Puntual y expectante acudí al Colegio La Salle Gran Vía, citado por el prestigioso Club Cultural 33, para impartir una conferencia sobre «Los Libros de Nuestra Vida. El Principito de A. de Saint-Exupéry». Me recibió Amelia, alma mater del Club, acompañada de su marido y buen amigo, Emilio Quintanilla, poeta a quién acaban de conceder el Premio Santa Isabel de Portugal de Poesía. Ambos me presentaron a Francisco Sancho, presidente del Club, médico y portador de la auténtica bonhomía. Puedo decir que la hospitalidad me conmovió al subir al escenario, a la vez que estimuló mi actitud para compartir los 60 minutos con la audiencia, en el marco espléndido del gran salón de actos del Colegio. A un orador lo que más le preocupa es ver en algún rostro, entre las butacas, al que se le desparrama el sueño. Sin embargo, esta mañana, los ojos estaban abiertos y atentos. Los gestos concentrados. Siguiendo mis palabras, el libro fue tomando forma entre sus recuerdos.
El Club 33 lo forman personas honorables a los que el tiempo tilda equivocadamente como mayores. Todos son universitarios, jubilados ya de sus tareas profesionales, pero con el entusiasmo por la vida intacto, quizá incrementado. La cultura es uno de los vehículos por donde transitan sus inquietudes; los viajes, reuniones y otras actividades llenan la agenda. En su programación, dos días a la semana el Club presenta conferencias sobre los más variados temas a la que asisten la mayoría de los 150 socios actuales. Cabe reseñar la presencia en el hall del colegio La Salle de una replica de la escultura del león del Puente de Piedra de Francisco Rallo Lahoz. Esta réplica, sobre el que pintó el artista Pedro J. Sanz, formó parte de la extraordinaria exposición de 25 leones, en un proyecto del Corte Ingles para celebrar el 25 aniversario de su apertura en Zaragoza, a los que afamados artistas zaragozanos decoraron con sus pinturas. Esta muestra callejera tuvo lugar en el Paseo de la Independencia, siendo inaugurada el 29 de febrero de 2008. Magnífica instalación de arte moderno sobre el soporte figurativo del símbolo de la ciudad, tal y como lo concibió el desaparecido maestro Francisco Rallo.
Desde aquí, mi reconocimiento a la labor que desarrolla Club 33. Les animo a que mantengan la llama de la cultura en sus corazones. Mi agradecimiento a su recibimiento y acogida.