Los genios, genios son, y necesitan de un toque de locura para desentrañar toda su genialidad y ponerla a los pies del resto de mortales, mediocres en su pretendido acceso a la genialidad, sólo al alcance de unos pocos. Esta parece ser la premisa de todo el cine de Darren Aronofsky que, desde «Pi» hasta «El luchador», y ahora con «Cisne Negro», no hace sino inmiscuirse en el proceso de autodestrucción personal que conlleva la genialidad.
La gran virtud de Aronofsky es su capacidad para generar visualmente la catarsis personal que el espectador ve en el personaje protagonista, fue evidente con Mickey Rourke, y ahora es clamoroso con Natalie Portman, dos actores que agradecen el mejor papel de sus carreras con dos actuaciones grandiosas, sobre todo la de ella, una chica que nos enamoró en «Beautiful Girls» y que luego ha ido regalando pequeñas dosis de buenas interpretaciones hasta ésta, su consagración definitiva como una de las mejores actrices del momento.
Pero te hablaba de la unidad de acción y visionado entre personaje y espectador. Partiendo de la perfección formal inicial la trama se expande, como el Universo, hacia un viaje a las entrañas mismas de la esencia de la creación, donde no cabe el intelecto, pero sí la pasión. El mismo viaje que realiza Nina, la bailarina interpretada por Natalie Portman, para lograr encarnar al Cisne Negro y al Cisne Blanco.
Y como todo proceso de expansión, la incertidumbre es la norma, ni el propio creador sabe hacia donde se dirige y ello puede provocar cierta pérdida de control, que es lo que le sucede a Aronofsky y acaba por lastrar la película. Hay momentos en los que nadie, ni siquiera él, sabe hacia donde se dirige aquello y el escaso valor existencial de los personajes secundarios que podrían servir de contrapeso, acaba por llevar la película a un caso de difícil digestión.
Estamos, por tanto, ante una película que redunda en las mismas obsesiones que han perseguido a Aronofsky desde sus comienzos, repite los mismos errores, aunque sí supone un paso adelante por la belleza de determinadas metáforas visuales.
En definitiva, una película que pudo haber sido más, pero aún siendo menos es más que muchas otras que aparentan ser más.