La Unión Europea pretende dar lecciones de democracia, de libertades y de derechos humanos a los países árabes al condicionar las ayudas a elecciones libres, libertad de expresión y de prensa, justicia independiente, lucha contra la corrupción y el control democrático de las fuerzas armadas y de seguridad. Así lo recoge la propuesta de la Comisión Europea para unas nuevas relaciones con los países del Sur del Mediterráneo.
Este lavado de cara de la Unión Europea, tras su falta de reacción durante la represión contra las protestas ciudadanas en los países árabes, puede suscitar una pregunta en mente de muchos: ¿qué autoridad moral tiene Europa para dar lecciones de democracia? Durante décadas, países europeos consintieron abusos de sátrapas y de gobiernos autoritarios a cambio de petróleo y gas natural, de control en las fronteras para evitar inmigración masiva, y de lucha contra supuestos grupos extremistas. Las revueltas han demostrado que entre esos “subversivos” se encontraban jóvenes estudiantes y trabajadores que emprendían una lucha por una vida más digna al margen de religiones y de ideologías.
Los vendedores de armas se beneficiaban aún cuando conocían el peligro de que sus clientes dispararan sus armas contra la propia población civil, como ha ocurrido en varios países.
Además de inoperancia en el exterior, la Unión Europea manifiesta un deterioro democrático en sus instituciones y dentro de sus países-miembro, en especial desde el estallido de la crisis.
“Mal asunto si al término ‘democracia’ hay que ponerle calificativos”, dijo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, al referirse al movimiento ciudadano democracia real, ya. Algunos usuarios de Twitter le respondieron que tenía razón, y que el movimiento debía llamarse democracia, ya.
En las elecciones locales y autonómicas de España se acaba de registrar el mayor número de votos en blanco, de votos anulados y de abstención en la historia de la democracia: 13 millones de personas, cuatro millones más que el Partido Popular, el más votado. Entre los desencantados se encontraba un gran número de votantes socialistas, indignados por la utilización de su confianza para contravenir la propuesta electoral por la que votaron y poner en marcha políticas neoliberales “para calmar a los mercados”: ayudas a la banca con fondos públicos, recortes en las pensiones y en las ayudas a personas en desempleo, ampliación de la edad de jubilación y abaratamiento del despido. La propuesta de evitar que empresas con beneficios netos despidan trabajadores no ha cristalizado en ninguna ley ni ninguna propuesta real. Telefónica acaba de anunciar 3.000 despidos más que los anunciados hace unas semanas (8.500 en lugar de 5.600) en un año de beneficios y de aumentos sustanciales de los sueldos de los directivos.
Todos los países de la Unión Europea tienen elecciones libres, pero aún se da el fenómeno de las listas cerradas. Pocos ciudadanos comprenden porqué no pueden votar por las personas de cada formación política que consideren más honestas para representarlas. Otras propuestas ciudadanas se centran en una reforma de la ley electoral, que excluye en la actualidad a los grupos minoritarios y fomenta el bipartidismo. Consideran poco democrático que la tercera fuerza con más votos pueda ser la sexta en número de representantes.
La independencia de la justicia también se ve amenazada cuando de los doce magistrados del Tribunal Constitucional, cuatro son propuestos por el Congreso de los Diputados, cuatro por el Senado, dos por el Gobierno y el resto por el Consejo General del Poder Judicial. En cuanto a la lucha contra la corrupción, se han propuesto leyes que impidan presentar en las listas electorales a personas imputadas en casos de corrupción.
“No soy anti-sistema, el sistema es anti-yo”, decían algunos Twits y mensajes de Facebook. La sociedad civil se mueve indignada con propuestas para limitar el poder de los bancos a la hora de determinar quién tiene derecho a una vivienda digna y de las grandes empresas, que aprovechan la crisis para precarizar el empleo y despedir trabajadores, incluso cuando incrementan sus beneficios. Si alguien puede dar lecciones de democracia no es la Unión Europea, sino la sociedad civil de ambas orillas del Mediterráneo, en pie de paz para alcanzar una auténtica democracia.
Periodista y Coordinador del CCS