Pereira no vivía tiempos de indignación activa como vivimos en esta España de pandereta, rezo cansino y manos con guantes blancos para tomar lo que no es suyo y ser considerados inocentes
Cuando la marea de la mentira, el desafuero y la corrupción, jaleada por los altos poderes que desgobiernan toman altura lo ocupan todo y la mediocridad aspira a ser la perfección de la comedia, que mejor calmante que optar por la lectura de la conmovedora historia de un tiempo que ha existido entre la ficción y la realidad. Así me acerco de nuevo al emotivo personaje de Pereira, un periodista modesto al que se le ha encargado la elaboración de las páginas de cultura de un periódico vespertino de poca tirada con la cabecera de Lisboa porque se edita en Lisboa. Y saboreo aquella tarde soleada cuando Pereira se encuentra en la redacción del periódico, leyendo una revista católica, cuando se fija en un artículo que trata sobre el alma y la muerte escrito por un italiano. Y como Pereira es católico practicante muestra su interés por el tema, por lo que todo es terminar su lectura, cuando decide hablar por teléfono con el autor. Lo hace y quedan para verse en la Plaza de la Alegría donde hay un baile popular.
Así comienza esta excelente historia del pasado siglo allá por 1936, donde nuestro protagonista, periodista modesto, entrará en todo un proceso de cambio, toma de conciencia, con la que Antonio Tabucchi construye una trama tan perfecta y crítica que el lector más indolente la curiosidad lo llevará a su lectura, sintiéndose atrapado y comprometido hasta que al final por una congoja, tristeza y desasosiego semejante al de su compatriota y enorme poeta Fernando Pessoa. Y esto le hace como sentirse culpable de algo que no ha hecho puesto que, anteriormente a la lectura de la novela lo había mirado con indiferencia porque esas cosas de las dictaduras y las guerras nunca correspondieron a su pasividad y el recuerdo perenne y fiel a su esposa fallecida.
El periodista, el joven filósofo italiano y su novia Marta a medida que avanza la narración despertará pasión, cariño y una clara toma de conciencia que transformará totalmente la vida de Pereira. El personaje lo ocupa todo desde la ternura y su continuo monólogo de hombre solitario que consulta con el retrato de su mujer desde lo cotidiano hasta los problemas de asuntos difíciles y cruciales, situaciones que van surgiendo. Así toma altura de criterios, ternura y conmoción, al verse inmerso en un mundo que siempre logró evitar, contemplarlo desde fuera parapetado en su indolencia y la tristeza de su soledad. En resumen, una obra maestra de la literatura que mantiene su vivencia perenne.
Á‰l no vivía en tiempos de indignación activa y desencanto como vivimos actualmente en esta España de pandereta, rezo duro y mohoso, rosario en manos con guantes blancos para tomar lo que no es suyo y además ser considerados inocentes. Algo que a uno le hace recordar un tiempo pasado: La actualidad de Sostiene Pereira se sustenta en ser “una de las cumbres de la literatura de las últimas décadas y ha logrado la unanimidad de la crítica”. El autor de Sostiene Pereira Antonio Tabucchi (Pisa 1943-Liasboa 2012), fue consiente de ese mundo corrupto y esa Iglesia cómplice de tantos desafueros experta en hipocresía y demagogia. Lo demostró en su Italia enfrentándose con la denuncia al imitador de Mussolini, avisando de los nuevos totalitarismos tras la máscara de la democracia. Actualmente, ante la degradación de la democracia, empezamos a sentirnos bajo una dictadura no como la de Salazar o Franco, pero a medida que avanza la corrupción protegida y la flotación de las mentiras, el conservadurismo agita la nostalgia en sólidos sectores sedientos del pasado de María y Frascuelo. Y muchos viejos roqueros observan y comentan como se le van viendo las orejas al lobo. Sostiene Pereira es una obra que muestra la dignidad del hombre sano, que logró brillante broche al ser llevada al Séptimo Arte teniendo como principal protagonista a Marcello Mastronianni en la edad dorada de su carrera cinematográfica.
Francisco Vélez Nieto.