“Si no piensas igual, eres mi enemigo. Y uno de estos días a todos lo que no piensen como yo, les echaré fuego para purificarlos. Y me convertiré en héroe de los estúpidos que me enseñaron a ser fanático e imbécil”.
Comparta con ellos el fanatismo. El fanatismo de cualquier tipo: religioso, deportivo, nacionalismo, étnico, ideológico… No reflexione con ellos, incúlqueles las ganas de suicidarse por su equipo, por sus ideas, por su etnia, por su lenguaje.
El fanatismo de cualquier tipo convierte al hombre en irracional, en un imbécil irracional. Torpe. Si pierde su equipo de fut que se lance en cualquier puente camino a casa. Y si es seguidor del Manchester que le dé un batazo a los seguidores de los otros equipos. Eso es el extremo, el fundamentalista.
Ese chico un día tomara un pistola y matará a cualquiera que se cruce en su camino.
Y si es de una religión que blasfeme contra todos los que no piensan igual; que discrimine a todos los que no piensan de igual forma.
El fanatismo de cualquier tipo aísla, entorpece.
Y si es de determinada ideología que no sea tolerante. Extremo. Si no piensas igual, eres mi enemigo. Y uno de estos días a todos lo que no piensen como yo, les echaré fuego para purificarlos. Y me convertiré en héroe de los estúpidos que me enseñaron a ser fanático e imbécil.
Cuántos niños y jóvenes andan por el planeta perdidos en un fanatismo tonto. Cuántos no piensan en matar por un fanatismo extremo. No es la simpatía por una idea, un equipo, una etnia, una religión. No. Es la idea extrema de matar o morir por mi religión, por mi idea, por mi equipo, por lo que yo quiero.
Comparta con los chicos la idea de la tolerancia; las diferencias que enriquecen; la pluralidad que genera alegría; la discusión pacifica y la eterna búsqueda de nuevos horizontes.
La verdad nuestra puede declararse con firmeza y ser sometida al escrutinio público, no como un dogma, sino como una idea que puede generar luz en la eterna discusión que saca de sus casillas a los torpes e imbéciles fanáticos.