Visité con gran curiosidad la exposición que mantiene abierta el Palacio de Sástago en Zaragoza hasta el 28 de Abril de 2013.
Poderosamente llamó mi atención… un montón de maletas hacinadas en perfecta conjunción con el espacio y el tiempo representado.
Aquellas maletas abrieron en mi memoria la puerta ya lejana, de mi infancia.
Un pasado ligado a la emigración española, que un buen número de personas de aquella época en nuestro país, debieron afrontar y asumir.
Emigrantes que salieron con dirección a distintos países desconocidos para ellos, con deseos de abrir horizontes esperanzadores de futuro y libertad.
Impresionante realismo en la obra de Cristóbal Toral.
La interpretación de la realidad es el punto de partida; su obra muestra, una atmósfera de viaje permanente.
Un tren parado, una mujer a punto de subir a él… Otra mujer frente a un grupo de maletas… Un grupo de gente sentada, esperando en un banco de madera… Manzanas y frutas que flotan y gravitan en el interior del cuadro… Cuadros rasgados y rotos, con necesidad de espacio insinuada…
Su obsesión por los viajes, su atracción por el cosmos y el espacio, se muestra fiel en cada obra, desintegrando las formas y expandiéndolas a la superficie del cuadro.
La representación del interior de habitaciones vacías le introduce en un mundo mágico de maletas y paquetes; su universo de soledad y nostalgia, de esperas y traslados, permitiéndole componer e imaginar, con absoluta visión de libertad, en un lenguaje pictórico brillante.
Un nudo en el estómago fue manifestándose en mí a lo largo de la visita…
Aquellas maletas roídas, la atmósfera de un viaje al pasado, aquel tren a punto de emprender su marcha… Poco a poco los sentimientos se iban traduciendo en lágrimas contenidas, repletas de nostalgias vividas…
Abandoné el palacio de Sástago… Guardé los recuerdos, y encaminé mis pasos hacia la calle Alfonso, en dirección a la Basílica del Pilar…