Apareciste en mi vida
como el sol cada mañana
cuando escala el horizonte
e impregna toda la tierra
del poder de sus entrañas.
Estrella repentina y peregrina,
vigía del cielo de mis noches,
espía de mis sueños
que colmas y complaces.
Abanderas mil valores
que le faltan al mundo,
y en tu hermosa humildad,
atesoras un alma
que expande al infinito
tu esencia angelical.
Estás hecho de luz,
de cristal musical,
de suavidad de rosa,
de perdón y de paz.
Vestigio de bondad
que ignoraban mis ojos
hasta ahora.
Caudal del corazón
anegando de vida
los pliegues de mi pecho.
Tus armas:
la franqueza y la sonrisa;
la inocencia que anida
y arraiga en tu regazo.
Me escuchas,
comprendes y consuelas…
Temes hacerme daño
y empapas tus palabras
de impoluto respeto.
Gracias por enseñarme
inéditos paisajes
que la sombra ocultaba,
por mostrarme el amor
en su estado más puro,
y por toda la dicha
que a diario me brindas.