Conversaciones con Sartre. John Gerassi. Editorial Sexto Piso.
“A la gente le cuesta mucho entender que la igualdad no significa que todos seamos igual de inteligentes, sino que nuestra alegría, nuestro dolor y nuestra necesidad de reconocimiento son equivalentes”.
Página 35.
“Por aquel entonces ya tenía conciencia de ser un urbanita. Igual que usted, por lo que me han contado, la naturaleza nunca me ha emocionado”.
Páginas 92-93.
“[Fidel Castro estalló…]: <<¡No fue eso lo que hizo la revolución! ¡La revolución la hicieron aquellos que creían en ella!>> Entonces me atreví a replicar: <<Eso es exactamente lo que dice el sacerdote a sus fieles: <<Creed e iréis al paraíso>>. Temía una diatriba, pero Fidel sonrió y dijo […]”.
Página 222.
“Hoy en día, el mundo intelectual, por no decir toda Francia, acepta que una pasión homosexual puede ser tan intensa y significativa como cualquier otra”.
Página 269.
Hay que empezar por la honestidad de reconocer que nunca he sido un admirador de Sartre, ni del mayo del 68, ni del Comunismo como alternativa política. Cuando -como casi todos- leí a Camus y a Sartre a mis veinte años, salí horrorizado por La náusea y enamorado por El Extranjero y Calígula. A partir de ahí abandoné la Literatura y la filosofía de Sartre, tomando partido por su «contrincante» político y literario. Sólo la gran Simone de Beauviour despertaba un cierto interés en mí por el gran filósofo francés, sin que nada, hasta este libro, hubiera conseguido que esa curiosidad se hiciese lo bastante importante como para volver a él.
Pero la Editorial Sexto Piso ha rescatado un importante documento con conversaciones mantenidas con su amigo (e hijo de su amigo) John Gerassi. Conversaciones mantenidas durante los últimos años de sus vida y que se interrumpieron sólo cuando el corazón del filósofo dejó de latir. (O al menos dejaron de producirse en voz alta, audible para los vivos, pero me gusta pensar que siguieron y siguen provocándose y emocionando al universo y sus equilibrios).
Dejando de lado que el autor a veces parece querer demostrar lo mucho que sabe y se puede hacer levemente cargante (el propio Sartre le llama «sabelotodo«), tanto su conocimiento profundo de la obra del filósofo como las propias palabras del francés hacen el texto tan interesante como apasionante en las circunstancias que nos envuelven hoy.
La sinceridad con la que hablan de todos los temas políticos,
de drogas, de visitas internacionales, de revoluciones traicionadas…
sería hoy más que «políticamente incorrecta»
Leyendo a Sartre podemos encontrar no sólo una mente privilegiada, sino un ser humano de primer orden, con las más profundas contradicciones irresolubles y el mayor amor por el mundo y la mejora social, con la mejor voluntad. Me sorprende que Sartre creyera en la bondad del hombre como lo hacía, para creer en la acción social conjunta, sin líderes; en el avance social a base de decisiones comunitarias y espontáneas… y que al mismo tiempo dedicara tantísimo tiempo y esfuerzo a su obra sobre el inmortal Flaubert, escritor burgués hasta la médula; y que además mantuviera a varias de sus amantes y a algunos escritores y pensadores jóvenes (incluso sin su conocimiento).
La sinceridad con la que hablan de todos los temas políticos, de drogas, de visitas internacionales, de revoluciones traicionadas… sería hoy más que «políticamente incorrecta». Sería impensable. La honestidad con su pensamiento y el esfuerzo por resultar coherentes, por encontrar la gran verdad de la vida humana y el avance hacia una sociedad más justa son encomiables, envidiables, maravillosas.
Sus posiciones políticas, sin embargo, no me convencen. El comunismo y la acción grupal espontánea, sin líderes, se muestran poco concordes a la realidad del hombre, a su naturaleza misma. Hay además, a pesar de la excelente relación de confianza entre los dos hombres una tensión no resuelta: Gerassi cree en la revolución con todas sus consecuencias, incluida la acción violenta. A Sartre, en cambio, le cuesta admitir esta segunda parte. Quiere un cambio social, una nueva realidad más justa con todos, con abolición de clases y desde luego con consecución de libertad real de los individuos con independencia de su profesión o prestigio intelectual. Sartre se deja llevar por sus sentimientos y colabora en las resistencias pasivas para evitar que arresten a otros al no atreverse el Estado a hacerlo con él. Gerassi, a pesar de todo, intenta convencerlo de la necesidad de esa acción violenta o «periodo de continua revolución» al precio que sea necesario. Sartre, con tímidas concesiones, resiste.
Otro punto fundamental del libro es la posición de estos hombres frente a la vida: su relación o relaciones abiertas con las mujeres; su público y largo romance con las drogas. Sartre confiesa no haber probado la cocaína pero si otras sustancias que le han dejado huellas como los años que sufrió alucinaciones y fue acompañado por cuatro o cinco cangrejos a todas partes. Relata brevemente como el médico le ha prohibido ingerir más anfetaminas (Corydrane) como consecuencia del deterioro de su salud pero él defiende que no le importa haber acortado su vida pues gracias a la ingesta de tales drogas no ha tenido que dormir por encima de cuatro horas diarias, lo que en realidad significa que ha vivido muchos más años de los que tiene en comparación con la media.
La postura de Gerassi es discutible en mayor grado. Casi llega a hacer apología de las drogas al mencionar las capacidades que para la escritura y el sexo le dan la ingesta de cocaína:
“¿Ha intentado usted escribir, o hacer el amor, bajo los efectos de la cocaína? Es fantástico cómo intensifica los orgasmos”.
Página 322.
Si esta posturas frente a las relaciones sentimentales y el uso de las drogas se debe a que eran hombres preclaros, adelantados a su tiempo o, sencillamente, a que estaban equivocados, es algo que no debatiré pero sí que me lleva a afirmar que, al igual que el resto del libro, y la profundidad de las meditaciones en él contenidas, no hacen del volumen una obra recomendable para todos los públicos. No es una crítica negativa, es una opinión subjetiva sobre un gran libro en el que se expresan las ideas de un gran hombre que vivió intensamente, comprometido con su pensamiento y su palabra.
En resumen una publicación arriesgada, positiva, incluso diría que necesaria para entender la evolución política del pensamiento francés y occidental. Un gran acierto que hará el placer de todos aquellos pensadores que entren en contacto con él, con independencia de si ya conocían a Sartre o no, si habían leído su obra o no, o si conocen la Historia de Francia o no (las notas explicativas son ricas y aportan gran luz al conjunto). Una delicia de lectura, una delikatessen que invita a la reflexión.