Tras su participación a los Oscar, llega a España la última película de Giuseppe Tornatore. Con su obra “Baaría” el reconocido director italiano describe los cambios de una Sicilia misérrima a lo largo del siglo XX y presenta la lucha de un joven idealista por mejorar una sociedad zarandeada por el hambre, el fascismo y la guerra. 80 años de historia que el director repasa con humor y nostalgia narrando la cotidianidad de un vecindario y desvelando ciertas experiencias autobiográficas.
Miseria y guerra en clave de humor
La ciudad natal del director, Baaria, es el lugar en el que nace el protagonista principal Peppino y en el que trata de hacerse un hueco con intrigas, timos y apuestas. La época fascista que le ha tocado conocer, marcada por el severo control policial, el trato autoritario de los profesores y la importancia del “Qué dirán”, obliga el muchacho a meterse en las peores situaciones y robar dinero de la forma más imaginativa. Así es como se sobrevive en la Italia de Mussolini, mientras que otros se burlan de la asfixiante autoridad militar. Además, el hambre es cotidiana y algunas familias tratan de preservar el secreto de su profunda miseria haciendo arder restos de carne incomestibles para que los huela todo el vecindario.
La guerra también es otra herida abierta que divide y amenaza a familias enteras. Muchos de los pueblerinos son llamados a reforzar las filas y los que se oponen rotundamente a luchar tratan de escapar, aunque esto tenga un coste elevado. Los aviones del enemigo sobrevuelan la isla con el miedo que conlleva el ruido de sus motores y los bombardeos generan el pánico en todo el poblado. Sin duda, el retrato que pinta Giuseppe Tornatore es tan oscuro como los primeros cincuenta años del siglo XX que conoció Italia y, sin embargo, la película mantiene esa tonalidad inocente y soñadora que otorga la infancia. Las imágenes son tan claras y atrayentes que en todo momento se percibe la dualidad entre belleza y tragedia.
Entre el amor y la nostalgia
Cuando los americanos desembarcan con sus inconfundibles acentos, rumiando chicle y seduciendo a las bellas italianas, cuando, por fin, se empieza a hablar de la instauración de una monarquía o de una república, el joven Peppino logra incorporarse en el partido comunista para iniciar una carrera que le llevará a una vida de imprevistos y de clandestinidad. En ese mismo periodo, conocerá a la mujer de su vida, la que perseguirá de todos los modos posibles e inimaginables para casarse y asegurarse de que ella eleve a los niños que tanto desea. El cuadro dibujado es altamente tradicional y queda claro cuáles son los papeles de cada persona en la familia.
El amor a la vida y el deseo insaciable de cambiarla son dos elementos esenciales de la película. Con ellos, el autor construye una historia que deja, poco a poco, paso al envejecimiento y a la nostalgia. No obstante, existen muchos otros elementos, quizás demasiados, que, en clave de humor, sirven de pretextos para describir la bella y nostálgica Sicilia del autor.