Ayúdenos para hacerlo mejor
El 10% de los pacientes que ingresan en un hospital padecen o reciben tratamiento por un efecto adverso derivado directamente de la asistencia recibida, y no de la patología por la que consultaron. El riesgo se duplica cuando consideramos toda la estancia: el 20% de los pacientes ingresados experimentan al menos uno de estos actos, llamados iatrogénicos, durante su estancia. La mitad de estos efectos adversos podrían ser evitados.
Estos son los datos que se desprenden del reciente Estudio Latinoamericano de Efectos Adversos (IBEAS), desarrollado en hospitales de Argentina, Colombia, Costa Rica, México y Perú, y publicado en una de las más prestigiosas revistas médicas. Las cifras se tornan aún más preocupantes cuando se observa que casi un tercio de los errores producen consecuencias graves, o incluso la muerte.
Los médicos somos cada día más conscientes de que no todo lo que hacemos, aún dentro de un protocolo establecido, es perfecto. Y es entonces cuando recordamos el ‘primum, non nocere’, que nos enseñaron en la facultad: lo primero, no hacer daño. Las estrategias diseñadas para disminuir el riesgo de daño asociado a la asistencia se dirigen a distintos niveles asistenciales: desde el diseño de nuevas guías clínicas más seguras y basadas en los fundamentos científicos más sólidos, hasta la formación y concienciación de los profesionales.
Las hay pasivas, como podrían ser los sistemas de alarma para evitar despistes u olvidos, y activas, en los que el propio profesional incluye una nueva pauta en sus rutinas para impedir cualquier error humano.
Son muy interesantes aquellas en las que el protagonismo en la seguridad lo tiene el propio paciente, puesto que se ha demostrado que los pacientes que participan más en su atención tienden a obtener una atención más segura. Un ejemplo de ello es el documento Consejos para ayudar a prevenir errores médicos de la AHRQ americana (Agency for Healthcare Research and Quality), en el que se contemplan circunstancias comunes como visitas médicas, hospitalizaciones, o intervenciones quirúrgicas.
El primero son los medicamentos. Es muy importante que los médicos sepan en todo momento TODOS los medicamentos que usted suele tomar, incluidos los suplementos dietéticos, los que no tienen receta, o los preparados herbales. Cuando acuda a una consulta, llévelos con usted, para que su médico pueda detectar si existe algún problema o cuál de ellos es más conveniente. Además, con ello se mantendrá actualizado su historial. Asegúrese de que cada médico con el que trata sea consciente de cualquier alergia o reacción adversa a medicamentos que haya podido padecer. Cuando le extiendan una receta, asegúrese de que pueda leerla, y pregúntele a su médico las características que usted debería conocer sobre el mismo: para qué sirve, cómo tomarlo y por cuánto tiempo, qué efectos secundarios debería vigilar, las interacciones con su medicación habitual, y las precauciones que debe tomar en cuanto a actividades, alcohol o alimentos.
También, cuando el farmacéutico le dispense el fármaco, asegúrese de que es lo que se le prescribió, sobre todo en las dosis y que entiende las instrucciones para tomárselo, cómo y cuándo hacerlo.
Durante las hospitalizaciones no vacile en preguntar al personal médico las dudas que tenga o los síntomas que note. Cuando le den el alta, pídale a su médico que le explique el plan de tratamiento que debe seguir en casa, cómo tomar los nuevos medicamentos, qué citas de seguimiento son necesarias, y cuándo volver a la actividad normal. Asegúrese de comprender si es necesario o no continuar con la medicación que tomaba antes del hospital.
Cuando vaya a ser intervenido, asegúrese de que su médico, usted y su cirujano están de acuerdo en lo que se va a hacer, y por qué se está haciendo. Si puede escoger, elija el hospital que mejores resultados tenga para la intervención que se le va a realizar.
Por último, asegúrese de que todo le queda claro. Pregunte, dude, opine. No suponga que los médicos han de saber algo que sólo usted puede decirles. Esté pendiente de los resultados, y no confíe exclusivamente en que lo puedan llamar cuando se complete el estudio. Aprenda sobre su enfermedad, use fuentes fiables. Recuerde la sabiduría china: “al médico le pagaremos y regalaremos mientras nos conserve en buen estado, pero no mientras dure la enfermedad”. En definitiva, coja usted las riendas de su salud, y responsabilícese de ser tratado lo mejor posible.
Ayúdese a cuidarse. Ayúdenos a no equivocarnos.
Teodoro Martínez Arán
Médico