Me gusta ser honesto contigo y he de reconocerte que, tras haber leído la novela de Michael Lewis sobre la que está basada esta película, me imaginaba que la industria de Hollywood le daría una vuelta de tuerca y nos presentaría un producto edulcorado listo para ser digerido por el gran público, pero nada más lejos de la realidad, lo cuál ha sido una sorpresa realmente agradable.
Adam McKay, hasta ahora director de comedias de medio pelo y humor zafio, utiliza un tema farragoso como es la economía financiera para plantearnos una comedia revestida de drama, un drama con toques de comedia, utilizando una fina ironía que hará las delicias de los amantes del humor de ese que llaman inteligente.
«La Gran Apuesta» nos muestra un grupo de personajes, a cada cuál más canalla que, vaticinando la que se nos venía encima con la crisis financiera de 2008, comienzan a apostar en contra del sistema, dejando de ganar el dinero con el que sus compañeros se estaban forrando en ese momento, pero convencidos de que las ganancias posteriores serían mayores, y visto lo visto es evidente que acertaron.
No te creas que es una película sencilla, nada de eso. McKay no rehúye los conceptos financieros y ello dificulta en cierta medida el poder seguir el desarrollo de la trama en determinados momentos, pero creo que es un acierto porque sin ellos todo parecería más superficial y además le sirve para realizar un tirabuzón en el aire y apostar por el sarcasmo más cínico al respecto, con unos personajes que consiguen embaucarte, vendedores de hielo en la Antártida.
Unos personajes que soportan la película con soberbias actuaciones de sus actores, en especial Christian Bale, que salvo sorpresa mayúscula debería de llevarse el Oscar a mejor actor de reparto gracias a su personaje del Dr. Burry un matemático excéntrico, incapaz de adaptarse a la sociedad pero que descubre las trampas que el sistema se estaba haciendo a sí mismo.
En definitiva, «La Gran Apuesta» es una película más que interesante, una nueva aproximación a los avatares de la crisis de la que todavía estamos saliendo, pero desde una perspectiva nueva, desde la visión de aquellos que la vieron venir y supieron aprovecharse de ello, sin escrúpulos y sin pensar en los demás, un nuevo ejemplo de que el individualismo es el único motor real que mueve al mundo.