Eva no duerme… Aunque puede que el espectador sí, y no porque el fondo la historia no se atractiva, que lo es, sino porque a Pablo AgÁ¼ero, el nuevo niño prodigio del cine argentino, se le va la mano en las reflexiones metafóricas y en un cierto tono necrófilo que no hace ningún favor al desarrollo de la trama y acaba por alejar a la audiencia, culminando en un ejercicio cinematográfico frío y distante.
La historia de «Eva no duerme« se las trae, y aunque el público español de hoy en día lo verá con cierta distancia, lo cierto es que el rocambolesco periplo del cadáver de Eva Perón durante 25 años, desde su muerte hasta que finalmente pudo ser enterrado en Argentina, es el caldo perfecto para cualquier obra cinematográfica o literaria, ¡qué pena que en esta ocasión haya sido tan desaprovechada!
El comienzo es prometedor, con un primer cuarto de hora más que interesante, pero a medida que el autor va entrando en la historia el espectador se va saliendo, hasta la desconexión total y solo vuelve a entrar para apreciar ciertos toques técnicos, reflexivos y metafóricos que sí merecen la pena, aunque debían haberse quedado en pequeños aderezos y no en el ingrediente principal.
Lo peor sin duda es la elección de Denis Lavant como coronel argentino. Ni dudo ni afirmo la capacidad de Lavant como intérprete, pero lo que es evidente es que cualquier casting necesita unas ciertas dosis de credibilidad ante el espectador e intentar hacernos creer el personaje de Lavant, raya la estulticia creativa, cosas, sin duda, de las deudas de la coproducción.
En definitiva, AgÁ¼ero sigue siendo uno de los talentos a seguir del cine mundial pero no ha sabido dar con el equilibrio que esta historia requería, se ha regodeado en su creatividad y en la poesía implícita de un cuerpo embalsamado viajando por el mundo durante 25 años y no ha sido capaz de ofrecer un producto cinematográfico de calidad.