«Te sentí cuando faltaste, como si hubieras formado siempre parte de lo que me sostuvo, como si tú y yo estuviéramos soldados al mismo metal y se nos hubieran desdibujado los límites…»
«El amor no ha sido suficiente para nosotros; algo nuevo tendremos que inventar».
«Y tus besos son como la tiza que roza la pizarra, como la sal que se quedó bajo el plato, una dentera continua».
Este año 2009 está siendo especialmente prolífico para la producción de Espido. Cartas de amor y desamor es su primera, y brevísima, pero intensa, incursión en el género espistolar. Se trata de seis cartas dirigidas al amante de una relación ya empezada. No se cantan aquí los himnos de las sirenas de la seducción y la fase del enamoramiento, sino la búsqueda del amor en los recuerdos, las quejas de lo que nos daña en la pareja y la reflexión sobre lo que nos compensa en contraposición, el perdón después de una discusión de peso… y a partir de ahí la ruptura sin solución, y el resentimiento.
Una vez más el estilo de la autora marca y se la reconoce: no hay barroquismos, no hay vueltas y adjetivos estrambóticos sino una lengua común, comprensible para todos, pero utilizada con la sabiduría del que tiene la experiencia sobre cómo emplear y unir las palabras para dar un sentido nuevo a las mismas. Con gran acierto se sabe relatar el final de una relación desgastada que se ha llenado de monotonías, de aburrimientos, de discusiones… cuando el amor ha ido escapándose entre las rutinas del cariño y el apego, que también se van desgantando por falta de ilusión y de entrega. Pero es más, a pesar de lo escueto de los recursos, de la extensión del texto, se consigue relatar toda una historia pasada, todos unos lugares comunes, unos recuerdos compartidos, unas psicologías señaladas por cuatro o cinco apuntes aquí y allá. El resultado es completo y redondo sin que lo impida lo conciso de los materiales empleados.
Breves, preciosas en su claridad, estas cartas dejan ver la evolución emocial del personaje que escribe, mujer que pide volver a tener esas aventuras, esos viajes, esa alegría del amor que inicia… A continuación la constatación de no ver la respuesta a su petición, el perdón mutuo y la condición imposible de cumplir «prométeme que no discutiremos nunca más». La primera grieta insalvable viene con el reproche. Después la despedida, pero una despedida plagada de un dolor aún enamorado; una mujer que se queda tras la marcha de la pareja, que quiere convencerse de que es mejor así, pero que se siente sola y nostálgica… lanzando un puente hacia una posible amistad posterior… «ese espejismo de querernos aún un poco». Por último el rechazo al regreso, la venganza y la frialdad acerada de unos rescoldos que ya se han apagado completamente, la cerámica o el cristal roto en mil pedazos, totalmente imposible de reconstruir.
El libro se completa con unos dibujos, ilustraciones que llenan más de la mitad de las páginas con un gran acierto, pues también cuentan una relación a través de aquello que casi todos guardamos: los billetes de avión, las notas dejadas en la nevera, los cromos antiguos, las cintas de música, los dados de los juegos que se disfrutaron juntos, las piedras de la playa en la que se compartieron un paseo o un atardecer, pedazos de vidrio, (curiosamente también una página de un herbario, como el que hacía la protagonista de Irlanda)… Y por otro lado con un CD donde se contienen esas cartas leídas (e interpretadas en el sentido de entonadas adecuadamente y en sintonía con la situación que se está leyendo y los sentimientos transmitidos) por la propia autora, un plus muy apetecible para mitómanos y coleccionistas de curiosidades; una ocasión de escuchar el sentido que vocalmente quiere dar a la autora a su propia obra y que suele tenerse en contadas ocasiones y casi siempre en la poesía.
Una obrita deliciosa para reflexionar sobre nuestra propia vida de dos… si la tenemos.