Crisis. Curiosa palabra. ¿Saben lo que ocurre en Oriente? El mismo símbolo que usan para referirse a ésta es el que utilizan para la palabra oportunidad.
Hablemos de crisis.
¿Qué es una crisis? Según una de las entradas del diccionario de la RAE: “Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente”.
Supongo que nuestros duchos políticos, economistas y sabios se habrán leído la definición de este prestigioso compendio de palabros.
¿Estamos ante una enfermedad, de la que podemos salir mejorados o empeorados? Podríamos llamarlo enfermedad, en efecto, pero, ¿quién está enfermo?
Dicen que el sistema financiero está atravesando uno de sus peores momentos, y que debido a esto, a la desconfianza de los mercados, junto con la falta de empleo porque el sector mayoritario ha arrastrado hasta el fondo a los demás, los habitantes de esta Tierra, estamos pasando por una mala racha. Es decir, que hemos de estar dispuestos a que nos jodan por todos lados. Y yo no estoy del todo en desacuerdo con esto, pero, ¿quién nos jode? ¿Por qué se nos jode? ¿Qué se persigue con esta jodienda? ¿Estamos en derecho de sentirnos indignados?
Comencemos por el principio.
Año 2008. Una gran gestora de inversión cae. El gobierno americano, debido a la trascendencia del acontecimiento a nivel mundial y a la alarma generada, a la poca confianza de la gente, toma una decisión. Inyectar, creo que fueron unos 700.000 millones de dólares. Un momento. Voy a cerciorarme buscando por Internet.
Sí. Bush pidió al Congreso tal cantidad para evitar el colapso de Wall Street.
Ayer por la tarde, mientras por mi Alcalá de Henares querida paseaba tras un delicioso potaje que llevaba entre pecho y espalda, me dio por hacer cuentas.
Según informes que leí en 2010, el ser humano ha sobrepasado en el planeta la friolera de 7000 millones de personas. Ahí es nada. 7000 millones. ¿Y ahora qué? Cuantas personas habitan este minúsculo planeta. Qué de bocas que alimentar. Infinidad de residuos generados por una sociedad más ávida de bienes que poder consumir, y sobre todo, cada vez con menos dinero para poder gastar en aquello que necesita. Un momento. 700.000 millones de dólares, 7000 millones de personas… voy a hacer una simple división. 700.000 entre 7000 esto da un resultado bastante redondo. 100 millones por barba.
¿Qué? ¿Me está usted diciendo que aquello que la administración Bush utilizó para evitar el colapso de la bolsa hubiera bastado para hacer ricos a todos y cada uno de los habitantes del planeta? En efecto. Demasiado sencillo parece a simple vista. Esto, visto desde las profundidades, debe esconder una realidad subyacente.
La realidad, efectivamente, es que el dinero no vale absolutamente nada.
Hoy es deuda.
Ayer fue esclavitud
Supongamos que ese dinero hubiera sido repartido a todos y cada uno de los habitantes. De repente, la Tierra llena de individuos con los bolsillos llenos para poder gastar y comprar todo cuanto necesiten. ¿Necesiten? ¿En serio? Permítanme que lo dude.
Muchos seguro que pensarán que si tuviesen 100 millones en su bolsillo serían ricos. Que con ese dinero se podría erradicar de golpe el hambre en el mundo. Que efectivamente los problemas estarían resueltos. Una cosa tan solo. Si todos tuviéramos 100 millones, ¿cuánto valdrían las cosas? Creo que se encarecerían bastante. Y quizás, en poco tiempo, ese dinero de nuevo estuviese repartido de la forma en que estaba anteriormente.
¿Qué es lo importante entonces, si el dinero no vale nada? Metámonos en la cabeza esta idea. El dinero no vale absolutamente nada, si tras él no hay algo que lo respalde, y ese algo es el amor tan grande que le tenemos.
¿Por qué rescataron a los bancos? Porque efectivamente, el dinero no vale nada. Pero el control sobre la población lo vale todo. El poder tener aprisionados a los habitantes de un país entero porque ese país le debe a aquellos que llevan la batuta en este gran concierto de poder es lo que realmente tiene valía en el asunto. Por consiguiente, aquellos que orquestan el acto en cuestión, ¿dejarían que todo se desmoronase repartiendo el dinero entre el pueblo? No pueden hacerlo. Han de conservar el orden establecido. ¿Por quién? Eso ya es otra historia.
Siempre ha sido así.
Hoy es deuda. Ayer fue esclavitud. Pero siempre ha habido una clase que ha dominado al resto. Y cada vez lo creo más firmemente.
Pero vayamos más lejos todavía.
Si el dinero no vale nada, si tan solo es una herramienta de control sobre la totalidad de las personas, ¿qué es lo que realmente importa? Eso precisamente. Las personas. Eso es lo que importa. Las personas, lo que somos capaces de dar de nosotros mismos, y lo involucrados que nos sintamos con cuanto nos rodea.
A veces divago. Incluso pienso por las noches antes de dormir, en ese instante que vive entre la vigilia y el sueño, ni despierto ni durmiendo, y me imagino un mundo distinto. Un mundo en el que todos comprendemos esto y de repente las cosas comienzan a tener sentido.