Los pacientes no dejan de sorprenderme, de enseñarme, de humanizarme. En la debilidad de la enfermedad, cuando más duro es el diagnóstico y más tenue la esperanza, con frecuencia surge esa asombrosa fuerza, ese empuje que parece anidar dentro de todo individuo, que espera la ocasión idónea para hacer su aparición, cuando estamos rendidos en el suelo.
La madre sin recursos que aprieta los dientes para buscar bajo las piedras el dinero que necesita su hija para esa ortesis especial… Con un hijo enfermo acude, consulta tras consulta, con las mejores búsquedas de literatura científica que yo hubiera podido encontrar. O aquella otra que se convierte en mecenas de la investigación que puede para ayudar a su hija. Ellas no constan en ninguna estadística, ni ese dinero cuenta en ningún balance sobre gasto sanitario. Sólo están ahí, ocultas y distan mucho de ser testimoniales. Se les debe mucha gratitud a estos ángeles solitarios -casi siempre mujeres- y el más profundo de los respetos.
A veces, sin embargo, el esfuerzo no lo hace un familiar directo, sino un grupo de amigos, o incluso de desconocidos, lo que lo hace aún más sorprendente. Llevados del más puro espíritu de protección y ayuda al prójimo, de un sentimiento de solidaridad comunal inmediato y tremendamente intenso, sin barreras de ningún tipo, dan lo mejor de sí mismos para ayudar al que no puede levantarse solo.
La última de estas iniciativas se llama ‘Mariposas por la vida’, que es una de las más hermosas que he oído. Es un proyecto para elaborar una Guía Visual de las Mariposas Ibéricas diurnas. A diferencia de otros libros, el proyecto se está llevando a cabo mediante la colaboración de decenas de fotógrafos, amigos o desconocidos, que envían sus fotos, o su única foto, para formar el gran puzzle de esta obra que probablemente terminará siendo el mejor libro de mariposas de la península Ibérica elaborado hasta la fecha.
La chispa que encendió la mecha del proyecto fue el dolor de Gabino, su amigo, que padeció la enfermedad conocida como ELA (esclerosis lateral amiotrófica), que segó la vida de Gabino. Sus amigos, sus compañeros, asistieron durante su enfermedad a la ayuda que la Fundación Miquel Valls les prestó, a él y sus familiares, durante todo el proceso. Hoy han decidido devolver parte del bien que Gabino recibió, al destinar lo que se obtenga con la venta del libro a financiar la actividad de dicha fundación. Y qué mejor vehículo para llegar a su destino que la gran pasión de Gabino: la fotografía de mariposas.
Bellas, frágiles y únicas, como las personas. Las mariposas nos regalan su fugaz belleza para recordarnos que podemos hacer cosas grandes aun siendo pequeños; que una foto en un cajón no es nada, pero cuando se junta con trescientas más puede llegar a ser imprescindible para completar una obra casi enciclopédica. Como en los castellets de Cataluña, en el proyecto son imprescindibles todas las manos, aunque aparentemente la torre humana la compongan sólo unos cuantos. Somos pequeños, pero no insignificantes. Y sí, somos insustituibles. Sin nosotros, nada es posible. Nada de lo que merece la pena.
Jamás sabremos las consecuencias que una sonrisa o una palabra amable pueden tener para miles de personas. Puede que nunca descubramos que fuimos nosotros los que dimos un empujoncito a un futuro Gandhi en medio de una crisis personal, o a una madre coraje que necesitaba apoyo para seguir luchando, o simplemente a nuestro dolido vecino. Alguien sembró un día la semilla del árbol a cuya sombra te cobijas, y lo hizo sabiendo que no habría de beneficiarse de ello.
En un mundo obsesionado con la rentabilidad y el beneficio, muchas veces la solidaridad y el esfuerzo por los demás se tilda de estéril, si no va de la mano de recaudaciones sorprendentes o resultados espectaculares. Nadie puede enseñar al ciego a ver. Lo que es claro es que, a partir de hoy, no podrá afirmarse que no puede cambiar el mundo el frágil aleteo de una mariposa.
Teodoro Martínez Arán
Médico