Cultura

Ascender un ochomil ¿con o sin oxígeno?

Las montañas más altas del planeta son lugares inhóspitos donde el cuerpo humano apenas consigue sobrevivir unas pocas horas o a lo sumo un par de días. Son esas escasas horas donde los alpinistas buscamos la gloria de pisar la cumbre, hacerse una foto para el recuerdo y salir pitando de allí a la comodidad de las tierras bajas.

 

Mi máxima siempre ha sido:

“Espera lo mejor,

y prepárate para lo peor”

Ruta normal del Cho Oyu vista desde el Campo 1 a 6.400m

Ruta normal del Cho Oyu vista desde el Campo 1 a 6.400m

Y es que la evolución de las especies ha recorrido un largo camino, pero un camino en horizontal, no en vertical. Nuestro organismo no está adaptado a vivir no ya a ochomil metros, si no que ni tan siquiera lo está para hacerlo a más de 5.500m. A esta humilde altitud la presión del aire es la mitad que a nivel del mar, y es lo suficiente como para que el consumo energético del cuerpo entre día tras día en un pequeño déficit que termina por consumirte.

Así pues es perfectamente lógico que la mayoría de alpinistas que pretenden coronar una montaña de ocho mil metros busquen mayor seguridad con la ayuda de las botellas de oxígeno. Una seguridad que parece venir de dos aspectos diferentes, la salud por un lado y la garantía de hacer cumbre por el otro. Y es aquí donde nos encontramos con el dilema de si es correcto o ético, alpinísticamente hablando, usar esta ayuda para llegar a la cumbre.

Si tú deporte favorito es montar en bici y para aliviar el esfuerzo decides ponerle un pequeño motor a la bici, entonces ya no estás montando en bici si no en moto. Si lo que pretendes es competir, incluso en plan amateur, en una carrera como la Vuelta a España o el Tour de Francia y apareces con tu bici motorizada evidentemente no te dejarán correr puesto que ninguno de los demás participantes compite en iguales condiciones. Y que el reglamento de la carrera supongo que recogerá en alguno de sus puntos que están absolutamente prohibidas las modificaciones a la bici que ayuden al ciclista.

Este es el principal argumento que esgrimía nuestro querido Iñaki Ochoa de Olza, que descanse en paz en las paredes del Annapurna.

Á‰l decía que si un ciclista pone un motor en la bici esta haciendo otra cosa que no es ciclismo, del mismo modo que si un alpinista usa oxígeno en sus ascensiones está realizando otra actividad que no es alpinismo. El debate sigue vivo desde que Reinhol Messner realizara ascensiones en los 14 ochomiles sin oxígeno, retando al resto de alpinistas a intentarlo.

Iñaki Ochoa de Olza

Iñaki Ochoa de Olza

«Si un alpinista usa oxígeno en sus ascensiones,

está realizando otra actividad que no es alpinismo» 

Iñaki Ochoa  

Pero, ¿cómo surgió esto de la ética alpinística? Empezó con lo que en los años 60-70 se llamó la “escalada libre”, en contraposición a la “escalada artificial” que se realizaba hasta entonces.

Cuando consigues superar las dificultades de una escalada ayudándote de la cuerda y los peldaños eso es escalada artificial. No se supera la dificultad con la habilidad y la fuerza del cuerpo y la mente.

En la escalada libre se promovió que la cuerda fuera un seguro en caso de caída, pero nunca una ayuda donde agarrarse para pasar un tramo.

Del mismo modo el oxígeno embotellado se considera una ayuda para llegar a la cumbre, desde el punto de vista de los más ortodoxos. Y un seguro para la salud según los que lo usan. Así pues, tenemos dos visiones para el mismo problema.

Analizando los pros y contras de las botellas de oxígeno podríamos apuntar que los pros son:

–      menor riesgo de congelaciones

–      ascensiones más rápidas y por tanto menos expuestas

–      menor riesgo de edemas

–      más garantía de hacer cumbre

 

Y los contras:

–      más peso en la mochila y peor movilidad

–      más material a cuidar para que funcione bien

–      un estilo de ascensión menos rápido

–      una opción poco ética

En fin, que subir ochomiles sin oxígeno es muy válido, muy ético y muy valiente. Y se puede hacer, por supuesto. Todos los ochomiles se han podido subir y bajar sin utilizarlo, aunque por muy poca gente. Si además de la subida a la cumbre desde el último campo de altura valoramos la bajada hay una grandísima diferencia entre bajar caminando sin oxígeno o bajar esquiando sin oxígeno.

Tormod Granheim en la cumbre del Everest, antes de iniciar el descenso con esquís por el Corredor Norton

Tormod Granheim en la cumbre del Everest, antes de iniciar el descenso con esquís por el Corredor Norton

El esquí es un ejercicio donde el rango de trabajo anaeróbico es mucho mayor que caminar. Es decir, que el esfuerzo en cada viraje utiliza una reacción química a nivel celular en la que no hay presencia de oxígeno. Este tipo de reacción permiten un esfuerzo de muy corta duración y fatigan muchísimo más que las reacciones donde la célula sí puede coger oxígeno y que le llaman aeróbicas.

Y por último, los esquiadores tenemos un riesgo de congelaciones en los pies más alto que quienes bajan caminado. El pie apenas se mueve dentro de la bota de esquí, la cual hay que apretar para esquiar con cierta seguridad. Y esto merma enormemente las garantías de llegar al Campo Base con los dedos sanos. No olvido que en su descenso de la cumbre del Cho Oyu (que realizó sin oxígeno tanto en subida como en bajada) de Jordi Tosas con tabla de snowboard llegó al Base Avanzado con serias congelaciones.

Me resulta imposible de imaginar que alguien consiga algún día descender con esquís de la cumbre de cada uno de los catorce ochomiles sin la ayuda de las bombonas de oxígeno. Aunque sé que son este tipo de retos lo que mueve el alpinismo y le hace avanzar.

Estos motivos son suficientes a la hora de elegir para la Cho Oyu Ski Expedition 2012 utilizar oxígeno suplementario tanto para llegar a la cumbre con mis esquís a la espalda como para bajar procurando dibujar bonitas curvas. Y llegar feliz abajo y aquí para enseñaros a todos el primer descenso español con esquís de una montaña de ochomil metros.

 

Raúl Muñoz en la cumbre del Mera Peak – 6.476m

Raúl Muñoz en la cumbre del Mera Peak – 6.476m

No obstante, mi máxima siempre ha sido: “Espera lo mejor, y prepárate para lo peor”. De modo que seguiré entrenando como si fuera a subir sin oxígeno.

Y ahora os pregunto: ¿estais de acuerdo o no con el uso de oxígeno en altura?

por Raúl Muñoz, Director de Compañía de Guías de Jaca y promotor de la Cho-Oyu Ski Expedition 2012 (con el patrocinio de El Librepensador)

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.