Cuando redacto estas opiniones, siempre busco de manera sincera compartir mis personales experiencias frente a la pantalla, sean de mi agrado o no. Pero siempre temo algo: ver un film y que nunca ofrezca siquiera una sensación primaria de entretenimiento, siendo un producto anodino incapaz de generar empatía, o disgusto. La más reciente historia de Bryan Singer consiguió absoluta indiferencia de parte mía.
De acuerdo a las circunstancias, intento resaltar las virtudes del metraje a pesar de algún que otro escollo, desafortunadamente la presente ha sido articulada de forma mecánica y predecible en cada aspecto narrativo o visual, lo cual fue pasmoso –lo único que provoco en mi- ; aunque esa percepción fue tan efímera como la cinta misma. Las interpretaciones son rutinarias e incluso forzadas en algunas escenas de poco impacto emocional, al definirse con motivaciones y características tan simples. Vi entes, arquetipos personificados por actores muy desaprovechados u otros de cuestionable carisma, eso no significa que tuvieran un pobre desempeño, hicieron lo mejor que pueden con el penoso material adaptado y dispuesto a un trabajo de dirección sumiso frente a los paradigmas monetarios.
Lo que pudo ser una deslumbrante alegoría del comportamiento humano, queda solo en pretensiones adornadas con densos efectos visuales nada enriquecedores para la mitología planteada. Me es difícil asimilar que tal producto estéril lo hiciera el mismo hombre que nos dio refinadas, intensas e inteligentes obras como “Los sospechoso usuales” y “El pupilo”. A raíz de ello –teniendo certeza de la profesionalidad de todos los involucrados- hice una pregunta solamente: ¿Dónde quedo el entusiasmo para hacerla llevadera por lo menos?
Seguir escribiendo sería caer en un “loop” propio, pues no me nace ya describir algo de polémica insuficiente, ni que aporta renovación al género fantástico. Ojala tomen lo expuesto como un llamado de atención, para alzar la voz a favor del progreso cinematográfico.
Les ofrezco adentrarse en una correcta reinvención del entrañable cuento, recomiendo la versión televisiva “Jack y los frijoles mágicos: la verdadera historia”, protagonizada por Matthew Modine. Un producto propositivo altamente disfrutable y dirigido por el hijo de Jim Henson, Brian.