Consonancias, 47
Han pasado más de dos décadas desde que Carmen ParÃs pusiera en pie el texto dramático de Alfonso Plou ‘Carmen La Nuit’, una obra nacida entre la nostalgia y el espÃritu del cabaret. El Teatro del Temple la ha recuperado ahora, enriquecida por el tiempo, y la ha presentado el último fin de semana de septiembre en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza.
Aquella propuesta inicial, fraguada entre gentes que comenzaban su trayectoria profesional, sigue estando viva y fresca, mantiene su naturaleza explosiva y vuelve a cautivar al público actual con su visión nostálgica del arte. La copla, el cuplé, el pasodoble, la rumba, el bolero, el tango… que constituyeron el eje vital de la artista imaginada, siguen hoy tan vigentes como en los tiempos en que nacieron.
Al cabo de 20 años Carmen ParÃs es toda una figura en el panorama musical, una mujer madura con una trayectoria muy consistente que parte de unas raÃces bien definidas, una actriz que sin duda comparte ahora con la protagonista de la obra algunos apuntes de su biografÃa. Ayudada por el recurso cinematográfico que le facilita la narración de su periplo europeo/americano y le permite concentrarse en las canciones, plantea entre bromas y veras algunas cuestiones vitales que afectan a todo artista. Las canciones tienen su intención, más o menos explÃcita, y en ellas se habla de libertad, de superación, de ambición, de amistad, de amor, de triunfo y de derrota, haciendo la historia más profunda de lo que a primera vista pudiera parecer. La dimensión dramática de la artista crece a lo largo de la actuación, aunque ofrece altibajos en algunos pasajes.
“Carmen Lanuit, nos habla, nos susurra palabras desde las esquinas de cualquier escenario del mundo. Se nos hace real, permanece ausente, lejana y nos canta melodÃas de arrabal y de pasiones. Turbias historias, reales como la vida misma, como la fantasÃa de quien las compusoâ€, explican los creadores del espectáculo.
La nueva versión se enriquece con más canciones y mayor recorrido dramático, además de las aportaciones musicales de Coco Fernández a un teclado muy desarrollado y de JoaquÃn Murillo al saxofón, apostillando éste al mismo tiempo con su vis cómica algunos de los episodios de la trama. Como era obligado, al final se hace un homenaje a la jota, piedra de toque de la carrera musical de la artista.