Hace un tiempo escribí que el relato corto era el onanismo del escritor, por la satisfacción inmediata de la creación plasmada, y mantengo la afirmación tras leer con entusiasmo la excelente colección de relatos «Cambio de planes», del escritor Luis Borrás, la cuál te deja insatisfecho como la buena amante, no por su falta de intención, sino por la brevedad del placer.
Borrás juega con el azar y los infortunios que éste puede ocasionar, aprovechando cualquier arista de la realidad para darle una vuelta de tuerca y ofrecer al lector una visión diferente, acompañándole en una reflexión sobre la misma volatilidad de la vida, que ahora es, pero dentro de un minuto puede ser.
Sus relatos comparten elementos de vitalidad reiterada y sus personajes no vacilan a la hora de cambiar su vida, a la hora de cambiar sus planes, unas veces con la voluntad como bandera y otras con las circunstancias abrumando a su capacidad de acción.
No se excede, Luis Borrás, en el acompañamiento de la historia, deja volar la imaginación del lector y permite finales abiertos con múltiples interpretaciones, más de las causas que de los efectos, lo que ayuda a la compenetración existencial entre el que escribe y el que lee.
Una compenetración que llega a su punto más sublime con «Mariona», la mejor historia de «Cambio de planes», compilación del devenir de la vida a través de una inoportuna fotografía tomada a destiempo.
Como digo en el primer párrafo, tras leer los doce relatos que componen «Cambio de planes» uno se queda a la expectativa ante los nuevos trabajos de Luis Borrás, historias que tengo la certeza de que ya perviven en su mente y sólo necesitan el caudal técnico del negro sobre blanco.