Cultura

Caminos Opuestos. Antonio García Cánovas.

Caminos Opuestos. Antonio García Cánovas. Odisea Editorial.

«Se cansa de todos esos cuadros uno al lado del otro en el museo, sin entender por qué tienen que haber tantas pinturas juntas en una casa tan grande donde no hay muebles y no vive la gente.

– Tienes razón. Los museos son los cementerios de las obras de arte».

Página 27.

«Andrés arrastra la gruesa manta de la cama hasta la chimenea y se acurruca sobre las pieles, buscando entre el intenso aroma animal de las lanas, los restos del olor y el calor de la unión de los cuerpos».

Página 43.

Segunda parte (al menos los protagonistas son los mismos) de Los frutos prohibidos, con la que al autor ganara en su día el X Premio Odisea de Literatura, esta novela viene a romper el cuento de hadas y a descubrir a una rana encendida por los bajos deseos bajo el príncipe que lleva a su tierno amado lejos de su tierra y de la protección cálida de los brazos maternos y paternos.

¿Es el amor para siempre? Quizá el amor sí, pero no el engaño con el que Fernando se convence a sí mismo y a los demás de que ama a Andrés, talentoso escultor intuitivo y autodidacta, y jovencísimo canario acostumbrado a trabajar mano a mano en el pueblo, con su padre. En este nudo parece contenerse lo básico de la novela que nos ocupa, con sus ciento ochenta y tres páginas.

Entre la suiza Basilea y la francesa Alsacia la acción transcurre para desvelarnos que el espejismo del amor eterno no era tal. Entre tanto asistiremos a algunas escenas de sexo, en ocasiones abordadas con puerilidad sorprendente, y a la aparición de personajes «malvados» que conspiran contra ese «amor» y personajes «bondadosos» que acogen en su seno al desprotegido Andrés.

Los personajes, con todo, desconciertan a veces. El protagonista, Andrés, parece tener una edad indefinida que oscila entre la niñez y la pubertad. Su actitud de desprotección más que propia de la inocencia y la pureza de un ser criado lejos de la ciudad y su maldad sofisticada parece propia de un crío de doce años, a veces menos. Dentro de este binomio blanco/negro Urs es un muchacho (no tan muchacho ya si, a tenor de lo que dice el libro ha llegado ya a la treintena) que se da a los placeres carnales para conseguir lo que desea de los hombres, aunque inicialmente se le presenta también como alguien enamorado/obsesionado con Fernando, ese otro personaje que dentro del prototipo consigue salvar algo de complejidad, enamoramiento que le deja también desprotegido, indefenso, sin ganas de vivir cuando se entera de que vive con otro.

El citado Fernando, que trabaja en la redacción de un periódico, es de familia acomodada, y aspira a la jefatura de esa redacción, se debate entre la paz que le otorga el «niño» Andrés y la satisfacción del instinto que le ofrece el diablillo de Urs. Urs que, a cambio de dinero y status, se empareja con un hombre mayor con cierto poder y gustos tan decadentes como los del muchacho, que lo engaña con Fernando, pero también con Andrés, con quien, para acostarse y tener sexo, se finge mujer ¿?

Entre la pureza y los bajos deseos del cuerpo; entre la bondad y la inocencia y la perversidad andrógina/hermafrodita se juega el partido.

La historia, contenida en un libro breve, adolece de la consistencia que convierta a los personajes en seres más reales y se los plantea a breves pinceladas cosidas entre ellas por escenas de un sexo morboso a veces, romántico otras, que suelen quedarse a medio camino, como si el autor quisiera rozar la pornografía y al tiempo rechazase hacerlo.

Los fragmentos donde Antonio García parece desenvolverse con mayor eficacia son las descripciones de paisajes naturales, las evocaciones de lo rural, ya tengan lugar durante la vigilia:

«[…] contempla de nuevo el cielo intensamente azul sobre sus cabezas cuando se solazaban tumbados boca arriba junto a la fresca cantinela de la fuente […] el embriagador perfume de los higos, el queso tierno chorreando aún el líquido amarillento de la cuajada».

Página 23.

…o durante el sueño:

«No sintió nada salvo la tenue voz que no era tierra levantando la sombra de las montañas y los helados dedos del cierzo separando de su piel los jirones de tela hasta dejarla en blanco. Rompió la corteza del río sin orillas, entró en las aguas que no mojaban y descendió hasta lo más hondo donde la voz que no era llama meció su cuerpo en lentos remolinos sobre grandes piedras cubiertas de musgo verde».

Página 78.

En definitiva novela de fácil lectura, con personajes no demasiado complejos, que se debate entre el morbo y el miedo a ser demasiado explícita, incapaz de llevarse por la decadencia o de resultar novela romántica al estilo del ya famoso «El viaje de Marcos» al que parecen mirar tantos ojos de la Literatura homosexual española. Plagada, eso sí, de buenas intenciones.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.