto tiempo, tras conocerse, comenzamos a darnos cuenta de que ese individuo posee numerosas diferencias con respecto a lo que nuestra mente nos muestra como pareja perfecta.
También hemos construido nuestra propia escala de diferencias tolerables con respecto a nuestro compañero/a, si las diferencias que esa persona muestra con respecto a esa escala, no llegan a los niveles límite de la misma, podremos seguir compartiendo tiempo y cariño con esa persona sin demasiados quebraderos de cabeza. Si, por el contrario, esas diferencias sobrepasan el límite de esa escala, muy probablemente, no continuaremos con esa relación.
El problema surge cuando esas diferencias están en el límite de la escala, ya que será en ese momento cuando comenzarán los quebraderos de cabeza. Nos plantearemos continuamente detener la relación, pero al no sobrepasar ese límite que tenemos marcado, no sabremos discernir completamente si esas diferencias son lo suficientemente negativas para detener la relación o no. Comenzaremos a preguntarnos si nuestros planteamientos son correctos o no. Este será un gran momento, porque nuestra perspectiva se abrirá para adquirir más conocimiento acerca de esa inagotable fuente que es la vida.
Si somos lo suficientemente abiertos como para comprender a la otra persona, nos daremos cuenta que la mayoría de esas diferencias no son tan enormes y que, en su mayoría, dependen de las experiencias que hayamos tenido a lo largo de nuestra vida y de las influencias, tanto culturales como familiares, a las que hemos estado expuestos.
En el caso que nuestra percepción sea muy cerrada y no podamos comprender que la mayoría de esas diferencias, realmente solo se deben a una percepción bastante limitada de la realidad, tenderemos a intentar cambiar en todo lo posible a la otra persona. En un principio, nuestra pareja, intentará agradarnos lo máximo posible para no crear demasiado conflicto. Pero llegará un momento que se dará cuenta que es una persona libre y que necesita de su propia evolución y de su propio aprendizaje. Si no somos capaces de entender la propia libertad y autonomía del otro, le estaremos limitando en lugar de enriquecer su vida, que es el principal objetivo de compartir nuestra vida con la otra persona.
Desde el punto de vista individual, desde nuestra libertad, tendremos que darnos cuenta también de qué es lo que realmente necesitamos para sentirnos plenamente felices y de si esas necesidades son realmente necesidades o, simplemente, son deseos generados por la influencia social, por la dependencia al placer o por la sensación de pérdida de libertad que experimentamos al formar una vida en común.
Hoy en día, estamos demasiado influenciados por la definición cinematográfica norteamericana de la libertad. La cual consiste, como he escrito en otros artículos, en hacer lo primero que se nos pasa por la cabeza o lo primero que sentimos. Lo cual, no tiene por qué ser necesariamente lo que realmente necesitamos. Según mis observaciones, este es el principal problema que tienen que enfrentar las relaciones. Ambos deben definir, conjuntamente, qué es lo que realmente necesitan, por ello es tan importante el diálogo en la pareja. Sin este diálogo nada quedará definido y, cada uno se quedará estancado en su propio punto de vista, generando de esta manera, una gran tensión entre ambos.
Otro punto interesante en las relaciones es el egoísmo. El cual también posee una gran influencia de esa distorsionada definición de la libertad y del sistema socio-económico en el que vivimos. Si realmente queremos compartir nuestra vida con otra persona, tendremos que darnos cuenta de que el egoísmo es completamente incompatible con ello. Obviamente, tampoco tenemos que olvidarnos de nuestras propias necesidades. Lo ideal, como he escrito anteriormente, es el diálogo. Esta es la única manera de compartir nuestra vida con otra persona sin perder la libertad necesaria para continuar con nuestra evolución personal.
En cualquier caso, hoy en día, lo más complicado es darse cuenta de lo que uno realmente necesita. Principalmente, porque ciertos individuos se empeñan en establecer en nuestra psique unas necesidades que poco o nada tienen que ver con lo que la felicidad significa, pero qué es el ser humano si no un individuo moldeable por naturaleza. Creo que es el momento de darnos cuenta de que la mayoría de lo que creemos necesidades, son únicamente deseos y que, esos deseos, en lugar de hacernos la vida más placentera, lo único que consiguen es que siempre deseemos más. En eso básicamente consiste la dependencia.
Por lo tanto, en cuanto a las relaciones de pareja, deberíamos plantearnos en primer lugar si realmente necesitamos estar con esa persona, o si, únicamente dependemos de esa persona para no sentirnos solos.
Dependencia o amor.
En esta segunda parte del artículo, me gustaría reflexionar sobre la necesidad de la vida en pareja. Esto es debido a que, continuamente, observo cómo las parejas discuten acaloradamente a lo largo del tiempo que están juntos. Obviamente siempre existen excepciones, también he observado parejas que, después de largos años de convivencia, todavía conservan el mismo amor y pasión que sentían al principio de estar juntos. Lo que me lleva a plantearme si el resto de las parejas realmente se aman o si, únicamente están juntos por pura dependencia emocional, económica o por el mero hecho del miedo a la soledad. También me planteo si el amor es algo que espontáneamente se mantiene a lo largo de los años.
Echemos un vistazo a las siguientes definiciones que aparecen en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española acerca de la palabra AMOR.
amor.
(Del lat. amor, -Åris).
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
4. m. Tendencia a la unión sexual.
Bajo mi punto de vista, no considero que una persona sin otra sea insuficiente, pero es curioso que el caso que más he observado es en el que ese sentimiento recíproco de unión, que nos produce energía y alegría, no existe o desaparece con el paso de los años debido a las diferencias antes citadas, pero todavía sigue existiendo la necesidad de satisfacer esa insuficiencia y el afecto o inclinación hacia esa persona. La pareja permanece unida incluso discutiendo acaloradamente cada día. Por supuesto, se le puede seguir llamando amor debido a que contiene alguna de las definiciones antes citadas, en su mayoría, la primera, pero considero que esa primera definición está más cercana a la de la palabra dependencia.
(De dependiente).
1. f. Subordinación a un poder mayor.
2. f. drogodependencia.
3. f. Relación de origen o conexión.
4. f. Sección o colectividad subordinada a un poder.
5. f. Der. Situación de una persona que no puede valerse por sí misma.
6. f. Med. y Psicol. Necesidad compulsiva de alguna sustancia, como alcohol, tabaco o drogas, para experimentar sus efectos o calmar el malestar producido por su privación.
Considero, que esa es la causa de que se mantenga la relación con el paso de los años. De hecho puedes sentir ese afecto hacia algo con cualquier tipo de sustancia estupefaciente, y obviamente, si eres dependiente de alguna sustancia, también te sentirás insuficiente sin ella. Está comprobado también que se puede sentir esa dependencia hacia la cuarta definición de la palabra amor: “Tendencia a la unión sexual”. Incluso se puede llegar a percibir la segunda definición en cualquier tipo de dependencia.
Con esta reflexión he querido demostrar lo cercanas que son las definiciones de amor y dependencia, ahora le toca a cada uno, como siempre, decidir qué es lo más adecuado para sí mismo.
En mi caso, he decidido que el amor es un sentimiento universal hacia cualquier elemento de la vida, y que si decidido unirme a alguien será, únicamente, para experimentar el sentimiento de alegría, energía para convivir, comunicarme y crear. Á‰ste, unido al deseo sexual, incrementará sin duda la percepción que tenga sobre ese sentimiento primero. Por lo tanto, me sentiré feliz y completo. Pero, intentaré no basar nunca mi relación en el miedo que tenga a estar solo o la insuficiencia. De esa manera me sentiré vacío.
Pero como dicen los antiguos: “Nunca digas de este agua no beberé”.