Vinculado al mundo literario como uno de los temores que acechan al escritor, resulta menos bucólico en la mente de un desempleado
“La enfermedad del escritor”, así titula JoÁ«l Dicker la primera parte de su novela de suspense titulada “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, libro que mantiene en vilo al lector y del que, sin embargo, no encontrarán en este artículo una crítica literaria (aviso a navegantes).
Lo que en este caso me interesa del libro es la descripción que el escritor suizo hace de la mente bloqueada de un escritor de éxito y que cito a continuación:
“La enfermedad no se manifestó de golpe; se fue instalando lentamente dentro de mí. Como si mi cerebro se hubiese ido quedando sin fuerza poco a poco. No quise prestar atención a la aparición de los primeros síntomas: pensé que la inspiración volvería al día siguiente o al otro, o quizá el siguiente. Pero fueron pasando los días, las semanas y los meses y la inspiración nunca regresó.”
Aunque con matices obvios que los diferencian, lo cierto es que el síntoma que padece el protagonista de la novela, tal y como se describe arriba, no es tan distinto del que con frecuencia aparece en la persona que acaba de perder su empleo. Se tratará en esencia de lo mismo, de un bloqueo mental.
Vinculado al mundo literario como uno de los temores que acechan al escritor, resulta menos bucólico en la mente de un desempleado. Quizá porque no es tanto su inspiración la que está en juego, sino su capacidad de reacción, de actuación a corto plazo. Y también porque no hablamos necesariamente de personas que han vivido el éxito en sus carreras profesionales, lo que ocurre es algo mucho más sencillo: de la noche a la mañana se han visto desprovistas de su rutina laboral, de un puesto de trabajo que dominaban y que, no siendo el motor exclusivo de sus vidas, sí les otorgaba cierto control sobre ellas. Un horizonte hacia el que mirar y, de forma más tangible, recursos con los que tirar adelante.
Cuando alguien pierde el trabajo, especialmente si este ha sido el mismo durante un período largo de su vida, pierde mucho más que un sustento económico. Con el empleo se va la seguridad en uno mismo, se resiente un grado importante de autoestima y además, como lo que perdemos es un hábito cotidiano, la persona se ve privada de su capacidad para gestionar el tiempo.
Volviendo a la novela, JoÁ«l Dicker alude a la “página en blanco” que el escritor no es capaz de rellenar con algo que merezca la pena leer (o mejor dicho vender). Existe una frase a menudo recurrida en los libros de autoayuda que dice algo así como que cada día es una página en blanco en el diario de nuestra vida y que, por tanto, cada mañana nos ofrece una nueva oportunidad. Sin embargo, la persona bloqueada se siente incapaz de encontrar cosas con las que escribir esa página, no sabe hacia dónde tirar, se siente desorientada y esta sensación provoca la inmovilidad, la inactividad como respuesta.
Conviene además tener en cuenta que los métodos de búsqueda de empleo han cambiado y actualmente resulta indispensable tener cierto manejo de las tecnologías, conocer los procesos de inscripción a través de los portales de empleo de Internet o el posicionamiento en las redes sociales. Muchas empresas ya no aceptan eso de recibir currículums en mano y ante la abundancia de demandantes y la escasez de ofertas, prima la originalidad en las candidaturas, la creación de una marca personal con la que destacar nuestras habilidades y fortalezas y sobresalir frente al denominador común.
Es posible por otro lado que con la nueva situación exista un nuevo planteamiento de nuestras metas, preferencias laborales y verdadera vocación. Aprovechar la coyuntura para optar a otros sectores u ocupaciones distintas de lo que hemos hecho siempre. Y este factor que, en principio y ante todo es algo positivo pues supone una renovación de nuestros objetivos, un reciclaje y por tanto un principio de acción, puede conseguir el efecto contrario cuando añade cierta complicación a la tarea de buscar empleo, la complicación de carecer de un networking dentro del nuevo campo que queremos explorar o de sentirnos principiantes tardíos.
No es de extrañar entonces que la persona que pierde su trabajo sienta la necesidad de parar, de tomar conciencia de su nueva situación y de adquirir cierta distancia para mirar con perspectiva y empezar a tomar decisiones sobre los pasos que dar y los objetivos a alcanzar. Pero una cosa es tomar impulso y otra bien distinta, prácticamente antagónica, es sufrir un bloqueo.
Lógicamente esta situación se puede dar en distintos grados, que habrá que valorar para saber si necesitamos o no la ayuda de un especialista. No obstante, la aparición del bloqueo tras el despido o el cambio inminente no es nada extraño y existen ciertas pautas que podemos seguir para salir de él partiendo de la premisa de la acción como principal revulsivo.
En este sentido una de las recomendaciones básicas es la de disponer de una agenda del día, seguir estructurando la jornada en base a unos horarios que nos permitan administrar las tareas y gestionar nuestro tiempo. El hecho de que ahora esas tareas sean distintas o las prioridades hayan cambiado no significa que no podamos mantener una rutina horaria, dividir las mañanas y las tardes conforme a nuestras preferencias o capacidad de acción. Podemos por ejemplo destinar las mañanas después del café a poner en orden la casa y hacer algo de deporte. Lo primero pondrá a nuestra disposición un espacio limpio y ordenado que nos reconfortará interiormente y lo segundo activará nuestro cuerpo y nuestra mente de cara al resto de la jornada.
Las tardes las podemos dedicar a buscar trabajo, actualizar currículums o nuestros perfiles en las redes sociales o asistir a conferencias, seminarios o cursos que nos ayudarán a reciclarnos y hacer networking, tan importante hoy día en el logro de resultados.
No descuidemos no obstante un momento para el ocio en esta planificación diaria. Un ocio que cada cual administrará como deseé o como lo considere más efectivo de cara a desconectar de la preocupación o tensión ciertamente inevitables ante las nuevas circunstancias. Un café con los amigos o una reunión social improvisada siempre es positivo. La socialización nos ayuda a compartir y exteriorizar esas preocupaciones y a adquirir puntos de vista distintos con los que atenuar nuestras malas impresiones. Pero si lo prefieres puedes dedicar tu momento del día a leer, a ver una película o a meditar. De lo que se trata es de no abandonar nuestro cuidado interior, de dedicar tiempo a nosotros mismos puesto que somos sin duda los que mejor nos conocemos y sabemos lo que conviene en cada instante.
El hecho de mantener una planificación y de saber administrar las prioridades, no significa ser inflexible. En esto, como en el resto de las cosas, concedernos licencias es tan o más importante que lo demás. Ser disciplinado no es sinónimo de intransigencia, de auto exigencia extrema o del siempre irreal perfeccionismo. Entre otras cosas porque en la carrera de fondo que implica la búsqueda de la leyenda personal los altibajos forman parte del camino. Si la perseverancia es un must con el que debemos contar, la flexibilidad será nuestra arma contra la autocrítica destructiva o el sentimiento de culpa. Seamos realistas por otro lado en nuestras metas, sobre todo en aquellas cuyo plazo de cumplimiento establecemos próximo en el tiempo.
Por último no querría olvidar que, aunque los recortes han afectado y mucho a los recursos formativos para desempleados, siguen existiendo profesionales, organismos y asociaciones gratuitas a través de las cuales obtener una ruta de acción en la búsqueda de formación y oportunidades. Orientadores laborales que, en función de la cualificación de la persona, ofrecen asesoramiento, ayuda en la potenciación de nuestras habilidades y currículum y enlaces o contactos interesantes a los que dirigirnos. Portales de Internet con información amplia y detallada de las oportunidades laborales y direcciones útiles. Organismos oficiales, con oportunidad de cursos variados con los que obtener ese reciclaje necesario, así como de seminarios y conferencias a los que acudir para estar al corriente de lo que se mueve y prima en el mercado laboral actual. Redes sociales específicas para profesionales, expertos y emprendedores. En relación a estos últimos organismos y asociaciones que ofrecen planes de negocio de manera gratuita, o bien las pautas para que los realicemos nosotros mismos bajo la supervisión o ayuda de un orientador. ONGs y Fundaciones, a través de las cuales obtener información o, como alternativa o soporte a los cursos de formación, hacer voluntariados en aquellos departamentos o áreas específicas en las que queramos ganar experiencia. De forma vinculada a nuestra participación en causas sociales con las que nos sentimos comprometidos, podemos realizar funciones que incluiremos en nuestros currículums e historial profesional.
Tomar conciencia de las ventanas que se abren ante una pérdida de la que tampoco pretendo quitar un ápice de adversidad, requiere posicionarse en la distancia de la que hablaba anteriormente. No es algo que aprendamos o asimilemos en un día, sino que es información que iremos ganando de manera progresiva. Pero quedarse parado por tiempo indeterminado no es la solución. Desgraciadamente no somos ni Sandra Bullock ni Julia Roberts, ni Ben Stiller en una comedia de esas en las que los finales felices vienen al rescate. Y quizá precisamente porque no lo somos, conseguir nuestros éxitos personales por el propio esfuerzo valdrá el doble y será sin duda la herramienta a través de la cual alcanzar una nueva dimensión y concepto de nosotros mismos y nuestras capacidades. Al fin y al cabo, como dijo el escritor francés Jules Renard:
“El proyecto es el borrador del futuro. A veces, el futuro necesita cientos de borradores”