Andar Buenos Aires, siguiendo el aroma que huele a café, que a su vez sabe a historia y huele a poesía, una Poesía única que encuentro siempre arrimada en alguna mesa de bar de alguna esquina de algún barrio porteño, es una travesía personal que no solo me propongo y realizo emocionada y feliz, sino que también me permite conocer la real dimensión de la magia que sobrevuela, de rincón en rincón, por este Buenos Aires en el que hoy se desarrollan mis días.
Numerosos personajes, literatos y bohemios ocupaban sus mesas, entre ellos el escritor Roberto Arlt, Alfredo Palacio y Héctor González (su nombre esta grabado en una de las mesas del café en su homenaje).
Los poetas actuales siguen pasando por las mesas del café Margot,como en un perpetuo peregrinar del talento escrito hacia la cima del encuentro con el asombro, la ilusión y finalmente la magia…
Podría confundírsele con un café más, de una esquina porteña cualquiera y sin embargo Margot, así bautizado, con el nombre de una de las mujeres célebres de la letra de un tango, por Pablo y su mujer Laura (los dueños del antiguo café), ya por aquellos tiempos fue consolidando su tamaña personalidad hasta transformarse en nuestros días en un refugio con carácter y temperamento, que no deja de ser cálido, atrapante y que conserva hasta en sus paredes y estructura el aroma que tienen los sueños cuando saltan de un latido directamente hacia cada una de esas mesas que los ven nacer, como en un mágico ritual de renovada esperanza y perpetua creación. Es entonces cuando se mezclan con los aromas del lugar y la vida huele mejor y la historia firma contrato con la ilusión y la posibilidad de no morir nunca más.
Me siento a una mesa en solitario, observo y degusto cada imagen, necesito sobornar al instante con cada intento mío por jalarlo hacia lo eterno, porque me enajena la visión y el contacto con el lugar, lo siento un submundo de sensaciones, un perfecto reino especial donde conviven en secreto la nostalgia con la pasión y llenan los rincones del lugar con sus “hijos invisibles” los suspiros.
La gente ingresa, busca una mesa e irremediablemente hace contacto con el pasado ni bien posa su vista en el mobiliario de madera de antaño, esas mesitas en las que no solo se ha servido durante décadas, tantas veces el café, sino que han ofrecido el espacio perfecto, el mejor, el ideal para que poetas y soñadores de ayer, de hoy y de siempre, se sirvieran y aun se sirvan de la inspiración concreta para dar vida a nuevos y ambiciosos proyectos.
De todas formas, cuando esta mujer va por un café, en realidad y más allá del hecho, siempre va por una historia autentica y palpable. Y esta historia me gustó, me dejó inmiscuirme en sus ricos detalles y me abrió el corazón de su verdad.
Su encargada, muy amable, me permitió andar a mis anchas por el lugar, contemplar cada detalle, leer cada placa y toda esa poesía y típicas anécdotas volcadas a los lienzos que cuelgan y engalanan las paredes del local. Se sienten como trofeos ganados al mismísimo tiempo, para probarle que existe una sola forma de hacerlo eterno y se llama Historia.
Y es que Café Margot es Historia misma, es una oportunidad para acercarse al recuerdo, tomarse un cafecito con la nostalgia, hacerle un guiño a la inspiración y dejar que nos pueblen el alma todos los mejores sueños…
Y esta que escribe se puede ir despidiendo tranquila del lugar, ya se tomó su café, agudizó todos sus sentidos, pudo escuchar el ronroneo de la magia que invade al lugar, ver la contundencia de los testimonios de esas paredes con historia, oler los aromas exquisitos con que se cocinan allí ¿por qué no? también los sueños, como parte de recetas ancestrales, y además pude palpar, por un instante siquiera, la consistencia que tiene la gloria íntima cuando tienes la certeza de que te llevas un buen relato.
Andar por Buenos Aires significa mucho más que caminar y caminar explorando destinos nuevos. Significa codearse con lo foráneo, estar abierto a lo sorprendente y sobre todo tiene que ver con el estar predispuesto a sentir, oler y dejarse llevar por el sutil encanto de la Magia.
Por mi parte, mi misión está cumplida. He hallado un sitio más en donde el encanto se manifiesta y la inspiración se profundiza. Un café de Buenos Aires, no es un café en cualquier lugar y en Margot los fantasmas de esos grandes creadores de letras de tango que recorrieron el mundo, siguen paseándose por las mesitas, haciéndole un guiño a la inmortalidad, porque los fantasmas aquí, jamás se desprenden de la legendaria picardía porteña.