Ya lo intuyen, ¿verdad? Es como ese airecillo de por las mañanas de primavera, que te refresca la cara y te predispone para enfrentarte a lo que te echen: la limpiadora de mi bloque que ha hecho migas con Duque, y éste está que se sale del pellejo cada vez que la pecosa muchacha le acaricia el lomo con cariño; el murmurio de los trabajadores del Quini, que al mismo tiempo que lijan la carrocería de algún coche no tienen reparo ninguno en besuquear a la despampanante rubia que casi todos los días les hace una visita; un rumano, dos rumanas, tres rumanos hurgando en los contenedores de la basura, con el carrito, la bicicleta y el palo de seleccionar “porquerías”; el hombre de raza negra con “su” mujer de raza negra; los latinos y musulmanes a lo largo de las aceras; los chinos en sus particulares cuevas…
Decía, que si ya notan ustedes ese ambiente de pre-campaña en el que nuestros políticos y aspirantes a políticos empiezan a moverse tímidamente, por ahora, sobre el tablero recién estrenado del 2015. Porque este 2015 va a ser un año de cuidado, un año en donde el ciudadano de a pie va a tener que hilar muy fino, pero que muy fino, a la hora de ejercitar su derecho al voto y otorgarlo a una u otra formación política. Pues, la irrupción de nuevos partidos políticos en el coso electoral español supone, o debería suponer, que quien tenga la intención de depositar su papeleta en la correspondiente urna medite en profundidad el sentido de sus aspiraciones como integrante de una sociedad, la española, que vive desde hace unos cuantos años sumergida en un maremágnum de imprecisiones en todos sus estamentos.
Claro es que, de esta manera es verdaderamente difícil dar en la diana del ejemplo a seguir puesto que el percal lo tenemos más que sobado; sobre todo, en los que a costa de lo que sea quieren seguir de engañifa en engañifa, tratando por todos los medios posibles de que el electorado de base continúe soportando resignado carros y carretas. Están los otros que, aprovechando el descontento generalizado que se aprecia en las distintas capas sociales, y en las más desfavorecidas más enfado y disconformidad, no tienen reparo alguno en desechar principios ideológicos que fueron básicos en tiempos pasados para mostrar al pueblo los nuevos caretos, que en escenas propias de un vodevil resultan humillados hasta los tuétanos con tal de “pillar cacho”. Y vienen después los nuevos, que como nuevos que son mueven al recelo y a la ilusión al mismo tiempo.
Estos nuevos, yo diría que a pesar de caminar por alfombras verdes todavía, están dispuestos a darle un vuelco al panorama político de nuestro país poniendo sobre la hierba los cascos del caballo de Atila; para a continuación, eso sí, proceder a una siembra nueva que realce paisajes distintos a los que tenemos ahora. Pudiera ser que horizontes de otra lucidez que hagan posible, por ejemplo, el reencuentro definitivo del ciudadano y las instituciones en las que por naturaleza social está implicado, con todo lo que ello lleva implícito. Y es que no sé, francamente, si estoy dibujando con ellos, con los que yo llamo nuevos, un estadio idílico. De todas formas, y como siempre ocurre en estos casos en que la incertidumbre está bien servida, serán los mercados financieros, una vez más, los que indudablemente tendrán la última palabra. Porque, señoras y señores, comienza el show.