Consonancias, 2.
En el auditorio de Zaragoza el otoño termina en enero y la primavera empieza en febrero. Es la manera de establecer cierta continuidad entre las denominadas ‘Temporadas de Grandes Conciertos’; así los aficionados apenas notan el tránsito de una a la otra.
Las tres últimas sesiones de la XVII Temporada de Otoño tuvieron lugar los días 14, 17 y 30 enero en una sucesión de calidad creciente partiendo del excepcional nivel de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE) que actuó en la primera de las fechas. También lo hizo al día siguiente, inaugurando el Ciclo de Introducción a la Música, que se celebra todos los domingos por la mañana durante el primer trimestre del año, desde hace 32.
La JONDE trajo un programa poco frecuente, cosa que los aficionados agradecemos para variar el menú. Aunque el mexicano Silvestre Revueltas es conocido y apreciado sobre todo por su sensacional ‘Sensemayá’, no le desdice la suite de ‘La noche de los mayas’ extraída por su paisano José Ives, en 1959, de la banda sonora de ese film de 1939 cuya música compuso. Los ‘Pinos de Roma’ dibujados al pentagrama por Ottorino Respighi parecían retoños plantados por los jóvenes intérpretes. Frescura, agilidad, sentido aéreo y oscilaciones tímbricas adecuadas, más la apostilla de una grabación magnetofónica del piar de pájaros reales en los ‘Pinos del Giannicolo’, de resultado convincente. El fragmento de esta suite sinfónica donde realmente consiguieron el estremecimiento de las fibras sensibles de los oyentes fue el titulado ‘Pinos de la Via Appia’, que permitieron visualizar el episodio que rememoran y sentirse en medio del populus aclamando a las legiones que retornaban victoriosas a la capital del imperio. Las trompas, trombones y trompetas formaron un ejército de consonancias temáticas y armónicas de gran contundencia. Triunfo seguro. La propina del sábado, ‘El aprendiz de brujo’ de Paul Dukas –que sustituyó en el programa del domingo a la obra moderna del uruguayo Sergio Cervetti, ‘Candombe’, un estudio de ritmos combinados con temas minimalistas– no estuvo mal, pero fue sin duda lo más flojo del programa, tal vez por su dinámica orquestal y el carácter narrativo, algo tópico, del episodio.
El martes 17 enero la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo dirigida por su titular, Yuri Temirkanov, abordó un programa denso con obras de dos maestros de la música rusa: los dos Sergios, Prokofiev y Rachmaninov. Las suites nº 2 y nº 1 de ‘Romeo y Julieta, Opus 64’ del primero, se iniciaron con elemblemático fragmento danzante de ‘Capuletos y Montescos’, el más conocido, impactante y espectacular de toda la obra. Los restantes ocho números de la suite se leyeron con finura y elegancia, pero a mi entender con un elenco orquestal sobredimensionado. Esa música de Prokofiev narrando los desgraciados amores de los jóvenes veroneses pide mayor intimidad, menos volumen, una plantilla más esponjosa y un planteamiento más exquisito. La ‘Sinfonía nº 2, Opus 27’, de Rachmaninov, sí admite la grandilocuencia de una orquesta formada por un centenar de músicos de primera línea que extraigan de ella todo su poderío tardo romántico. Así ocurrió y la interpretación resultó compacta e intachable.
El último concierto, el de la London Symphony Orchestra, el lunes 30 enero, cerró con broche de oro la temporada de otoño en el corazón del invierno. Un programa francés, con Debussy y Berlioz en el cartel, tocado por una orquesta británica; lo señalo como anécdota y por contraposición al concierto anterior, de rusos para rusos; afortunadamente la música no tiene fronteras. Agradecimos la novedad de escuchar algo infrecuente de Claude Debussy como la selección de ‘Preludios’ orquestados por el inglés Colin Matthews –extraordinario el titulado ‘La Cathédrale Engloutie’ en el que el viento orquestal consigue efectos de órgano–, seguidos por la ‘Fantasía para piano y orquesta en Sol’, a la que el prestigioso solista Nelson Freire entregó sus mejores recursos. Luego vino el plato fuerte: la ‘Sinfonía fantástica, Opus 14’, de Hector Berlioz, ese torrente interminable de temas y armonías que incluye movimientos definitivos como la Marcha al cadalso (4º movimiento) o el Baile (2º), considerados ya imprescindibles en el ranking de los mejores fragmentos orquestales de la historia de la música. Es todo un privilegio cuchar en el auditorio zaragozano a una de las mejores orquestas del mundo dirigida por Michael Tilson Thomas, batuta excepcional que condujo al centenar de músicos hacia cotas prácticamente insuperables.