por Janina Pérez
No más observar de qué manera camina Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) basta para hacerse una idea de su intelecto. Ya de cerca su mirada analítica, observadora, de esas que te hace pensar «žcuidado y dices una estupidez…“, cohíbe; pero como en la vida hay que arriesgarse, me decido a conversar banalidades para romper con la seriedad inspirada por este exitoso escritor.
Descendiente de italianos, Volpi es sin duda alguna mejicanísimo. Después de abandonar el mundo de las leyes en México, aterrizó en Salamanca en 1996, donde se convirtió en un feliz desconocido estudiante de doctorado de Letras, que gustaba de disfrutar de lo mundano de las tertulias en el café de costumbre y en compañía de los amigos de siempre.
Aunque desde 1992 había venido publicando novelas y ensayos, Jorge Volpi saltó a la fama literaria con En busca de Klingsor, cuando por ese título le otorgaron el Premio Biblioteca Breve en 1999; luego vendrían El fin de la locura (2003), No será la tierra (2006) y un puñado de ensayos que han dado mucho de qué hablar como El insomnio de Bolívar (2009)
¿Qué significa para usted escribir?
Escribo como una forma de satisfacer mi curiosidad. Escribo para conocer y tratar de ordenar el mundo aunque a la larga lo que uno hace es desordenarlo más.
Después de todos los traspiés que ha dado la literatura, esa señora gorda y vieja.. ¿ha perdido o más bien recuperado valor?
Un poco las dos cosas, creo que jamás se habían publicado y leído tantos libros en todo el mundo, pero por otro lado la consecuencia ha sido cierta banalización de la literatura, se ha convertido también en un gran entretenimiento parecido al cine o a la televisión. Ese es el gran peligro que corre la literatura. No va a desparecer, como mucho se teme, ya que goza de muy buena salud.
A todo eso le sumamos el divismo que otorga la literatura… Sr. Volpi, ¡¿en qué mundillo se ha metido usted?! Se hubiera quedado de abogado…
¡¡Nooo!! ¡Eso es peor![risas] Se ve que no conoce a los abogados… son iguales o peores, bueno, peores ya es muy difícil, digamos que son iguales a los del mundo literario.
¿Está plenamente consciente de que ha pasado a ser el máximo representante de una cosa que ha denominado Gabriel Cabrera Infante como «žciencia-fusión“?
¡Pues sí… soy el máximo y único representante de la «žciencia-fusión“! [risas]
¿No es una gran responsabilidad?
Pues con Cabrera Infante sí que lo es [risas]y conmigo mismo también… Aunque por ser hasta ahora el único, tiene sus ventajas.
Después del éxito de su libro En busca de Klingsor, después de la venta millonaria de los derechos, después de todo…¿ qué ha cambiado para usted?
Nada … [risas] no, no es cierto… Es evidente que por más que uno quisiera que nada cambiara, en realidad cambian muchas cosas. Mi vida cotidiana dio un vuelco completo. De ser un estudiante en Salamanca a todo lo que ha venido después. Es difícil asimilarlo, no hay que decir que no, pero hay que estar consciente de que todo esto es lo accesorio y que lo principal es la literatura, por más que lo accesorio consuma muchas horas y que tenga cierta importancia.
Una de la cosas que ha cambiado sustancialmente es su paso al mundo de la diplomacia, es Agregado Cultural de México en París… ¿Cómo le va con eso?
Pues bien, París es una ciudad fabulosa y además me da la oportunidad de hacer un trabajo que me gusta porque tiene mucho que ver con la organización de actividades culturales mexicanas en París, incentivar el intercambio cultural entre los dos países y eso es fascinante. Por otro lado, es un trabajo que tiene una parte burocrática intolerable pero que también hay que llevar a cabo, pero bueno, París bien vale una misa.
La Generación del Crack y luego el Grupo de Salamanca. ¿Qué le han dejado esas experiencias?
Para mí el Crack fue y es una gran experiencia porque ante todo es un grupo de amigos escritores y seguimos siendo amigos cercanos, nos seguimos intercambiando manuscritos por correo electrónico, o llamándonos por teléfono. Continuamos con esa amistad literaria, que es posible. Con ello, y también en Salamanca, la idea es de que la literatura es, aunque sobretodo un placer solitario, puede ser también una pasión compartida, que uno puede hablar de libros, de los trabajos de cada uno de nosotros, y publicar libros juntos, intercambiar ideas. Eso es muy estimulante.
En una entrevista usted se quejaba de la falta de comunicación y desconocimiento entre los escritores de nuestros países. ¿Ha mejorado esa situación?
Sí, en un sentido; ha mejorado cierto conocimiento de algunos escritores de América Latina y España debido a iniciativas tan valiosas como los congresos de jóvenes escritores hispanoamericanos que se han realizado en Madrid, y eso ha permitido una comunicación notable entre los países, pero esto es solamente una mínima parte porque yo de lo que más me quejo es del aislamiento cultural de cada país de América Latina. Claro, ahora yo tengo la oportunidad de tener amigos escritores en Venezuela, Colombia o en Argentina, pero los lectores siguen teniendo muy pocas posibilidades de leer a los autores de otros países.
Alguna vez también se refirió a la responsabilidad social del escritor. ¿Cree que su generación cumple a plenitud con esa responsabilidad?
No exactamente. Me parece válido que los escritores tengan una responsabilidad social, pero también me parece bien que no la tengan, eso es una decisión individual. Hay muchos escritores que su única responsabilidad social consiste en escribir sus libros, y me parece muy respetable. Pero también hay otro tipo de escritores, que siguiendo una tradición muy presente en América Latina, opinan sobre temas de interés público, convirtiéndose en intelectuales, y participan activamente en las decisiones y en la comprobación de la opinión pública. Eso también me parece importante.
¿Cómo le caen a usted tantos elogios?
[risas]No crea, también he recibido muchas críticas…Comenzamos con los elogios, ¿no le asustan?
Pues asusta sí [risas], y halaga. Es una de esas cosas que hay que aprender a sobrellevar, y hay que entender que es algo valioso pero que lo principal sigue siendo ser uno mismo.
Y pasamos entonces a la parte de las críticas…
Pues la respuesta es básicamente la misma [risas]
Es que usted se metió en un gran problema porque no solamente entró por la puerta grande de la literatura sino que además pisó el terreno sagrado de los científicos…
Eso sí es verdad. Las críticas científicas las he tomado con muchísimo respeto. Yo no soy científico, por lo cual muchas críticas, bien y mal intencionadas, de la primera edición del libro, me motivaron a hacer una rectificación para las ediciones siguientes con los comentarios de todos esos científicos de carne y hueso que encontré luego.
¿Qué le seduce a usted de la ciencia?
Pues muchas cosas. Me seduce que es la forma más perfecta que hemos inventado hasta ahora de acercarnos a la realidad, que nos permite ir avanzando en un sistema lógico de evolución que permite continuar con el trabajo iniciado hace años. Me parece una labor que da confianza en el conocimiento de la humanidad.
¿Y por qué tan pocos escritores de nuestros países se han dedicado a ese tema?
Creo que tiene que ver con las escasas posibilidades que los científicos han tenido en nuestros países, también debido a las crisis económica y política del siglo pasado y sí son muy poco los escritores, no solamente en Latinoamérica sino de la lengua española que han tratado el tema de la ciencia, sin embargo, a mi me parece fascinante.
Usted se define como una persona llena de preguntas. ¿Qué pasaría si alguna vez se da cuenta de que ya no tiene ninguna?
Espero que eso nunca me ocurra… Se supone que se acaban las preguntas cuando ya se tienen todas las respuestas, y eso no me gustaría vivirlo.
Estamos viviendo en una gran incertidumbre ante un nuevo orden mundial. ¿En qué va a parar la humanidad?
¡Si yo lo supiera…! [risas] Esa es justamente una de las muchas preguntas que sigo teniendo. Ese es un tema que sirve para muchas especulaciones, y que para tratar de contestarlo implica formular nuevas preguntas y eso lo hace más interesante. Pero estamos tan cerca de los hechos del 11 de septiembre que sigue siendo muy pronto para dar respuestas reales.
¿Qué quiere ser usted cuando sea grande?
Cuando sea grande quisiera ser director de orquesta…
¿Algún compositor en especial?
Pues sí, tengo varios… alemanes…
Por supuesto…
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